El 22 fue mi onomástico y recibí como regalo la condena de genocidas como Jorge Rafael Videla, Luciano Benjamín Menendez, en Córdoba y de otros con menos “prensa” como el Turco Julián o el ex comisario Miara, en Buenos Aires. Como siempre, se alzaron que continúan hablando de “la teoría de los dos demonios”, intentando bajar el tono de la crítica a los militares que “hicieron lo tuvieron que hacer –aunque se les fue la mano-, frente a los guerrilleros”.
Al respecto, me suena como una repetición de loro la forma en que se dice, como si se quisiera convencer de algo que no es asi. Más desde el momento en que no se puede comparar el poder de una guerrilla (casi acabada en esa época) frente al de un Estado.
La definición de “Terrorismo de Estado” dice lo siguiente: “Utilización por parte de un Gobierno, de métodos ilegítimos orientados a inducir el miedo dentro de una población civil determinada para alcanzar sus objetivos sociales, políticos o militares, o fomentar comportamientos que no se producirían. Dichas actuaciones se suelen justificar por la «Razón de Estado». Se ha considerado que el terrorismo de Estado adquiere una o varias de las formas siguientes:
La definición de “Terrorismo de Estado” dice lo siguiente: “Utilización por parte de un Gobierno, de métodos ilegítimos orientados a inducir el miedo dentro de una población civil determinada para alcanzar sus objetivos sociales, políticos o militares, o fomentar comportamientos que no se producirían. Dichas actuaciones se suelen justificar por la «Razón de Estado». Se ha considerado que el terrorismo de Estado adquiere una o varias de las formas siguientes:
1. Uso de la coacción o persecución ilegítima, el secuestro, la tortura, el asesinato o ejecución extrajudicial utilizando recursos policiales, parapoliciales o paramilitares.
2. Creación, normalmente en secreto, de organizaciones terroristas clandestinas convencionales -reales o simuladas-, apoyo a las mismas o negligencia deliberada en su persecución. A veces, estas organizaciones se presentan como extremistas de las fuerzas opositoras, lo que otorga mayor justificación a sus promotores de cara a la opinión pública.
3. Instrucción o inducción a la tropa propia para que actúe de tal manera que cause terror en la población civil del enemigo, o negativa a introducir medidas que limiten o persigan tales acciones. La Escuela de las Américas (la conocen?) entrenó a numerosos militares latinoamericanos.
4. Realización abierta de operaciones militares con el mismo objetivo, que se suelen denominar «encaminadas a romper la moral del enemigo», normalmente mediante el uso de Armas estratégicas u otro armamento cuyas características produzcan un grave estado de inseguridad y temor en la población civil. Actualmente, estas operaciones se enmascaran con frecuencia aduciendo que se trata de daños colaterales de ataques realizados contra objetivos militares legítimos cuya relevancia, sin embargo, resulta ser insignificante en comparación con el daño o pavor sufrido por el personal civil.
5. Creación de una política que impida a la propia población el abandono del país, bajo pena de prisión o muerte.
Con este tipo de precisiones, creo que no puede haber comparación entre los bandos en cuestión, ¿no? Porque si se intentase seguir comparando ambas posiciones, tendríamos que decir que tiene ver con otras cuestiones como la falta de participación política de la población, su comodidad y anomia frente a los acontecimientos y un nivel cultural pobrísimo que le impide discernir ante los hechos.
Cuando Menéndez dice «El propósito de los subversivos al declarar la guerra revolucionaria era asaltar el poder para instalar un régimen comunista y la Argentina se convertiría en un triste satélite de Rusia y dejaríamos de ser libres”, una libertad que Menéndez y toda la jerarquía militar negó en tanto y en cuanto no se sometiese a sus designios. O sea, libertad para el que es como uno y al que no, “palo y a la bolsa”. Agregó que «era la guerra peor, la más total de todas las guerras, la guerra revolucionaria; no era por un pedazo de territorio, sino que apuntaban al alma de nuestro pueblo para someterlo a un régimen despiadado y brutal». Entonces, ¿cómo se calificaría al régimen militar si no fue “despiadado y brutal”?
Para finalizar con los dichos de Menéndez, dijo que «Ya van siete años de autoritarismo e indignidad. Un período de oprobio y de violación sistemática de la Constitución«. Veamos, los gobiernos fueron elegidos democráticamente, a través del voto popular, con libertad de pensamiento y expresión. ¿Dónde está el autoritarismo y la violación de la Constitución? ¿O será que pactaron con todos los gobiernos anteriores, desde CSM hasta Duhalde en hacer la vista gorda frente a las masacres ocurridas? Además, este gobierno “autoritario” –según su visión- le brindó la posibilidad de un juicio, con jueces y abogados, algo que no tuvieron los treinta mil desaparecidos, cortesía de los valores esgrimidos por los militares.
Al decir todas estas cosas, no se pone en duda solo lo que sostienen los militares sino al inconsciente colectivo de gran parte de la población del país, muy poco acostumbrado a discutir con argumentaciones válidas lo que ha ocurrido a través de los años. Porque, a la larga o a la corta, siempre se termina haciendo la gran “Yo? Argentino” y que pase el que sigue por más que las manos estén manchadas de sangre. Por eso, ante un afiche como el de Cleto Cobos (Te recuerdo, Cletito que el que inició los juicios fue Raúl Alfonsín, que no era ni montenero ni nada por lo que el verso del revanchismo se cae enseguida) que dice “La Argentina en Paz”, yo pregunto “¿a cambio de que?”. Porque parece que no recuerda la frase que decía el gran Simon Wiesenthal “Justicia, no venganza” y si la Justicia implica juzgar a los genocidas por más que tengan la edad que tengan y cumplan sus respectivas condenas, que se haga. O acaso alguien le dice al pueblo judío “Olvídense de los nazis, que está todo bien. Ya pasó”. ¿O a los armenios lo mismo para con los turcos? Ambos, dos casos de Terrorismo de Estado –entre tantas cosas- por demás elocuentes. Recordemos que tampoco hubo “justicia por mano propia” en contra de los militares por lo que vuelvo a preguntar ¿De qué revanchismo me hablan?
Si Cecilia Pando aparece aplaudiendo el discurso que brindó Duhalde en su lanzamiento para la Presidencia en el 2011; si los grandes medios no le dan mucha trascendencia a lo ocurrido o peor, por la vorágine periodística, se cambia de titulares con un neurótico frenesí; si muchos que apoyaron a las Madres y Abuelas ahora se dan vuelta porque dejó de ser “políticamente correcto apoyarlas”; si es lo mismo para la mediocre vida que lleva uno que esté en el Gobierno Cristina, Macri, Duhalde, Stalin, Obama o Mussolini. ¿Qué representa esto? ¿Qué significa?
Usemos el cerebro, debatamos y hablemos pero con argumentaciones, dejando de lado fanatismos y los tan remanidos “si porque si”, “no porque no” y demás verdades no escritas. Preguntemonos ¿por qué, en una revuelta por la reincorporación de trabajadores tercerizados, aparecieron chicos que saquearon los comercios de Constitución? ¿Por qué pasa todo esto que pasa? ¿Será porque se están produciendo cambios que no le gusta a gente que no está acostumbrada a ningún cambio?
Pensemos, simplemente, pensemos y démonos cuenta de lo que ocurre siendo protagonista de los hechos, participando y debatiendo. No ocultando la cabeza como un avestrúz, tal como se hizo en épocas no tan lejanas.