Comediante y humorista de primer nivel, reparte su tiempo entre las grabaciones de “Los únicos” por Canal 13 y “La Pulga en la Oreja” en teatro. Marcelo Mazzarello da un punto de vista muy particular y comprometido respecto al teatro, la militancia de los actores, la cultura y el humor.
– ¿Cómo surge la posibilidad de hacer “La Pulga…”?
– Mirá, justamente Alicia vino a ver “Doña Flor y sus dos maridos” y me dijo que quería trabajar conmigo. Yo había visto varias puestas de ella y también tenía ganas de trabajar con ella. Se ve que a ella le apareció este proyecto y me llamó para que haga de Coronado y Mogilev, que son dos personajes centrales. Me encantó la propuesta, la obra y obviamente, viniendo de ella, confiaba en que iba a ser una linda obra.
– ¿Y el hacer los dos personajes?
– Fue muy divertido y Alicia trabaja con mucha libertad. Da muchas posibilidades al actor. Fue muy entretenido y divertido pero no solo en el caso mío, que los dos personajes están escritos para que sean hechos por un solo actor pero como el elenco consta de siete actores y la obra está escrita para catorce. Incluso Marcelo Xicarts hace tres asi que esto le agregó un código más a la obra lo cual la hace más divertida.
– ¿Cómo es rehacer un clásico?
– Es redescubrirlo. A mi, lo que siempre me asombra es que un clásico, si trascendió el tiempo, es porque está muy bien escrito. Entonces casi todo el tiempo había que volver al libro porque cuando uno llegaba a una encrucijada, dice ¿Qué pasa? Seguramente, se está equivocando uno y no el autor. Entonces, en las indicaciones en particular, porque uno lee los diálogos y cree que todo surge de ahí, estaban muchas respuestas que uno se hacía, con la velocidad y el vértigo de hacerlo. Un clásico tiene la solidez de estar muy bien escrito y si trascendió el tiempo es porque algo de la sociedad sigue siendo de la misma manera y no ha cambiado.
– Hablando de la sociedad y que las cosas cambian, ¿crees que cambió el humor de los argentinos?
– Creo que no. Lo que cambió, a nivel cultural fue que se vulgarizó pero no es que se vulgarizó el público sino que se lo empezó a subestimar. Partiendo de esta idea de subestimación, se cree que es antiguo hacer humor sin insultos o hacer ciertas cosas y la gente agradece tanto cuando se hace esto. “Los únicos” es uno de esos casos, que hace un humor blanco y la gente lo agradece. Y me consta porque la gente se me acerca para decirmelo.
– ¿Showmatch es humorístico?
– No creo que sea humorístico pero si que lo ubican en ese lugar en las categorías del Martín Fierro y demás. Eso es una cosa. A ver, una cosa es el público y otra muy diferente son los medios y los que determinan los contenidos de los medios. Hay una distancia enorme, que no es representativo o que es representativo de una parte de la sociedad pero no de la sociedad toda. En particular, hay una intencionalidad en mostrar ese costado porque el otro costado nos llevaría a otras reflexiones y evidentemente, no hay demasiado interés en que la gente reflexione. Vos pensá que el humor siempre fue una manera de criticar el poder.
– Hace años ya de esto…
– No te creas que son tantos. Acordate cuando Tinelli hizo el programa de humor, ridiculizando a los políticos, la parodia de Gran Hermano, casualmente en estos últimos tiempos no se hizo más. Lo que si creo es que hay una clara intencionalidad y un acuerdo tácito o explicito que el humor desaparezca de esa manera. Que sea ya casi nada, no? Suavizado de todas las maneras posibles y sin crítica alguna.
– Hablaste de “Los Únicos” y si no me falla la memoria, con “Sr y Sra Camas” serían los únicos programas de humor hechos por actores.
– Si, y en ese lugar. Son comedias pero los cómicos, en general, como Tato Bores, donde está ese tipo de humor? Olmedo mismo con Costa Pobre. Más allá de…con crítica o sin crítica, el humor y el cómico, que puede pasar por la crítica o no, si tiene compromiso o no tiene compromiso, siempre está esa mirada de la sociedad en si. Hubo mucho cuidado en recortarlo y asfixiarlo un poco al respecto.
Quedamos con Marcelo en encontrarnos en el teatro Los Ángeles. Llega unos minutos tarde. “Perdona pero había mucho tránsito” dice, con una sonrisa y empezamos una nota que termina siendo una charla. Buen tipo por donde se lo mire, Marcelo sabe lo que dice y porque lo dice. Sin pelos en la lengua y con las argumentaciones sólidas de aquél que vivió y vio lo que vio, sin que nadie se lo cuente. No esquiva ningún tema para tocar con lo cual el ida y vuelta es rico y dinámico.
– ¿Cómo están “Los únicos”?
– Muy bien, gozan de muy buena salud. Creo que hay muchas ganas de todos los que participamos de la tira de seguir despegando. Todos estamos convencidos de que se puede lograr mucho más de la historia. No nos quedamos conformes con lo que se ha logrado y estamos peleando por eso.
– ¿Y Fortuna?
– Es un personaje muy divertido, muy agradecido, muy querido por la gente. Para mi, en particular, es una posibilidad de representar a una persona del interior, con respeto y cariño. Por supuesto que mucha gente del interior también está enojada. “No somos bobos” ni nada pero les digo que Fortuna no es asi sino que es ingenuo y que, aparte, está al servicio de lo que requiere la tira como personaje de tensión entre María y Diego, los verdaderos protagonistas.
