Marzo 24, hoy, hace tres y treinta y nueve años y el futuro

Marzo es un mes en el que, como decía Nico Repetto en “Fax”, “pasan cosas”. Como soy un iluso (al pedo –perdón por la expresión- y encima cascarrabias –peor aún porque sé que me ilusiono en vano-), siempre tuve la esperanza que nuestro pueblo despierte del letargo del que vive desde hace años y recuerde con reflexión y búsqueda de justicia lo ocurrido el 24 de marzo de 1976, con el Golpe de Estado. Nunca ocurrió esa movilización generalizada y abarcativa de las diversas particularidades de los habitantes de este país para defender la democracia y repudiar el Golpe.

Hoy es feriado pero para lo único que sirve es para que todos se vayan de vacaciones. Que me da bronca, no lo niego aunque tampoco voy a ponerme en “ortiva”. Lo único que pido es un poco de reflexión porque no es un día “festivo” el 24 de marzo asi como tampoco lo es el 1 de mayo, Día del Trabajo, con la masacre que hubo. Pero como a nuestra gente no hay poronga que le venga bien, también se quejará por los feriados “festivos” como el implementado este año con el Carnaval.
Pero parece que el recuerdo de una fecha como la del 24 de marzo, es símbolo –ahora- de querer “volver a dividir al país”, de “fomentar el odio” y pelotudeces semejantes (perdón el vocabulario pero la verdad, me enervan de una manera….terrible).
Llega otro 24 de marzo y se volverá a hablar de “la teoría de los dos demonios”, intentando bajar el tono de la crítica a los militares que “hicieron lo tuvieron que hacer –aunque se les fue la mano-, frente a los guerrilleros”. Suena como una repetición de loro la forma en que se dice, como si se quisiera convencer de algo que no es asi. Más desde el momento en que no se puede comparar el poder de una guerrilla (casi acabada en esa época) frente al de un Estado.
La definición de “Terrorismo de Estado” dice lo siguiente: “Utilización por parte de un Gobierno, de métodos ilegítimos orientados a inducir el miedo dentro de una población civil determinada para alcanzar sus objetivos sociales, políticos o militares, o fomentar comportamientos que no se producirían. Dichas actuaciones se suelen justificar por la «Razón de Estado».
Al decir todas estas cosas, no solo se pone en duda lo que sostienen los militares sino al inconsciente colectivo de gran parte de la población del país, muy poco acostumbrado a discutir con argumentaciones válidas lo que ha ocurrido a través de los años. Porque, a la larga o a la corta, siempre se termina haciendo la gran “Yo? Argentino” y que pase el que sigue por más que las manos estén manchadas de sangre. Cuando se habla de una “Argentina en Paz”, yo pregunto “¿a cambio de qué?”. Porque parece que nadie recuerda la frase que decía el gran Simon Wiesenthal “Justicia, no venganza” y si la Justicia implica juzgar a los genocidas por más que tengan la edad que tengan y cumplan sus respectivas condenas, que se haga. O acaso alguien le dice al pueblo judío “Olvídense de los nazis, que está todo bien. Ya pasó”. ¿O a los armenios lo mismo para con los turcos?. Ambos, dos casos de Terrorismo de Estado –entre tantas cosas y tantos otros casos- por demás elocuentes. Recordemos que tampoco hubo “justicia por mano propia” en contra de los militares por lo que vuelvo a preguntar ¿De qué revanchismo me hablan?

Hace siete años, eran las 23.13 hs exactamente de un día como hoy y se escucharon ruidos. Recuerdo que me asomé a la calle y sonaban cacerolas. Ese 24 de marzo del 2008, (tal como hoy en día, en 2015) se volvía a cumplir un aniversario más del golpe de Estado que dio comienzo al Proceso de Reorganización Nacional. Pero las cacerolas sonaban como solidaridad con el campo y no para recordar a los 30.000 desaparecidos.
Justamente, el “campo” fue testigo privilegiado de la Dictadura.  Y ¿quién salió ese 24 de marzo del 2008 a “hacerle el aguante”? ¡La Clase Media! Es lógico. Me acuerdo que faltaron un par de alimentos en las góndolas y se puso histérica. Y que mejor aliada que la clase media para este reclamo “de clase”.
La misma clase media que “usó” en el 2001 a los piqueteros como apoyo a sus reclamos por el “corralito”, al grito de “Piquete y cacerola, la lucha es una sola” y que después, volvió a putearlos como “vagos de mierda que me cortan la calle y no me dejan ir a laburar en paz” cuando pudo volver a tener –algo- de la plata que tenía en sus cuentas corrientes.
La misma que en su momento, golpeó las puertas de los cuarteles para que haya un poco de orden en este gran lío que se llama Argentina y que propagó el modelo de los militares criando hijos con axiomas como “no te metas”, “por algo será”, “algo habrán hecho” o “¿Yo? Argentino”.
Al día de hoy, no recuerdo ningún cacerolazo ni una presencia masiva para el 24 de marzo por las distintas marchas por los Derechos Humanos pero ¿No será que nuestra clase media votaría al mismísimo Stalin o Hitler con tal de que mantenga bien satisfechos sus “caprichos de clase”?
 

Tampoco puedo olvidar a los medios, (de los que soy parte), con su responsabilidad en estos temas. Porque así como son buenos para narcotizar a la opinión pública, son buenos para exaltar fantasmas. Y que mejor que una población con exceso de “Gran Hermano”, “Mirthas”, “Marcelos” y “Susanas” para comprar todas las ideas que se venden. Más aún, cuando en nombre del “derecho a la libre expresión”, se puede decir cualquier cosa sin ningún sustento.

Ni hablar de quienes sostienen que, en nombre de la tan mentada «pacificación», piden no hablar de «estas cosas» asi como hacer «borrón y cuenta nueva» apoyándose en plataformas políticas que gozaran del apoyo de quienes tiene complejo de «conciencia limpia», por acción u omisión.
 

Lo peor de todo es que, conociendo la esquizofrenia llena de prejuicios de nuestra gente, no faltará quien diga «esto antes no pasaba». 
Estamos en un proceso democrático que costó mucho conseguir pero también esa democracia debe estar basada en la concordancia, el respeto y en la unión de todas las personas que conforman la población del país. Cualquiera sea su ideología política. En esto, estamos todos, guste a quien guste y pese a quien pese ya que todos vivimos en este país y sería genial, dejar de lado el egoísmo personal para apuntar al crecimiento general.
Porque en el país de “las chicas más lindas del mundo, de la avenida más larga del mundo”, tenemos también la “memoria y autocrítica más corta del planeta”.
¡Bienvenidos al Caleidoscopio!

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