Doble de cuerpo
Dramaturgia y dirección: Fabián Díaz. Con Iván Moschner. Diseño de vestuario y escenografía: Isabel Gual. Diseño de luces: David Seldes. Diseño sonoro: Patricia Casares. Violín: Demián Luaces. Bajo: Juan Pablo Casares. Asistencia de iluminación: Facundo David. Fotografía: Ana Schmukler. Asistencia de dirección: Naiquén Aranda.
Apacheta Sala Estudio. Pasco 623. Viernes 21.30 hs.
Un hombre y dos historias tan inquietantes como personales. Un niño busca a su padre perdido en un monte y un héroe de Malvinas que escapa a las montañas para sobrevivir por medio de atracos a los desprevenidos y la caza de animales.
Pero esto es solo la punta de un iceberg teatral que termina siendo arrollador a partir de un texto que combina la sutileza de sus palabras y una creación de imágenes de manera constante y contundente. El niño que busca, desde su visión cándida –y otras veces, no tanto- aquello que ya no está pero siempre con la esperanza de lo que podría ser. Ese niño va y viene entre el hombre que ha visto todo lo que implica estar en una guerra pero ojo, no lo describirá como si fuera un manual. Por el contrario, los climas que creará a través de su hipnótico relato, serán variados. Desde la ternura de un adulto en su encuentro con su propia esencia hasta el enojo de un chico que no comprende el porqué de la desaparición de su papá.
Pero será ese monte el que aparezca como construcción de un lugar donde se pueden paliar los dolores y obtener algún tipo de reivindicación o redención personal. Es ese monte el que cobijará a este hombre y aquel niño. Un lugar donde se conjuga lo salvaje y lo mágico para albergar a dos seres rotos en su interior que se irán resignificando con el correr de los minutos en un contexto tan hostil como rico para desarrollar la capacidad de supervivencia, en pos de un día después en la vida.
La puesta cuenta con un aceitado trabajo en todos sus aspectos. Primeramente, desde el trabajo con el espacio y la escenografía, en la que ésta será tan extraña pero perfectamente adecuada al marco. La iluminación tendrá su preponderancia en la creación de atmósferas que irán desde la sordidez de los hechos hasta la intimidad más profunda.
El desarrollo de la puesta es de una cadencia casi musical, en las sensaciones que va creando el maravilloso texto de Fabián Diaz. Ese niño que podría estar cantando, a partir de su propia vida, “Te acuerdas de ayer , era tan normal/la vida era vida y el amar no era paz” mientras que la respuesta más adulta sería, desde un punto de vista que conjuga un pasado lejos de ser venturoso pero con un futuro inmediato, “ahora me siento diferente/pienso que todavía me quedan tantas cosas para dar”.
El texto tendrá su correlato en la cautivante actuación de Iván Moschner. A partir de las palabras que atraviesan su cuerpo, lo lleva a puntos de composición por demás intrigantes. Ivan Moschner se desdobla en dos personajes tan enigmáticos como atrapantes. Sus pensamientos y palabras son abordables desde distintos espacios que trascenderán el escenario. El paso del niño al hombre (y viceversa) con sus vivencias cuentan con la sutileza y el aplomo de quien ha captado la esencia del texto. Un padre desaparecido y Malvinas miran desde diversos aspectos pero sin convertirse en una puesta con tinte político. Por el contrario, será a través de la forma en que se desarrollan estos temas que logra una contundencia mayor inclusive.
Tensa y atrapante, “Los hombres vuelven al monte” es de esas puestas que uno se va con la sensación de haber presenciado un hecho teatral de calidad y que desea compartir con alguien, en ese mismo instante. Amén de querer volver a verla para vivir nuevamente ese paseo por las mentes y corazones de dos personajes de rica concepción y encontrar algo que se haya escapado en su debido momento.
Pero esto es solo la punta de un iceberg teatral que termina siendo arrollador a partir de un texto que combina la sutileza de sus palabras y una creación de imágenes de manera constante y contundente. El niño que busca, desde su visión cándida –y otras veces, no tanto- aquello que ya no está pero siempre con la esperanza de lo que podría ser. Ese niño va y viene entre el hombre que ha visto todo lo que implica estar en una guerra pero ojo, no lo describirá como si fuera un manual. Por el contrario, los climas que creará a través de su hipnótico relato, serán variados. Desde la ternura de un adulto en su encuentro con su propia esencia hasta el enojo de un chico que no comprende el porqué de la desaparición de su papá.
Pero será ese monte el que aparezca como construcción de un lugar donde se pueden paliar los dolores y obtener algún tipo de reivindicación o redención personal. Es ese monte el que cobijará a este hombre y aquel niño. Un lugar donde se conjuga lo salvaje y lo mágico para albergar a dos seres rotos en su interior que se irán resignificando con el correr de los minutos en un contexto tan hostil como rico para desarrollar la capacidad de supervivencia, en pos de un día después en la vida.
La puesta cuenta con un aceitado trabajo en todos sus aspectos. Primeramente, desde el trabajo con el espacio y la escenografía, en la que ésta será tan extraña pero perfectamente adecuada al marco. La iluminación tendrá su preponderancia en la creación de atmósferas que irán desde la sordidez de los hechos hasta la intimidad más profunda.
El desarrollo de la puesta es de una cadencia casi musical, en las sensaciones que va creando el maravilloso texto de Fabián Diaz. Ese niño que podría estar cantando, a partir de su propia vida, “Te acuerdas de ayer , era tan normal/la vida era vida y el amar no era paz” mientras que la respuesta más adulta sería, desde un punto de vista que conjuga un pasado lejos de ser venturoso pero con un futuro inmediato, “ahora me siento diferente/pienso que todavía me quedan tantas cosas para dar”.
El texto tendrá su correlato en la cautivante actuación de Iván Moschner. A partir de las palabras que atraviesan su cuerpo, lo lleva a puntos de composición por demás intrigantes. Ivan Moschner se desdobla en dos personajes tan enigmáticos como atrapantes. Sus pensamientos y palabras son abordables desde distintos espacios que trascenderán el escenario. El paso del niño al hombre (y viceversa) con sus vivencias cuentan con la sutileza y el aplomo de quien ha captado la esencia del texto. Un padre desaparecido y Malvinas miran desde diversos aspectos pero sin convertirse en una puesta con tinte político. Por el contrario, será a través de la forma en que se desarrollan estos temas que logra una contundencia mayor inclusive.
Tensa y atrapante, “Los hombres vuelven al monte” es de esas puestas que uno se va con la sensación de haber presenciado un hecho teatral de calidad y que desea compartir con alguien, en ese mismo instante. Amén de querer volver a verla para vivir nuevamente ese paseo por las mentes y corazones de dos personajes de rica concepción y encontrar algo que se haya escapado en su debido momento.