En una escenografía austera, el escenario se transforma en una especie de ring de boxeo en el cual los dos contendientes se estudian a través de las palabras y avanzan y retroceden (en el caso que lo hagan) de acuerdo a la oportunidad. Justamente, el escenario es uno de los puntos más flojos de la puesta. Es muy grande y los actores, al mantenerse en un pequeño radio de acción en la mayor parte de la obra, se los ve pequeños en esa habitación, haciendo que se disperse la atención.
Esta puesta, tanto para Boy Olmi como para Alejandro Paker implica un desafío. Para el primero, una vuelta al teatro después de casi veinte años y para el segundo, salir del musical. A Boy Olmi se lo nota suelto en su personaje y su tono de voz ayuda a la construcción del mismo mientras que Paker mantiene la tensión que le requiere su personaje salvo en momentos esporádicos en los que su personaje explota. A ambos se les saluda la sana intención de buscar abrir sus horizontes. El acento de la puesta se centra en un texto interesante en el que se insinúa todo el tiempo y el espectador debe llenar esa porción que queda vacía. El masoquismo y ciertas conductas políticas son palpables en el texto aunque quedará siempre a cargo del espectador que las palabras lleguen a destino.
“Sotano” es una puesta interesante que debería desarrollarse en un lugar más pequeño, para que logre la intimidad que requiere un texto de estas características.