Actor, dramaturgo, guionista, director de teatro y de cine, Federico León encara un nuevo desafío, transformar su antigua casa en una sala que vaya más allá de la programación teatral. Su nombre es el mismo de la calle en la cual se encuentra, “Zelaya”. Nos encontramos con el reconocido artista para charlar sobre este nuevo reto en su prolífica carrera.
–Federico, ¿cómo surge Zelaya?
-En realidad, ya existe desde hace un tiempo. Ahora se formaliza. Dejé de vivir aquí desde el año pasado (me mudé en septiembre). Antes se hacían cosas pero muy limitado porque era una vivienda. Ahora ya se abre definitivamente. En el 2010 construí el espacio para dar clases, ensayar y dos años después se terminó la parte de adelante. En el 2015, con “Las Ideas”, se abrió como sala. Venía de vivir en Falsa Escuadra, otro espacio que era mezcla de casa y sala de ensayo. Cuando me mudé acá dije que iba a ser solamente casa y que no lo iba a mezclarse pero a los cuatro años, ocurrió esto nuevamente. Parecía como algo de la naturaleza de los proyectos. Aquí siempre fue un lugar de encuentro, de reunión de los equipos de las obras. Ensayamos o filmamos algunas partes de las películas.
– Justo te iba a preguntar al respecto.
– En “Las estrellas”, hay una casilla que se arma. Se ensayó pero no se filmó acá. Varios videos de “Las ideas” se hicieron acá. Después, ensayamos “Las multitudes”, “Yo en el futuro”. Siempre fue un lugar de ensayo y clases. Ahora va a tener una vida propia y quiero ver cual es. Si bien tenemos programación para lo que fue abril y ahora mayo, quiero ver que va pasando en el espacio.
-¿Vas a ser el curador de la sala?
– Si. Hay ideas que me entusiasman que tienen que ver con la curaduría y la producción. El invitar a un artista y que haga algo específico para acá. No se va a programar una gran cantidad de obras sino que van a ser cosas muy puntuales que me gustaría que pasen. No solo teatro sino cine, literatura, talleres de todo tipo. Por ejemplo, Romina Paula reestrenó “Cimarrón” y la hizo en el jardín. Ella vino y participó del ciclo de lecturas. Conocía la casa y se le ocurrió hacerlo acá. Me gusta eso. Vamos a buscar cosas y también están las que se presentan.
-Va a expandirse a varias disciplinas….
-Si, porque también está relacionado a como construyó todo. Cuando empiezo escribir, veo si es una obra de teatro, una película o una instalación. Me gustaría que la gente que venga al cine también le interese escuchar las lecturas o ver teatro. Durante las lecturas hay una feria de libros de editoriales independientes. No solo se va a programar teatro sino que sería una sala de experimentación artística.
-Tu obra “Las ideas”, será parte de la programación.
– Si. Hicimos una serie de presentaciones, como si fueran temporadas muy cortas. Nos íbamos de viajes y volvíamos. El año pasado la hicimos cinco meses. Es una puesta que todavía me dan ganas de hacer. Cada obra es diferente. Los procesos a veces terminan cuando uno quiere y otras, cuando tienen que terminar. Con “Las multitudes”, fue muy difícil sostener en el tiempo a 120 personas. En el caso de “Las ideas” es una obra que puedo dejarla y volver a hacerla en un par de años. También siento que ahí nació algo de la intimidad de este lugar, de «Zelaya». La obra muestra un estudio, un laboratorio. Cuando lo veo a Fernando Martín Peña presentar una película, no está oculto. Está en la grada y todos lo ven con el proyector. Hay una luz que lo ilumina cuando tiene que cambiar los rollos. La gente gira y ve al proyectorista a medio metro. Pareciera que estamos en la casa de Peña, su estudio, compartiendo su colección. Esa escena también se da. El espacio permite relacionarte de otra manera. Propone y exige al espectador estar atento. Se da una intimidad en la que están todos expuestos, compartiendo una experiencia única. Es distinto a como funciona una sala de cine en la actualidad.
También está el jardín que es una presencia importante. Se hacen actividades como las lecturas, un jueves por mes, en los que alguien lee en la hamaca. Hay knishes y donde estamos ahora, es como lugar de espera y funciona como bar, en el que hay discos.
«Las Ideas» forma parte de la programación. |
-Hay un deseo de volver a la esencia del hecho artístico.
