Una fábula onírica
Dramaturgia y dirección: Julián Rodríguez Rona. Con Eugenia Blanc, Andrés Caminos e Ivan Moschner. Diseño de vestuario y de escenografía: Cecilia Zuvialde. Diseño de luces: Matías Sendón. Realización de escenografia: Nicolas Botte. Música: Julián Rodríguez Rona y Brian Zditowski. Fotografía: Nicolás Levín. Diseño gráfico: Lucía Vanin. Asesoramiento coreográfico: Luciano Rosso. Asistencia de dirección: Natalia Andrea Badgen. Producción: Natalia Andrea Badgen y Julián Rodríguez Rona.
El Portón De Sánchez. Sánchez de Bustamante 1034. Martes, 21 hs.
Una pareja está sentada frente al río. Suena una base de blues –slide incluído- y comienza el diálogo sobre ellos mismos. P.J. Harvey diría “Quisimos encontrar el amor/Quisimos tener éxito/Hasta que ya nada era suficiente”. Detrás de ellos, un sinuoso y austero camino (que también podrá ser ese río, de particular comportamiento), conformará el espacio donde se desarrollen los hechos.
Pero no todo queda ahí. La forma y los tonos del diálogo llaman la atención. Más aún cuando un tercero mira y se convierte en un cuarto pero siempre en relación con esta pareja a la que circunda como si fuera un satélite. Igualmente, el texto no apelará nunca a la literalidad de la palabra. El sentido llano y directo dará un paso al costado para embarrarse sanamente en la creación de imágenes y climas oníricos, donde la sutileza impone su ley.
Allí es donde se percibe que Julián Rodríguez Rona tiene una idea precisa de lo que busca –y quiere- para plasmarlo sin dudas de ningún tipo. Una dramaturgia de esas que permiten dejarse llevar por el parlamento de los actores, creando cada espectador su propia puesta. Paralelamente, una dirección que es aquella que parece que no se nota pero está con todas las decisiones tomadas respecto a como guiar el rumbo de la embarcación por buen camino. Para tal fín, cuenta con un elenco absolutamente preciso en la creación de los personajes que llevan la historia adelante. Lo dicho, en un punto, es una redundancia al caer en el elogio a Ivan Moschner, de los mejores actores de la escena teatral porteña.
A través de las palabras que navegan en un espacio tan inquietante como onírico, el miedo a la soledad, el significado del amor y la muerte como la proximidad de un futuro inmediato juegan su propia partida en los personajes. Palabras que no se condicen con una gestualidad al respecto pero que logran una mayor contundencia. El río cambia su caudal y su propia ley dará cuenta de lo que ocurre con imágenes sutilmente poderosas.
“Lo lindo de calzarse es pisar en cualquier lado” es un viaje por distintos estados en los que una lectura que va más allá de lo propuesto por el sentido literal de la palabra, decantará en otro mundo de mayor riqueza.
En esta obra, haber disfrutado de la actuación de Ivan Moschner, es reencontrarse con una actuación excelente, poco común en la escena actual en Buenos Aires. Placer en todo sendido: vocalización ,sentimientos, el clima que genera y la ternura que despliega. Enhorabuena para un teatro de jerarquía..