Ramón no es nombre para un gato blanco (Teatro)

Aceptación o barbarie

Dramaturgia y actuación: José Antonio Lucia. Dirección: Pedro Luis López Bellot.  Producción: Muratica Teatro / Glauka Producciones. Foto y Vídeo: Félix Méndez.

Teatro Timbre 4: México 3554.  Viernes 23.30 hs y domingos, 21 hs.

A través de una ventana, un hombre mira al cielo. Parece que está desolado en medio de un pedido personal. Un espacio ominoso y oscuro en su atmósfera, será el escenario en el que se desarrolla una historia atrapante. Con fuerte anclaje en la realidad, atraviesa a las sociedades modernas y occidentales, en su gran mayoría.

Por este motivo, podemos decir que José Antonio Lucía rompe su propio molde respecto del éxito obtenido con su unipersonal “Alacrán y la ceremonia”. Podría haber explotado la misma temática pero no. Si bien mantiene el formato del unipersonal, se interna en aguas de mayor oscuridad en una temática que va desde la frivolidad en pos de la estética hasta las cuestiones identitarias y la búsqueda de una felicidad impuesta por la sociedad.
Con la lupa puesta en estos ítems, nos adentramos en una clínica clandestina donde se intenta satisfacer los deseos de los internados en pos de «mejorar» el cuerpo que les tocó en suerte. Cueste lo que cueste. Desde ya, caer en la linealidad es tan válida como obvia pero es solo la superficie de las múltiples ángulos que aborda el texto. Tal como suele suceder, José Antonio Lucía interpreta a todos los personajes con calidad y acierto. De esta manera, aparecerá Botones, mano derecha del Doctor Ramón, el galeno encargado de la clínica. con un pasado lejano a la santidad que debería tener aquél encargado de cuidar y sanar a sus pacientes. Frente a él –o ellos dos-, se encuentran los pacientes Índice, Piluca y Charco. A lo lejos, Regina mira y participa de la situación.   

Una mesa de ajedrez -con reloj incluido- sirve como metáfora del conflicto permanente de los individuos en tanto que la iluminación tiene un peso importante en tanto los climas que se crean. Estas almas rotas reflejan con poesía y contundencia, las dudas de aquellos seres incapaces de “insertarse” y ser “aceptados” por la sociedad. Todo esto, en consonancia directa con los tratamientos -de cierta influencia «mengueliana”- empleados por el Dr Ramón. Paralelamente, es el costo a pagar por sus pacientes para lograr el tan mentado “cambio” se convertirá en otro punto a discutir. Operaciones, remedios y fé serán los artilugios adoptados para obtener lo deseado. Un combo de banal actualidad y crudeza, con los Stooges sonando de fondo. El sonido áspero de la banda de Iggy Pop se entremezcla con los planteos de los penitentes encerrados en un reducto de rehabilitación estética. 

Tal como lo habíamos señalado en el segundo párrafo, el texto serpentea por aristas de diferente calibre. La interpretación y diálogo con la puesta será exclusiva y personal de cada uno de los espectadores. Podrá ser todo lo que piensen o sientan…¡y más también! Va más allá de la clínica para instalarse en las sociedades y el deseo de sus componentes. Al respecto, será esa “fé” en el porvenir (que ya está por venir y nunca llega), la que se instala para dialogar con sociedades que “quieren creer” aquellos discursos elaborados, de manera pasteurizada, en pos de un bienestar de “paz” y “luz”. Eso si, nadie te explica como obtenerlo. Aqui se esboza una respuesta ante ese sueño que puede ser una pesadilla. El interrogante que causa pavo es ¿Qué pasa cuando ese cambio tan anhelado tiene peores consecuencias que ese pasado pisado?

En su retorno a Argentina, José Antonio Lucía presenta un unipersonal oscuro y elocuente, en el que el humor y la tragedia juegan con los límites que le corresponde a cada uno. 

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