Aqui un hombre y una mujer deciden dejar atrás sus penas pero es la forma en que se conocen e intentan llevar a cabo este amor es lo interesante. La utilización de la valija en la cual se esconde y desarrolla parte de su vida ella es una alegoría por demás interesante para descubrir y analizar. Ese mundo interior en el cual encerrarse, muchas veces por miedo a lo desconocido aunque esto, probablemente, nos traiga la dicha y la alegría a nuestros corazones. Él, en tanto, hará todo lo que un hombre más grande, se permite hacer en pos del amor de su dama.
Poética y tierna, el desarrollo de la puesta va atrapando de a poco, junto con una iluminación aceitadisima en el paso del tiempo y el cambio de clima dramático. Tanto el vestuario y la escenografía, de tonos neutros, permite que ellos puedan ser cualquiera de nosotros, con la identificación inmediata que esto acarrea. El tema del beso que no llega es otro de los grandes aciertos de la puesta. El beso como la punta del iceberg de una poética que conlleva todo el amor acumulado, a punto de explotar. Las actuaciones son muy buenas a través de las emociones latentes, esas que no se ven pero son palpables. Todo a través de los gestos pequeños, casi imperceptibles. Julia Muzio es toda ternura mientras que Germán de Silva es ese hombre que ama en silencio, muy exacto en su composición. La iluminación -ya mencionada- es muy buena ya que carga sobre sus espaldas el transcurrir de un tiempo que se hace llevadero y que no incurre en elipsis temporales.
Verónica Mc Loughlin concibió con «Voto de silencio», una pieza dulce y emotiva; de esas que tocan las fibras más intimas de los corazones.