Victor o los niños al poder (Teatro)

Ojos que ven y hablan


De Roger Vitrac. Versión y dirección: Lorenzo Quinteros. Con Eduardo Calvo, Alejo García Pintos, Carolina Adamovsky, Daniela Catz, Jorge Paccini, Romina Moretto, Hilario Quinteros, Gabriel Lima y Julia Tapia. Asistente de dirección: Charly Di Gerónimo y Julieta Biagioni. Diseño de iluminación: Claudio Del Bianco. Asistente de iluminación: Verónica Lanza. Realizador de escenografía: Mauro Petrillo. Producción ejecutiva: Charly Di Gerónimo, Julieta Biagioni y Romina Moretto. Música original: Eduardo Felenbok. Maquillaje: Silvina Roccisano. Fotografía: Sol Janik. Diseño Gráfico: Oxígeno Gráfico de E. Lanfranchi.


Centro Cultural de la Cooperación. Av Corrientes 1543. Sábado, 22.45 y domingos, 20 hs.


Hay un refrán que dice que “los locos y los niños solo dicen la verdad. A unos se los encierra y a otros, se los educa”. Victor está a punto de cumplir nueve años pero su cerebro le permite discernir muchas más cosas de las que un niño de su edad –o un adulto formado- puede apreciar. Con una estética un tanto surrealista y un vestuario colorido y por demás ilustrativo, la puesta se centra un Victor omnipresente que dice lo piensa y actúa en consecuencia a pesar de ser un niño. Nadie sabe bien que hacer con él, ni siquiera él mismo pero será a través de su verba que se desarrollarán los acontecimientos. Sin perder un tono que irá desde el absurdo hasta la farsa, con escalas en características propias como la ironía y el sarcasmo, la puesta atrapa desde un primer momento


El motivo de todo este disloque será, como no puede ser de otra manera, una fiesta, el festejo por novena ocasión del onomástico de Victor. Será en el marco de la celebración cuando el homenajeado empiece a dar cuenta de sus pensamientos respecto de una red de adulterio que involucra a su padre con la madre de su amiga Esther y como se produce el deterioro de su tío como consecuencia de esto.

El texto trazará analogías con una actualidad por demás singular en cuanto la hipocresía es moneda corriente y va más allá de las cuestiones del corazón. El delirio creativo que propone la puesta se hace carne en el ritmo veloz pero no rápido de una puesta que sugiere, escamotea, molesta y se burla de los parámetros preestablecidos de lo que es ser una persona “educada y respetable” en el marco de una sociedad. Porque no hay nada mejor (peor para otros) que utilizar el humor para desarticular y desenmascarar aquellas conductas propias de una crianza que viene de generaciones pasadas, asentadas en un “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” como axioma a seguir.


Eduardo Calvo es Victor, el niño-grande, centro de todas las miradas y protagonista de los entuertos de la puesta. Con un tono de voz aflautado y una composición atrapantemente extraña, Calvo se carga en sus hombros el ritmo de la obra. Daniela Catz es Esther, la partenaire de Victor, con la sapiencia que se le reconoce, mientras que el resto del elenco acompaña con solidez, en especial, Romina Moretto, precisa en la composición de su Teresa, también llamado “Rulitos”.


“Victor y los niños al poder” es corrosiva y provocadora, con un texto que tiende lazos con una realidad tan elocuente que las risas provocadas serán tanto por lo visto en escena, como por la incomodidad que implica la relación automática con algún caso que, seguramente, todos conocemos entre nuestros seres queridos –y no tanto-.   

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