Es extraño escribir sobre uno de los héroes que uno ha adoptado a través del tiempo y que el mismo llegue a una edad avanzada…! Y esto no es una crítica ni nada sino extrañeza porque, para quienes admiramos su obra, Dylan es Dylan y no tiene edad. Es como esos héroes oscuros y gruñones que saben de su talento y lo comparten en forma de música en un CD (antes, un disco o un cassette). Nadie se lo imagina retirado sino componiendo y craneando arreglos nuevos para sus canciones recién salidas del horno o para sus clásicos de siempre y probar por enésima vez a su público. Porque Bob (que atrevimiento el mio, llamarlo a Él, por su nombre de pila) cambia sus canciones de tal manera que «pincha» a sus seguidores. “Ustedes son mis fans? A ver si adivinan cual es esta” y de esa manera, hizo delirar a los presentes en el estadio de Velez, aquél 17 de marzo de 2008. Dylan hace su propio camino tanto en estudio como en vivo, lejos de los shows para las masas que hacen sus contemporáneos Stones o Mc Cartney. ¿O acaso alguien se lo imaginó a Bob con la remera de la selección argentina?
Él no es complaciente sino parco, para adentro, con unos ojos claros y desconfiados. Dueño de un talento tan grande como controversial pero siempre genuino y contestatario. Se cansó del folk y se electrificó, influenciado por cuatro chicos de Liverpool. Al respecto, el ex Teddy boy británico de ojos rasgados, lengua mordaz y miopía extrema, empezó a juguetear con las palabras. La influencia era mutua.Sobrevivió a varias tempestades. Un accidente de moto en 1966 lo sacó de la ruta por un tiempo pero volvió. Un divorcio, de esos que duelen con el corazón en la mano, le permitió sacar el sublime «Blood on the tracks» donde exorcisa sus demonios e intenta curar las heridas del corazón. En el 97, una histoplasmosis lo mandó al hospital con altas posibilidades de ir a ver a Elvis y Lennon antes de tiempo…..pero no solo superó esa contigencia sino que publicó el excelente «Time out of mind». Él seguía soplando en el viento…..
Se pasó al cristianismo para volver al judaísmo y tocar con Juan Pablo II, dos himnos cono “Knocking on heaven’s door” y “A hard rain’s gonna fall”.
Rompió con los moldes que le quisieron (im) poner tanto los fans, los músicos o los periodistas. Sacó discos geniales –muchos…muchísimos- y algún que otro pedorro –los 80 tan temidos…- pero estos serían genialidades si, eventualmente, los sacasen aquellos ladrones que se arrogan méritos basados en el hurto del talento ajeno.
A través del tiempo, su nombre fue sinónimo de excelencia ya que apenas salía un cantautor versatilidad con la pluma, decían que era el “nuevo Dylan”. Que grande que será Bob, que fueron llamados asi unos nenes como Tom Waits, Leonard Cohen o Lou Reed, artistas de calidad excelsa.
Que hoy por hoy, su voz sea más cascosa que de costumbre –aunque nunca en el tono Pato Donald que logró en su “Unplugged”-, es lo de menos cuando se escuchan canciones como “Ballad of the thin man” o “ Not dark yet”. Las palabras, las imágenes, la poesía de sus letras, hacen que sea esa voz y no otra, el canal ideal para llevar a cabo, la tarea simultanea de conmover y abrir las entrañas de la materia gris. Seamos honestos y aceptemos que si Placido Domingo cantase “Just like a woman”, sonaría –quizás, no estoy seguro- mejor pero con la misma vida que un tiranosaurio embalsamado.
Su personalidad compleja, multifacética y camaleónica solo pudo ser llevada con pasión y dignidad en el cine por la genial Cate Blanchett en “I’m not there”. Una mujer llevó su imagen a lugares al que un hombre no tendría herramientas necesarias para llevar tanta poesía y sensibilidad.
Fue un Lou Wilbury dentro de esa familia disfuncional y sublime que compartió con George Harrison -otro de los chicos de Liverpool influenciado por Bob-, Tom Petty, Roy Orbison y Jeff Lynne, la última superbanda que pisó esta tierra con dos discos excelentes.
Mientras rezamos la siguiente plegaria:
Padre Bob, que estás en el “Never ending tour”. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu “Blonde on blonde”, hagase tu poesía tanto en los vinilos, libros, CD o Internet. Danos hoy nuestra “Desolation Row” de cada día. Perdona a los moluscos ladrones asi como a los que piden que repitas tu set en los recitales porque son fans de los hits de un artista. No nos dejes caer en la tentación de las letras vacías ni en el mal gusto por las bandas y artistas prefabricados por una compañía. Amén”
Solo queda levantar una copa, desearle muchas felicidades y rogar que su “gira interminable” lo traiga de nuevo a esta ciudad. Gracias, Mr Zimmerman, por todo.
Por escribir, por cantar…
Por ser Bob Dylan.