Pasionaria (Teatro)

Amores que matan
Dramaturgia y dirección: Lucía Möller. Con Flor Dyszel y Aníbal Gulluni. Iluminación: Mariano Diluch, Carolina Rolandi y Pedro Zambrelli. Diseño y Fotografía: Clara Zuccarino. Asistencia de escenario: Matías Dinardo y Marina Saladino. Asistente de producción: Matías Dinardo. Asistencia de dirección: Mónica Paixao. Producción: Ariel Honigman, Ilona Szentiványi. Supervisión: Daniel Veronese. Dirección de arte: Sol de San Bruno.
Camarín de las musas. Mario Bravo 960. Viernes, 23 hs
Joaquin Sabina escribió “el amor cuando no muere mata/ porque amores que matan nunca mueren”. En este verso, se condensa el espíritu de “Pasionaria”, el excelente unipersonal creado por Lucia Möller. 

Desde el mismo inicio, la pluma de Möller obtiene algo destacable que muy pocos logran: presentar una situación determinada, muy conocida por todos, dotandola de identidad propia pero sin caer en caricaturizaciones absurdas. Un ambiente de un departamento alberga a una joven que habla por teléfono con el novio que la acaba de dejar. Allí, todo está ubicado en su lugar, con una razón de ser que se obtiene a partir de un texto que no deja ningún tipo de fisuras. La escenografía es exacta, para un lugar pequeño, sobrecargado pero sin que asfixie sino que, por el contrario, cada objeto adquiera su sentido. Desde los osos de peluche, que cobran una dimensión icónica propia hasta el helado que se deglute en la parte final. 

El texto logra transmitir el dramatismo y el dolor del amor trunco, que carece de razones y justificaciones que expliquen su propio fin asi como el deseo de entender al mismo. Aquí, el lugar común del amor-desamor-dolor, se resignifica a partir de la pluma de Möller en neta consonancia de la visceral actuación de Flor Dyszel, quien maneja con maestría todos los matices que requiere un personaje difícil que, en manos inexpertas, podría caer en una parodia de mal gusto. Desde el más mínimo gesto hasta el maquillaje corrido y el grito salvaje del dolor del corazón desgarrado, Dyszel pone sobre tablas una actuación memorable, para una situación común a todos los mortales: el sufrir por amor. 

La tentación de analizar el porqué de los gritos y llantos de la protagonista quedan al margen desde el momento en que uno también ha sido dejado y ha llorado por esa situación que –nunca- va a tener explicación. En esa complicidad, que no cae en la lastima sino en el humor y la ternura, es donde la puesta tendrá su gran riqueza. Ese dolor que alimenta un amor que no será tal pero que crea un círculo vicioso del cual la joven –ni nadie- podrá salir. 

“Pasionaria” muestra con calidad ese universo de dolor y patetismo al cual uno cree que nunca va a llegar pero que ve muy común a otro en el cual ha caído por un amor no correspondido.

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