Como maleta de loco
Lo que Gordon Matthew Summer -el Aguijón, para los amigos- cantaba con una metáfora alienatoria de dos minutos y trece tiene su correlato teatral en “Terra”. Ver un escenario lleno de despojos de ropa y un par de palanganas llenas de agua es un tanto sorpresivo y porque no decirlo, incomodo. En el medio, una valija desvencijada y vieja que guarda un secreto en forma de hombre. Este es la encarnación de varias épocas que han atravesado no solo nuestro país sino el mundo entero.
La creación de un universo de sentido a través de recursos mínimos es fantástica. Javier Medina hace de su cuerpo el instrumento para que los hechos lo atraviesen en forma de situaciones o palabras. De esta manera, se viaja a través del tiempo en el intento de llegar a un destino llamado “Patria” y ver ambas caras de una moneda que tendría que ser una sola. La riqueza de los diálogos y parlamentos permiten varias lecturas con alusiones de todo tipo. Ese destino del que se fue víctima a pesar de ser “la flor y nata” de vaya a saber uno que sociedad. ¡O lo que es peor, sabiendo a cual sociedad se está refiriendo! La dicotomía que plasma la puesta es fácilmente reconocible en estos tiempos y desde hace algunos años. Sobre todo cuando Medina mira al público y dice, palabras más, palabras menos, “Ustedes me pidieron que haga lo que hice”. Ese concepto, esa idea, -por más tenebrosa e inquietante que sea- tiene destinatarios reconocibles y es a través de estos puentes invisibles de creación de sentido donde la puesta gana en el contenido que desea transmitir. El ying y el yang de una situación que marcó a fuego no solo a nuestro país sino a varias épocas del mundo a través de muertes y purificaciones varias de unos en detrimento de otros.