La vendedora de fósforos
Guión y dirección: Alejo Moguillansky. Con María Villar, Walter Jakob, Helmut Lachenmann, Margarita Fernández, Cleo Moguillansky. Producción: Eugenia Campos Guevara. Dirección de Fotografía: Inés Duacastella. Sonido: Marcos Canosa. Edición: Alejo Moguillansky, Walter Jakob. Productor: El Pampero Cine. País: Argentina. Año: 2017. Idioma: Español. Formato: DCP. Color. 71 minutos.

La acción se desarrolla como si fuera un rompecabezas de múltiples piezas que se van armando con un ritmo sostenido pero sin caer en el frenesí de las múltiples ideas abiertas. La conjunción entre los conflictos de la pareja protagónica, la crianza de su hija, los tiempos de cada uno se mezclan con los ensayos y con la particular vivencia de una anciana que recuerda el pasado.
Con un ritmo sostenido y actuaciones de calidad (María Villar y Walter Jakob encabezan el elenco), “La vendedora de fósforos” se convirtió en la gran ganadora del BAFICI 2017.
Guión, dirección y producción: Verena Kuri y Sofia Brockenshire. Con Sofía Palomino, Adriana Ferrer, Eugenia Alonso, Saúl Simonet, Mateo Giménez. Dirección de Fotografía: Andrés Hilarión, Roman Kasseroller, Federico Lo Bianco. Sonido: Nahuel Palenque. Edición: Laura Bierbrauer, Sofía Brockenshire, Verena Kuri. Productor: Nabis Filmgroup.

La dupla constituida por Verena Kuri y Sofia Brockenshire crea una película de climas donde la tensión se palpa en todo momento. Al respecto, Sofía Palomino desarrolla una actuación sentida y exacta en su rol de hermana que busca a una persona que parece haberse esfumado. Además, es una película que esboza, sugiere y lo deja en un correctísimo nivel de sutileza. Cada una de las conductas da cuenta de los lugares donde se ponen los protagonistas/personajes. Pasivos o de mucha incidencia pero sin caer en obviedades o aspectos burdos que empañarían el preciso mecanismo de relojería que tiene la película. Al respecto, la indiferencia también va ganando algunos espacios donde menos se lo espera.
Desde el mismo título denota que se pone el acento en otro lado ya que es “una” hermana, como tantas. Se puede llamar Guadalupe, Laura, Melina, Patricia o como sea. Una que representa a todas. De ahí, el diálogo constante con una coyuntura abrumadora de muerte y maldad.
“Una hermana” retoma a los femicidios pero desde otro ángulo. En ese sentido, la película no es un alegato. Es simplemente una creadora de climas y situaciones, con un suspenso propio de lo acontecido pero sin perder el rumbo respecto al hecho que relata.
Guión y direccion: Eduardo Pinto. Con Luciano Cáceres, Pablo Pinto, Joaquín Berthold, Brenda Gandini, Nai Awada y Carlos Portaluppi. Sonido: Omar Jadur. Dirección de Fotografía: Eduardo Pinto. Edición: Joaquín Mustafa Torres. Productor: Eusebia en la Higuera. Dirección de Arte: Jorge Daffunchio. País: Argentina. Año: 2017. Idioma: Español. Formato: DCP. Color: B&N. 95 minutos.
Ante la menor provocación (o la que se cree como tal), se reacciona. Juan e Ismael son dos trabajadores de un corralón donde se banca lo que viene. Inclusive, las directivas del jefe. Entre ellos prima la lealtad y la solidaridad, pero que pasa cuando se pasa un límite con respecto al tan mentado “deber ser”? No es una película política pero tiene clases en pugna. El sueño de quien ansia frente al que le sobra pero no tiene felicidad. El “Money, can’t buy me love” de los Beatles se hace más palpable que nunca.
Igualmente, en el punto de conflicto se juegan varias partidas en las que no hay un deseo obvio sino que va más allá. En algunos casos, podrá ser peor de acuerdo a como se ubique en la escala social y los valores adquiridos a través del tiempo. La deshumanización en pos de la educación y la otra cara de la moneda.
Un elenco exacto para una película que requiere captar la sutileza del desborde emocional. Un preciso Luciando Cáceres forma una buena dupla con Pablo Pinto como ese dúo que está a la espera que la vida les de una mano. La filmación en blanco y negro le brinda un aura especial y es un acierto de principio a fín.
Atrapante y tensa, el final con guiño a Edgar Allan Poe y una poética tan dura como real, en su contexto el cual puede comprobarse dandose una vuelta por algunos barrios de la ciudad.