De manera pendular, la puesta criticará a la ciencia y a la religión, de manera tal que los argumentos esgrimidos no darán tregua en la atención que requerirán para su justa comprensión. Ironía, sarcasmo y humor serán las formas que se utilizarán para darle forma a una fuerte crítica al “deber ser” y a cierta conciencia “bien pensante” que elude el debate de situaciones críticas y polémicas. Allí, en el texto, es donde reside la riqueza de la obra, incomodando con argumentos de los más imaginativos aunque, no por eso, menos sustentables.
Si bien la puesta cae un poco en la última parte, ya más onírica y no tan “real”, el combo completo hace un disfrute reflexivo completo a través del existencialismo de su propuesta. La escenografía es minimalista y atemporal, creando junto con la iluminación los ambientes en los cuales los actores desarrollarán excelentemente sus respectivos personajes.
Alejandro Turner retrató con sutileza un tema ponzoñoso para el común de una sociedad que no quiere verlo aunque esté latente.