Como el pan artesanal, recién horneado, las canciones de Román Giudice son igual de apetecibles. Suenan bien, tienen una duración exacta y hace de la sencillez un culto, sin que esto implique carencias de producción o un sonido despojado. Se escucha limpio (quizás demasiado), con la cadencia de las buenas canciones que están dispuestas a ser escuchadas más de una vez sin ningún tipo de molestia pero sin mucha sorpresa.
Giudice, líder de Lo Pez, no aborda las canciones desde un estilo más ligado a lo folklórico sino que busca darle otro tipo de sonoridad. De esta manera, los estilos se van intercalando muy sutilmente, de manera muy amena, lo cual para muchos será una virtud y para otros, una desventaja ya que se navega en aguas previsibles con cambios ya preestablecidos. Igualmente, hay que tener en cuenta como fue la conformación de la banda que acompañó a Giudice, que es el propio Giudice en guitarra y voz, Pablo Juarez en Piano, Rhodes y voz, Franco Exertier en Percusión, Tomas Pagano en Bajo, Juan Pablo Sarago en Guitarra y voz y Federico Nicolao en Coros y guitarras. O sea, se buscó la conformación de un sonido limpio, sin fisuras, con una banda que mantiene la excelencia a través de las canciones y los estilos de las mismas.
El bajo dice presente en el comienzo del disco, en “Abre” para después jugar con el ritmo folklórico que va tomando una canción rica en sus sonidos, al igual que “Valer la pena”. Pero si de folklore se habla, “A Santiago” se mantiene en esa línea, con una chacharera a dos voces. “Beroki” es una bella canción con una melodía limpia y apacible al igual que “Punto de encuentro” que tiene una percusión de neto corte folklorico y un teclado jugando con la melodía. Una guitarra y su arpegio da el puntapié inicial a “Pero con ganas”, un tema de “impronta uruguaya” al igual que varios del disco, siendo esta el hilo conductor del mismo en un punto. Una atmósfera más campestre se aprecia en canciones como “Agua de mis pies” y “El Carro” aunque esta cuenta con una armónica en el comienzo que parece que va a dirigir la canción para otros horizontes pero la mantiene en esta tónica. La bossa nova dice presenta con “Bella flor”, cantada a duo con Gabi la Malfa. Las letras apuntan a la sencillez de la cotidianeidad con lo cual determina bien el público al cual apunta, sin mayores pretensiones en esta área y buenas melodías para el oído nocturno o de reunión de amigos. De esta manera, se puede apreciar la “Canción del pañuelo”.
El bajo dice presente en el comienzo del disco, en “Abre” para después jugar con el ritmo folklórico que va tomando una canción rica en sus sonidos, al igual que “Valer la pena”. Pero si de folklore se habla, “A Santiago” se mantiene en esa línea, con una chacharera a dos voces. “Beroki” es una bella canción con una melodía limpia y apacible al igual que “Punto de encuentro” que tiene una percusión de neto corte folklorico y un teclado jugando con la melodía. Una guitarra y su arpegio da el puntapié inicial a “Pero con ganas”, un tema de “impronta uruguaya” al igual que varios del disco, siendo esta el hilo conductor del mismo en un punto. Una atmósfera más campestre se aprecia en canciones como “Agua de mis pies” y “El Carro” aunque esta cuenta con una armónica en el comienzo que parece que va a dirigir la canción para otros horizontes pero la mantiene en esta tónica. La bossa nova dice presenta con “Bella flor”, cantada a duo con Gabi la Malfa. Las letras apuntan a la sencillez de la cotidianeidad con lo cual determina bien el público al cual apunta, sin mayores pretensiones en esta área y buenas melodías para el oído nocturno o de reunión de amigos. De esta manera, se puede apreciar la “Canción del pañuelo”.
Con “Cantar” levanta un poco el ritmo con una guitarra que arpegia por sobre la voz de Giudice, provocando una sonrisa de complicidad al escuchar “solo me queda cantar por tu alegría” y relacionarla con el “Cualquiera puede cantar” de los Auténticos Decadentes. “Otra cosa” hace honor a su título siendo el mejor tema del álbum, con un ritmo más jazzero que coincide con la voz y la cadencia de Giudice, alejándose con éxito de la impronta rioplatense que se escucha a lo largo del CD. “Vidalero” es un tema muy limpio para ser una vidala pero se mantiene dentro de la atmósfera de un disco grabado en vivo, salvo alguna regrabación aislada pero que no quita esa impronta.
“Canciones de la propia panadería” es un disco que se deja escuchar en todos los sentidos. Es agradable y se mantiene en la tónica de nuevos cantautores de la cotidianeidad y cierto guiño campestre matizado con el aura rioplatense.