La que limpia (Teatro)

Blues para una laburante rota. 
 
Dramaturgia: Mariana Del Pozo y Lali Fischer. Actuación: Mariana Del Pozo. Diseño de vestuario y de escenografía: Florencia M. Tutusaus. Música original: Santiago Ascaso. Diseño de Iluminación: Soledad Ianni. Fotografía: Constanza Niscovolos. Diseño gráfico: Laura Tavacca. Asistencia de dirección: Luciana Taverna. Dirección: Lali Fischer. Duración: 60 minutos.

Moscú Teatro. Ramirez de Velasco 535. Domingos, 19.30 hs.
 

Ella va y viene, de casa en casa, cumpliendo su preciada labor de mantener cada una de ellas en condiciones, sin ningún tipo de suciedad. Toma varios colectivos para ir de un lado a otro, aunque su zona de influencia es zona norte, como Nordelta o el Talar de Pacheco.
 
La narrativa es propia de un cuento. No en vano la inspiración surge den el universo de Lucía Berlín, y su “Manual para mujeres de la limpieza”. Laura -tal es el nombre de la protagonista- describe de forma pormenorizada el trabajo doméstico sin caer en golpes bajos ni en romantizar una ocupación denostada en variadas ocasiones. Cuenta su vida y la de aquellos para quienes trabaja sin emitir juicio de valor al respecto. A lo sumo, con algún atisbo de humor o ironía. La descripción de los hechos es más que elocuente. “No hay que trabajar para los amigos” afirma con esa sabiduría que se condice con su práctica. Los relatos irradian la sensibilidad propia de una poesía urbana, desde donde se ubica Laura y no por los lugares que frecuenta. Los vínculos que establece con sus empleadores es rico en su desarrollo como intimo en tanto el modo en que ubica su lupa.

 
El espacio es amplio y cobija cada una de las viviendas que reciben su visita. El desorden es apreciable. Al fín y al cabo es su tarea pero, ¿podrá ordenar su propio caos interno? Hay algo catártico en esa “limpieza”. Aún agotada, continúa con su cometido, aunque reciba un llamado fuera de hora por alguna pregunta de una de las “señoras”. Pareciera que la culpa mete la cola, como un diablo omnipresente, que la persigue sin prisa pero sin pausa. De ahí, que la aparición de Fernando sea fundamental para completar la historia. Es la pieza que falta al rompecabezas de su propia existencia.
 
La iluminación concebida por Soledad Ianni es fundamental para la creación de sentido. Diagrama con precisión -en tandem con la escenografía- los hogares en los que Laura transita su vida. Ni hablar de su propia casa. Justamente, estos recortes parecen planos cerrados en los que el espectador se mete como un voyeur indiscreto. El texto pergeñado por la dupla de Lali Fischer y Mariana Del Pozo tiene la riqueza de tomar un tema y un personaje específico para apuntar a diversos frentes, de profundas vivencias. Desde la ominosa levedad del ser hasta una separación, pasando por el peso notorio de las ausencias. Entre ellas se dividen la dirección y la actuación respectivamente. La dirección de Fischer es sutil en tanto el desarrollo es armónico y dinámico, tanto como el blues que atraviesa su atmósfera, enmarcando todo en cierto carácter citadino y de melancolía propia de las acciones. En cambio, Del Pozo lleva adelante una actuación de calidad en la que se aprecia esa dicotomía acerca de la debilidad de la fortaleza – ¿o la fortaleza de esa debilidad? -.
 
“La que limpia” capta la atención desde el mismo inicio de la acción. Cada palabra está en su justo lugar, logrando un impacto más que poderoso. Por eso, no será extraño que uno quiera volver a pasar por Moscú para disfrutar y aprehender una puesta tan simple como vigorosa.

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