– Hay un uno a uno, relacionado con la intimidad. La experiencia empieza cuando entras y ves un patio-jardín con sus distintas particularidades. También tenemos los talleres. Doy clases desde hace nueve años acá. Hay otros talleres como el de cocina que lo da Rocío Gómez Cantero, que es productora de las obras.
“Las ideas” recolectó e incorporó varias dinámicas del espacio. Había una mesa de ping pong y la empezamos a usar para, por ejemplo, proyectar. Todo eso, lo incorporó la obra asi como nuestras propias dinámicas. En ese sentido, me interesa el diálogo que vaya incorporando los talentos que hay circulando por aquí. Las potencialidades de cada uno.
También va a haber un taller intensivo de astrología a cargo de Claudia Schijman, con quien trabajo en la primera parte de mis clases. Va a actuar en mi próxima obra en la que va a hacer de astróloga siendo actriz. Por eso tiene que ver con el proyecto nuevo que voy a hacer con ella.
Por otro lado pienso que la sala es un espacio en el que ensayo. Con “Las multitudes” hice ensayos parciales porque me quedaba chico acá. Lo próximo, van a ser treinta actores y también lo mismo. Después estoy escribiendo otra obra pero que será más adelante…y la voy a ensayar acá. Aquí es como un punto de partida de los proyectos. Se inician acá. Algunos seguían acá y otros se mudaban por cuestiones de elenco y producción.
-¿Cómo es al día de hoy, abrir una sala?
– Es complejo. Más allá de todo lo económico y burocrático, me pasa el pensarlo como una obra. Me interesa la totalidad. Que la luz roja que está en el limonero, este prendida cuando llegue la gente. Como lo vivo yo, quiero que lo viva otro. Eso ocupa mucho espacio en la cabeza y en el cuerpo. Cuestiones de agenda y coordinar un montón de gente. Lo pienso como una obra a larguísimo plazo. Lo que digo es que, una vez iniciado el proceso, todo está dentro mio. Estamos pensando un ciclo, de nombre tentativo, que se va a llamar “Avances y retrocesos”. La idea es convocar a directores que presenten obras de hace quince años. Primeras obras en fragmentos de quince minutos. Esto sería parte del “retroceso”. En cambio, el “avance” sería que presenten otros quince minutos de lo que están preparando. Un tráiler o avance. Por ejemplo, voy a ver “Las ideas” pero antes veo cinco minutos de “Cimarrón”, en vivo y en directo, obra que está ahora en cartel. Como si fueras a un cine y vieras un avance pero en vivo y en directo.
-¿Qué´sentís cuando te piden tus obras para hacer una puesta?
– En algún momento, ante mails de pedidos para hacer una obra, dije “suelto” y que la hagan. Después no las vi, tal como versiones de “Cachetazo” o “Ex antuan” que se hizo en el interior. Hubo una versión muy libre de “Ex antuan” en Tucumán que hizo un grupo y me había interesado. Ahora hay otra en el Payró, que una alumna la empezó a trabajar en el taller de Szuchmacher. Es una relación de mucha distancia para mi porque la escribí hace veinte años y nunca la dirigí. No recuerdo algunas partes de la obra, pero me entusiasma. No soy muy celoso respecto a que tienen que respetar el texto. Tampoco seguí los procesos. Creo que son proyectos diferentes. Siento que lo escribo está muy unido a lo que hago. No tengo textos para que lo hagan otros. No porque no quiera sino que no me sale. Entiendo que a otro le puede interesar pero es otro proceso. Si la volvería a hacer, la haría distinta.
-Ahora que tenes sala propia, ¿se te ocurrió hacer una retrospectiva de tu obra?
– En algún momento quisimos hacerlo. Empezamos a ensayarlo y todo. Creo que fue en el 2010 o 2011. Fueron dos meses de ensayo de “Cachetazo de campo”. Es más, iba a ser el inicio de la sala, antes que “Las ideas”. Después hubo temas grupales que, un poco, impidieron a ese estreno. Hicimos una pasada entera de la obra. Para mi, la premisa era hacerla igual con todo lo que eso significaba. La gente más grande…No se modificaría el texto ni la puesta y se iban a buscar los mismos objetos. Era preguntarse que pasaba con eso hoy, después de veinte años. Como iba a ser esa resignificación. O sea, sería lo mismo pero es diferente. Por ejemplo, hay distintos tipos de yoga y está el Hashtanga, que es completamente igual la práctica. Una cantidad de movimientos, la respiración…es todo igual en su práctica pero diferente cada vez que se hace. Es como el teatro en el que se repite y cada vez es diferente a la anterior. No es tener que modificar o improvisar para tener que recrear y sentir lo nuevo. Tengo que decir el texto, en el mismo lugar. Primero, lo que cambia es el público y eso ya es diferente. Ahí hubo diferencias con algunos de los actores que preguntaba porqué todo tiene que ser igual. Medio que no prosperó.
