En esta ocasión es el cierre del negocio que lleva adelante uno de tres hermanos, en el medio de una cena que incluye a las respectivas parejas de cada uno de ellos. Este es el punto en el que el conflicto latente comienza a esbozarse pero a través de pinceladas de otros inconvenientes que no tienen relación directa con el motivo principal de la cena. Allí es donde comienza a expandirse la situación hasta límites lejanos, en tanto los protagonistas entran y salen del living en el que se desarrolla toda la obra.
La escenografía es factor fundamental en la creación de sentido a través de la ominosidad de su tamaño y la frialdad que transmite junto con una iluminación acorde. Cada uno de los personajes cuenta con una historia particular de frustraciones y egoísmos en el devenir cotidiano de los años, a través de lo que se denomina comúnmente “vida”.
La riqueza de la puesta es enorme en tanto actuaciones en si como vehículo de ideas, conceptos y situaciones ominosas que sufren los individuos por carencias propias. El desarrollo es armonioso en tanto caos solapado o calma que antecede a una tormenta que no dejará a ninguno de los protagonistas indemnes. La vorágine de los acontecimientos es atrapante y tensa hasta el límite la relación entre los personajes.
Daniel Veronese reestrena una de sus obras emblemáticas con la calidad y excelencia de siempre. Imperdible.