Allí se desarrollan historias de vida, que incluyen el amor, la fiesta, el trabajo y hasta algún que otro fragmento de un discurso presidencial. Encuentros y desencuentros románticos y disparatados (“¿me apuré?” preguntará un clown sobre el apresuramiento en declarar su amor a una dama) van y vienen a través del tiempo con un desarrollo ameno y un humor sano aunque no exento de una sutil ironía. Los gags son graciosos, junto con una musicalización interesante y curiosa así como las coreografías que se realizan en la puesta.
La iluminación y la escenografía es la adecuada para que el elenco se mueva como pez en el agua en el marco de una dramaturgia sencilla y exacta, que atrapa con lo que va aconteciendo en el escenario. Las actuaciones denotan consistencia y ternura al tiempo que mantienen la complicidad con un público compuesto por grandes y chicos. Si un niño se ríe, es garantía absoluta de que el espectáculo es entretenido y las risas eran palpables.
“Bodegón” no deja afuera a nadie y divierte a todos, dando la pauta que el clown es un género que no debe ser menospreciado.