– Sabés que me hizo acordar un poco a Teodoro, de “Doña Flor y sus Dos Maridos…
– Mirá vos…puede ser porque es el personaje bueno, ingenuo, que es mayor que ella. Es ese tipo de relación que ofrece el hombre que quiere cautivar a una mujer desde la seguridad. Esto pasa en las relaciones humanas. Creo que es lo que reflejamos. En mi caso, hago lo que veo, no invento. En este caso, se da algo similar. Hay un trío, con un muchacho más joven y fachero y yo soy el más grande y el que la conoce de toda la vida, inspirandole seguridad.
– En “Los únicos”, trabajas con Julieta Zylberberg y Pilar Gamboa, que tienen una rica historia en el under. ¿Cómo es trabajar con ellas que vienen de un palo en el que vos ya estuviste?
– Nos sentimos cómodos. No siento haber cambiado mi código ni de actuación ni de humor y ellas tienen algo similar, aunque con las diferencias de época de cada uno. Creo que por eso existen los clásicos porque en definitiva, los cambios son más de forma que de fondo. Los códigos internos, a pesar que ese estilo de humor y esa época tuvo una característica muy peculiar, no es tan distinto de lo que fue el varieté en su momento, los cómicos de revistas que salían a hacer reír con más gente. El código del actor que sale a escena a divertir, que se expone –en nuestro caso, a las 3 de la mañana, con gente totalmente alcoholizada-, es muy parecido. Me pasa lo mismo cuando me tocó trabajar con un cómico más grande como Gogo Andreu. Si, son épocas diferentes pero te sentis como que estás acostumbrado a salir a toro, en definitiva.
– Con todo el teatro que hay hoy, ¿se puede establecer un tipo de comparación con los 80?
– Hay una gran oferta teatral asi como una gran búsqueda. No se compara con lo de los 80 porque los lugares de experimentación que ofrecía el Parakultural o los lugares más…A ver, el Estado no estaba tan metido como después de la desgracia de Cromañon. El espacio de experimentación, no era solo de los actores sino también del público que iba a ver que pasaba. Eso daba mucho lugar a actores que no estaban en ningún lado, que no sabías quienes eran y otros que si. Creo que hace falta ese espacio más libre, más osado, con menos regulación, bastardo! Ese lugar…era como esas flores que crecen en el medio de un baldío, de una grieta. Esa vida que surge de lo que se abandona, de los lugares inexplorados. Creo que eso genera un marco y un clima, una manera de hacer las cosas que, me parece, está faltando. Que haya matafuegos y todo lo demás está bárbaro pero, va a ser muy difícil que de un shopping salga un artista.
– Faltaría un Cemento…
– Si, para mi, lo que le pasa a Chaban es una pérdida muy grande. Daña mucho la cultura. Es un personaje de la cultura de los 80. Lo defendería sin tapujos. Todos los que estuvimos en ese lugar –hablo de Cemento, que lo conocí y no de Cromañon-, y en el Parakultural, todos estabamos de acuerdo de estar en ese lugar. Y si nos hubiera pasado algo, yo, por lo menos, hubiera salido a decir “estuve ahí por mi propia responsabilidad”. No haría cargo a nadie de haber estado ahí porque todos disfrutábamos de eso. Eso es lo que siento que si cambió en la sociedad donde todos se apuntaron, unos a otros, en vez de decir “Muchachos, somos responsables”. Si nos mandamos una macana, somos todos responsables. Eso era antes un acuerdo social de todos los que estabamos ahí. Nadie los llevó a la fuerza. Era un ritual. “Muchachos, salió mal la cosa. Chau”. No lo digo por este caso en particular pero si me hubiese pasado a mi en ese lugar, hubiera defendido a los artistas y a los organizadores que me daban la oportunidad a mi.
– Las dos últimas, ¿cómo ves la crítica que se le hace a los actores por su militancia?
– Primero discutiría esa militancia. No conozco una larga militancia de los actores militantes. No conozco posiciones anteriores en momentos donde había que tomar posición. No veo demasiados actores en este punto. La militancia no es algo “conveniente”, no es “a conveniencia”. Desde esa época, milité en el alfonsinismo, y cuando me pareció que no servía por ese lado, uno sigue teniendo una actitud militante con su trabajo, con sus compañeros, con sus cosas en su mínimo gremio. Uno no sale a mostrarla sino que la ejerce, en silencio. Si después se siente juzgado porque hizo pública una opinión, seguro que cuando uno opina, pasan cosas. Las decisiones que uno tome y las opiniones que uno da, tienen ciertas repercusiones. De eso a que me censuren y me persigan….Yo opiné muchas veces y seguramente tuve consecuencias pero de ahí a hacer de eso una persecución…se ve que no vieron lo que era una verdadera persecución. Hay gente que está parada muy bien económicamente para decir que está perseguida o censurada.
– ¿Cómo es el minuto después de bajar del escenario?
– Hermoso. Es uno de los momentos más gratificantes que existe. En particular, siempre me ha tocado hacer cosas que disfruto (es lo que busco). Entonces, el momento posterior a bajar del escenario, que son varios y pueden ser horas, es como el aterrizaje de un avión, una bajada de adrenalina muy alta. Es como que te bajaste de una montaña rusa pero sin mareo, solo con la adrenalina. Es mucho más alto. Es indescriptible porque es un momento muy lindo. De extasis!