«Kinderbuch» (Teatro)

Ella, contra el mundo.

Dramaturgia y dirección: Diego Manso. Con Belén Blanco. Vestuario: Pablo Ramírez. Diseño de luces: David Seiras. Diseño de imagen: Germán Gentile. Fotografía: Kenny Lemes. Asistente de la dirección: Fernando Viñas. Producción: Daniela Lozano.

Camarín de las Musas. Mario Bravo 960. Viernes, 22.30 hs.

Una mujer está sola y espera. Con un vestido negro, da cuenta de una elegancia que se hará manifiesta en sus movimientos. Pero tiene mucho por decir. Apenas abre la boca, comienza el viaje por una vida bien vivida, con algunos lunares, tal como el que ocurre, en el momento en que nos encuentra.

Ella recorre su propia vida a la cual dota de un manto de gloria a toda acción que haya realizado. Su tono de voz y su porte denota su linaje, estableciendo su propio lugar en diferencia de los otros, que no son como ella. El relato en tercera persona, inclusive de si misma, es elocuente (“Me dicen que  claro,  que  vos  tenés  otros  contactos  y  además  sos  alemana, (…).  En cambio, nosotras  somos  todas  españolas y a duras  penas, contamos con el Mío Cid, un completo lumpenaje”).

Será todo lo políticamente incorrecta y caprichosa que puede ser quien ha nacido en ese tipo de cuna. Por eso, con impertinente soltura, podrá referirse a esa maternidad que la atraviesa, su lugar de mujer (“Pregunto, entonces: ¿Cómo hace una mujer para convivir entre hombres, eh? Callan. Son maniquíes de cartón piedra. Respondo: aprendiendo  a  disparar.”), la relación con sus parejas, la significación del amor o el paliativo de las armas.

Se mueve a lo largo del escenario, como fiera enjaulada, deseosa de saltar hacia la libertad. Recuerda a su padre caído en desgracia, su visita a la cárcel al tiempo que (sobre) vive a una maternidad que la tiene como protagonista. Agarra una pistola y apunta, llora y grita, insulta y desafía. Palabras que se suceden en la creación de sentido en un relato ficcional, con alusiones a la coyuntura actual. La dicotomía entre los opuestos que se repelen como imanes de diferentes polos, es la misma de una sociedad en que la reconciliación no implica aceptar o empatizar con el otro. Sus clases de tiro y la chusma de la que se vale en todo sentido, son algunos de los momentos de un texto tan rico como intrincado, como el que propone Diego Manso, en el que “Hedda Gabler” es una referencia ineludible.

Pero la épica tiene dos caras. Es solo la punta de un iceberg que esconde ese tipo de situaciones que se ocultan a todos, sobre todo, a uno mismo. Puede ser una niña triste que grita “Mein liebe, papá!” mientras que resignifica una herida eterna, que no ha cicatrizado y plasma a través de su pasión por el tiro al blanco, esbozando mínimos detalles sobre la forma en que aprendió a tirar. Esto no implica que, en una frase, deje translucir su propia ser. (“A veces creo que sólo sirvo para aburrirme mortalmente”)

El texto, tan inquietante como magnético, es llevado adelante por una Belén Blanco cautivante, que inicia un “tour de forcé” con varias estaciones. Su presencia escénica y su despliegue son fundamentales para tal tarea. Cada una de las acciones está motivada por una personalidad que combina ilustración con salvajismo, pero con el predominio de la primera en tanto su pertenencia. Su pavoneo frente a esos “otros” recuerda en un punto a la “señorita Julia” que supo interpretar con prestancia. A diferencia de aquella, no hay una curiosidad munida de encanto sino uso y usufructo de lo que puede y debe hacer. Esa condición de clase que la eleva por encima –según su pensamiento- del resto de los mortales.

La visceralidad en su justo lugar, con la comodidad que le brinda el espacio en el que transcurren los acontecimientos, donde el “menos es más” de objetos contribuye en mucho para que esto suceda.

Y así, tal como había empezado, termina todo. El relato, la función, el hecho artístico. Será en ese instante en que el disfrute empieza a percibirse. Como un buen vino cuyo sabor se degusta en el paladar, lo mismo ocurre con “Kinderbuch”. Por tal motivo, no sería extraño el deseo de volver a verla. Aprehender las palabras y sensaciones asi como deleitarse con una excelente puesta teatral.

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