-Y ahora?
– Hay que ver. Son cosas que surgen en el momento… Hay algo del tiempo y volver a hacer cosas que me interesa. Más allá de lo que te conté de la varieté de fragmentos, querría retomar algunas obras de hace algunos años. Una obra entera y volver a hacerla. Todavía no tengo ninguna planeada pero no quiero decir nada porque no hablé con lo directores.
-Ahora que abriste una sala, ¿cómo ves la cantidad de obras que hay y la calidad de las mismas?
– Por épocas, voy más o menos al teatro. Me parece que, independientemente de los gustos, hay una cantidad que entusiasma. La calidad, no se bien. No digo que haya mucho y que todo sea bueno. En principio hay un impulso en que el teatro -y creo que mi formación tuvo algo que ver- con el “hacer” antes que con “sentir” o ver que me pasaba a mi con el teatro. Empecé a actuar en un varieté, muy inconscientemente y fue una experiencia muy fuerte e importante. Estar con tu público y ver qué te pasa mientras estás actuando. En otros países, es mucho más formal. Tenes que formarte y estar cinco años. Hay algo de la idiosincrasia de acá, más «lanzada» que no va a esperar algo que no va a suceder. El aspecto de la cantidad me parece interesante. Es la cosa más “irresponsable”. En la sala tenemos un polirrubro. Uno hace cuatrocientas cosas a la vez. Tenemos un bar, compramos la cerveza y discutimos las vías sobre un presupuesto a Bélgica.. Todo en la misma mesa, a diferencia del que solamente escribe o dirige y se concentra en su tarea. Acá, Rodrigo es operador, va al mayorista, pelea precios, etc. Es el polirrubro. En “las ideas”, está un poco el chiste el poner en escena la dinámica que hace una obra. Escribo un texto en un Word y tengo un excel. Ya estoy pensando cuánto cuesta porque lo voy a hacer yo. Me nutro de cosas que parecen estar fuera del teatro y no es así. Todo lo puedo incorporar y también me da ideas. Lo de la sala es muy estimulante en ese sentido. Me puedo quedar escribiendo sobre la obra nueva pero a partir de algo que hablé de la sala.
Una vista encantadora del jardín de «Zelaya» |
–Últimamente se está hablando de cierta endogamia del teatro, que habla de si mismo o que no registra ningún tipo de situaciones sociales.
– Si, lo veo eso. Por esta cuestión, la voluntad de “Zelaya” va por otro lado. Ahora está más abierta la relación entre cine y teatro. Me interesa tanto el cruce de disciplinas como el de públicos; que este esté abierto a una lectura o una película. Que un día haya una obra, una banda que toque... Acordate del Parakultural aunque lo asocio más a lo performático y no tanto al cine.
-Si Federico León, no era artista, ¿qué hubiera sido de su vida?
– Es difícil pensarlo…Me interesa atravesar procesos. Con las manos soy bastante inútil. En principio, no sé….Estudié en un industrial y lo abandoné. Imaginaba algo respecto a las computadoras en relación con la robótica pero era una visión infantil de haber visto películas. Igual, desde los 14 años que empecé a estudiar teatro seriamente, era entrar en un proceso con un grupo de personas. No era necesariamente actuar sino pensar las luces, una escenografía. Un proceso integral. Nunca me salió el “voy a actuar”, “voy a dirigir” ya que lo vi como un proceso integral. Todo es importante para la obra. Lo mismo para con «Zelaya», desde que entras a la casa. Uno espera que el espectador viva el mismo proceso que uno ya vivió. Creo que eso se transmite.
-Si por la puerta de Zelaya entrase el Federico León que estrenaba su primera obra, ¿qué le dirías?
– (Piensa). Al principio, estaba esa intuición al comienzo que el teatro o el arte no está necesariamente en los espacios en que uno lo busca. Cuando empecé a hacer teatro, había algo más rígido pero con el tiempo, se ablanda y es más permeable. Un poco alejado de esa visión romántica de “actor que no actúa, se emborracha”, por la intensidad de la actuación. Al comienzo, era más fanático y cerrado a “solo cosas de teatro”. Ahora eso está en otros lugares. Se madura y se entiende que la vida tiene un montón de cosas interesantes, de las cuales me nutro un montón.
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