Todo comienza cuando una tenue luz ilumina un pie que canta como si fuera «un canario». A partir de allí, se inicia una fábula inquietante en el marco de los años 40. Una costurera, cuya idolatría por Libertad Lamarque, hace que cante tal cual la «Novia de América», recibe la visita de ésta por un vestido. Al poco tiempo, es visitada por Eva Perón que le pide el mismo vestido. Este tema es simplemente una de las tantas aristas que tiene una puesta por demás sencilla y exacta en su puesta, con una dramaturgia rica en sus líneas, que no se queda solo en la rivalidad entre Evita y Libertad. La soledad, la locura y los deseos reprimidos a través del tiempo, se conjugan en una puesta, con un desarrollo pausado e alarmante, con cierta reminiscencia a la literatura de Poe, en tanto riqueza dramática.
La composición que hace María Merlino de la costurera (que no tiene nombre) es fantástica. Dota a su personaje de matices que se irán descubriendo a medida que pasa el tiempo. Desde el vestuario hasta el trabajo corporal y gestual, Merlino desarrolla una actuación aceitada en cada detalle. Más aún, cuando canta en un registro similar al de la Libertad Lamarque.