Bafici 2017, XI. Lo que quedó pendiente

Pasó bastante tiempo de la finalización de la 19° edición del BAFICI. No obstante, no podíamos dejar de hacer mención a varias películas que formaron parte de la programación. Algunas, con importante presencia en la premiación final y otras, con la calidad a flor de piel. Siempre a la espera que tengan el estreno que se merece, la difusión que corresponde y la posibilidad que el público disfrute de ellas. 

La vendedora de fósforos 

Guión y dirección: Alejo Moguillansky. Con María Villar, Walter Jakob, Helmut Lachenmann, Margarita Fernández, Cleo Moguillansky. Producción: Eugenia Campos Guevara. Dirección de Fotografía: Inés Duacastella. Sonido: Marcos Canosa. Edición: Alejo Moguillansky, Walter Jakob. Productor: El Pampero Cine. País: Argentina. Año: 2017. Idioma: Español. Formato: DCP. Color. 71 minutos.
 

Textos que se cruzan para dar cuenta de una historia que contiene otras tantas. Intertextualidad constante que construye una película serena y atrapante. Desde el mismo momento en que comienza el film, con una voz relatando como fue el surgimiento del mismo, se abre como si fuera una flor con diversas historias. La visita del compositor alemán Helmut Lachenmann para presentar su versión de “La Vendedora de Fósforos”, el cuento de Hans Christian Andersen en el Teatro Colón, se mezcla con la historia de Marie, -una mujer que cuida a una anciana que es pianista- y su esposo, encargado de dirigir la ópera mencionada al principio. Paralelamente, la presencia de la hija de ambos y un paro de transportes contribuyen a enriquecer el film.

La acción se desarrolla como si fuera un rompecabezas de múltiples piezas que se van armando con un ritmo sostenido pero sin caer en el frenesí de las múltiples ideas abiertas. La conjunción entre los conflictos de la pareja protagónica, la crianza de su hija, los tiempos de cada uno se mezclan con los ensayos y con la particular vivencia de una anciana que recuerda el pasado.

Con un ritmo sostenido y actuaciones de calidad (María Villar y Walter Jakob encabezan el elenco), “La vendedora de fósforos” se convirtió en la gran ganadora del BAFICI 2017.



Una hermana 

Guión, dirección y producción: Verena Kuri y Sofia Brockenshire. Con Sofía Palomino, Adriana Ferrer, Eugenia Alonso, Saúl Simonet, Mateo Giménez. Dirección de Fotografía: Andrés Hilarión, Roman Kasseroller, Federico Lo Bianco. Sonido: Nahuel Palenque. Edición: Laura Bierbrauer, Sofía Brockenshire, Verena Kuri. Productor: Nabis Filmgroup.

Dirección de Arte: Lucía Carnicero. País: Argentina. Año: 2016. Idioma: Español. Formato: DCP. Color. 70 minutos.


Un viejo refrán dice “Pueblo chico, infierno grande”. Algo de eso hay en “Una hermana”. Una chica desapareció y es su hermana la que inicia el derrotero para encontrarla. Todo comienza con un auto que explota. Como imagen poética y alegórica, es poderosa en tanto y en cuanto lo que se hace añicos son una serie de existencias.

La dupla constituida por Verena Kuri y Sofia Brockenshire crea una película de climas donde la tensión se palpa en todo momento. Al respecto, Sofía Palomino desarrolla una actuación sentida y exacta en su rol de hermana que busca a una persona que parece haberse esfumado. Además, es una película que esboza, sugiere y lo deja en un correctísimo nivel de sutileza. Cada una de las conductas da cuenta de los lugares donde se ponen los protagonistas/personajes. Pasivos o de mucha incidencia pero sin caer en obviedades o aspectos burdos que empañarían el preciso mecanismo de relojería que tiene la película. Al respecto, la indiferencia también va ganando algunos espacios donde menos se lo espera.

Desde el mismo título denota que se pone el acento en otro lado ya que es “una” hermana, como tantas. Se puede llamar Guadalupe, Laura, Melina, Patricia o como sea. Una que representa a todas. De ahí, el diálogo constante con una coyuntura abrumadora de muerte y maldad.

“Una hermana” retoma a los femicidios pero desde otro ángulo. En ese sentido, la película no es un alegato. Es simplemente una creadora de climas y situaciones, con un suspenso propio de lo acontecido pero sin perder el rumbo respecto al hecho que relata.  




Corralón 

Guión y direccion: Eduardo Pinto.  Con Luciano Cáceres, Pablo Pinto, Joaquín Berthold, Brenda Gandini, Nai Awada y Carlos Portaluppi. Sonido: Omar Jadur. Dirección de Fotografía: Eduardo Pinto. Edición: Joaquín Mustafa Torres. Productor: Eusebia en la Higuera. Dirección de Arte: Jorge Daffunchio. País: Argentina. Año: 2017. Idioma: Español. Formato: DCP. Color: B&N. 95 minutos.


El trabajo es lo más importante en la aspiración de los “sin jeta” que buscan su oportunidad. Se pueden agarrar a cualquier resquicio de esperanza frente a la batalla –que se sabe perdida antemano- que deben afrontar cotidianamente. Por tal motivo, la dignidad y la reivindicación de su identidad no exenta de cierta noción de justicia.

Ante la menor provocación (o la que se cree como tal), se reacciona. Juan e Ismael son dos trabajadores de un corralón donde se banca lo que viene. Inclusive, las directivas del jefe. Entre ellos prima la lealtad y la solidaridad, pero que pasa cuando se pasa un límite con respecto al tan mentado “deber ser”? No es una película política pero tiene clases en pugna. El sueño de quien ansia frente al que le sobra pero no tiene felicidad. El “Money, can’t buy me love” de los Beatles se hace más palpable que nunca.
Igualmente, en el punto de conflicto se juegan varias partidas en las que no hay un deseo obvio sino que va más allá. En algunos casos, podrá ser peor de acuerdo a como se ubique en la escala social y los valores adquiridos a través del tiempo. La deshumanización en pos de la educación y la otra cara de la moneda. 

Un elenco exacto para una película que requiere captar la sutileza del desborde emocional. Un preciso Luciando Cáceres forma una buena dupla con Pablo Pinto como ese dúo que está a la espera que la vida les de una mano. La filmación en  blanco y negro le brinda un aura especial y es un acierto de principio a fín. 

Atrapante y tensa, el final con guiño a Edgar Allan Poe y una poética tan dura como real, en su contexto el cual puede comprobarse dandose una vuelta por algunos barrios de la ciudad.  


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