Ese amigo del alma
De Sara Pinet y Alejandro Ricaño. Con Carolina Ramirez y Alberto Ajaka, Dirección Artística: Virginia Magnago. Producción: Mariano Bacaleinik. Dirección: Alejandro Ricaño.
Multitabaris Comafi. Av. Corrientes 831. Domingo, miércoles, jueves y viernes, 21 h y sábado, 19.30 y 21.30 h.
El paso del tiempo resignifica los vínculos entre los seres que habitan esta tierra. Lo que antes era considerado “normal” o “común” dejó de serlo, en pos de la apertura a nuevas sensibilidades, mucho más libres y regocijantes que las de antaño. Es en este marco en el que se ubica el público, testigo de la forma en que Nata está pasando un mal momento en su –corta- vida. Quien llega para ayudar a la joven y a paliar su dolor es Toto, un simpático perro que representa toda la bondad que se pueda imaginar.
Desde este lugar, se da comienzo a una puesta tan austera como contundente, que plantea la relación de los humanos con los animales domésticos, como perros y gatos. La importancia de estos en el amor que brindan. El más puro, en tanto son pura bondad, carente de toda maldad (si surge es por cortesía del “adiestramiento” humano –tal como ocurre con los niños bajo el nombre de “educación”-). El respeto a los derechos de los animales como uno de los estandartes que se enarbolan.
Serán justamente las decisiones –repudiables- de la humana las que llevan a una reflexión general que va más allá de lo que piensa Toto al respecto. Cada palabra impacta en los presentes de inmediato, por lo visto sobre tablas como con retraso en su extensión hacia otras latitudes como los sentimientos propios de una persona frente a una situación determinada. Podrá ser el carácter para encarar la adversidad, el desamor o como diría el recordado “Hincha” de Enrique Santos Discepolo, “ese que no se ve, ese que da todo sin esperar nada”.
El texto concebido por la dupla Pinet-Ricaño es de gran calidad. Es tan fuerte como conmovedor en lo que al derrotero que plantea tanto para los personajes como para las vivencias de los presentes. El mismo Ricaño es quien dirige con exactitud una puesta minimalista. Concibe todo un mundo de sensaciones alrededor de una mesa rectangular de importante tamaño, llevando el axioma de “menos es más” a su punto máximo. La credibilidad está de su lado en tanto se escucha la tensión del ambiente. La respiración contenida y el sollozo. No será raro que, inclusive, se escuche algo más. Las actuaciones de Carolina Ramirez y Alberto Ajaka son elocuentes. Ramirez sale del registro de “La reina del Flow” (serie de Netflix por la cual es reconocida) para crear una Nata que toca todas las fibras de los sentimientos que se puedan tener, con todo lo que esto implica. En cambio, Ajaka hace de la versatilidad su mayor carta en tanto la cantidad de personajes que lleva adelante, dotando a cada uno de personalidad.
La puesta llega a su fin. El aplauso estalla tras secarse las lágrimas. Hay desahogo y alegría, con la satisfacción de haber presenciado una puesta de calidad. La recomendación está hecha en tanto volver a verla o invitar a amigos a verla. Todo tras llegar a casa y abrazar fuertemente a esos seres únicos de cuatro patas que son todo amor (y adoptar llegado el caso –no comprar-).