Estrenó “Off Man”, un unipersonal basado en los últimos días del malogrado y talentoso Philip Seymour Hoffman al tiempo que transita su paso por el teatro desde una perspectiva muy personal. Director y docente de teatro, Yoska Lazaro analiza su forma de enseñar, la concepción de una puesta, los públicos y recuerda el éxito maldito de “Vago”.
Fotos: Cecilia Inés Villarreal
-Yoska, estrenaste “Off man”. ¿Cómo surge esta puesta?
– Por un lado, el año pasado hice mucho teatro como actor. Me agarró la curiosidad de cómo me iría en un unipersonal. Como formador de actores, creo que la vulnerabilidad mayor la tiene este tipo de espectáculos. A la vez, pienso sus procedimientos. Siento que eso me acerca a la situación que tiene un actor cuando viene a entrenar conmigo. Por otro lado, me llamaba la atención meterme en esta pirueta tan compleja para mi con un personaje que piensa mucho la honestidad actoral, algo sobre lo que reflexiono mucho. Entonces, ser honesto en una ficción con alguien que habla de honestidad, era un reto y un homenaje al propio actor. Todos lo reconocen como un gran actor secundario, más allá de su Oscar por “Capote”. No tuvimos el tiempo para verlo en su esplendor por su desaparición.
– ¿Qué representa para vos Philip Seymour Hoffman?
-Es raro porque soy poco actor. Me siento atravesado y creo que nuestro trabajo es una profesión. Nuestra funcionalidad es que el espectador transite cosas. Ponemos el cuerpo a disposición aunque no soy muy de esta cosa poética de llevar la actuación a la sensibilidad. Pero me encuentro con frases de mi personaje que le pasan igual que a mí. “Lo peor de la actuación es la concentración extrema que se debe tener para la composición de un personaje”. Los días que hago función, desde que me levanto, pienso en el personaje.
-Lo empezas a trabajar al toque…
-Si. Incorporo algunos gestos propios del personaje. Empiezo a entrar en su problemática y afinidades. Escucho música similar. Todo me ayuda para que, cuando llego a la función, todo sea consecuencia de lo que fue pasando durante el día. Ojo, no es que me aíslo, pero mi cabeza va pensando los textos. El cansancio y el deseo de estar mejor. Me sorprendo al encontrar las complicaciones del propio personaje que dice en el espectáculo. Eso es lo que me pasa a mi, todos los sábados.
– ¿Cómo llegaste al texto?
– Es de Iván Cerdán Bermúdez. Un amigo lo había hecho en Madrid, pero no pude verlo. Cuando aparece mi idea de hacer el unipersonal, ya tenía este monólogo sobre Hoffman. Me contacto con el autor y nos pasa el texto. Ahí, se lo acerco a Fernando García Valle, director del unipersonal. También le pedimos al autor meterle mano al texto. Si bien estaba muy bien, había una aceptación de la finitud de la vida de PSH, con la que no acordábamos. Nosotros siempre creemos en la pulsión de vida. Entonces, había un final ilógico. Según lo que se investigó, Hoffman no quería fallecer, sino que se “le fue la mano” en la búsqueda de estar mejor. Fernando mete otros textos como los fragmentos de “Días sin huella” de Billy Wilder o la coreografía de Jesucristo Superstar que hace del espectáculo, no solamente más colorido sino más positivo.
-Cuando vi el espectáculo, giraba sobre “la pasión” de PSH.
-A ver, no nos interesa mucho la emoción en la actuación en tanto la cosa lacrimógena que apunta a la victimización. De hecho, trabajo mucho con mis actores el no confundir la honestidad de la actuación con la emoción. Que crean que, por el hecho de estar emocionados, están actuando. Principalmente porque el ser humano reprime la emoción. El actor hace pornografía emocional, mostrándola bajo una luz. De hecho, en la obra no hay golpes bajos y el personaje no derrama una lágrima. Si llega a pasar es consecuencia de lo que estamos haciendo y no un objetivo. No hacemos un espectáculo de la vida de otro ni lucramos con la tragedia.
-Fernando Dominguez comparte con vos el escenario. Es casi como un personaje invisible.
-Eso fue idea de García Valle. Decidió poner ese hombre que no estaba en el texto. Fer Dominguez se formó conmigo, era un alumno. Para él era raro tener que ser tan severo con mi personaje. Me arregla, me pega dos cachetazos y sin hablar. Tiene algo muy lindo su personaje que es la neutralidad con que trabaja. Los demás puedan proyectar en sí lo que les pasa con el personaje. Además, es un excelente compañero.
-Lo mismo puede decirse de la iluminación y el vestuario….
– Toda la puesta es nuestra. Es de Fer García Valle aunque es inevitable que, siendo su primera dirección y habiendo trabajado conmigo, haya metido un poco la mano pero siempre respetando su palabra y su lugar. Fer está con nosotros desde que empezamos con la compañía Teatro a Tres Velas en el 2007 y en “Vago”. Fer pensó todo esto. Aparte, contamos con un muy buen equipo. La iluminación con Paula Fraga la venimos haciendo siempre. Lula Rojo se incorporó cuando hicimos “Gris mate” y ya quedó con nosotros. Es algo que pensamos todo en conjunto. También usamos una máscara de Philip Seymour Hoffman que queda en el perchero y tiene una presencia poderosa. Hay varias interpretaciones al respecto. El deber ser y lo que uno es, el actor y la persona, que siempre están en tensión.
-¿Cuánto cambió la obra de la primera función?
– Empezamos a estar conformes lo cual nos da tranquilidad. Después está la responsabilidad de que siga saliendo bien. Ahora estoy más tranquilo con la textualidad. Es una obra que me llevó, en su momento, durante meses, el estudiar tres veces por día el monólogo y no lo conseguía. La dificultad que tiene la obra es que, como estamos hablando de los últimos días del personaje, los diálogos pueden ser inconexos. Entonces, no tengo de que agarrarme para saber que viene ya que va cambiando todo el tiempo. Cada fragmento tiene dos partes distintas. Entonces sé que va a cambiar, pero también tengo que saber dónde.
– ¿Cómo sigue “Off Man”?
– Seguimos con la obra hasta fín de julio y después me voy a hacerla a Chile. La hago el 8 de agosto para SIDARTE, que es el sindicato de actores de Chile. Voy a dar clases con la escuela y funciones con la obra.
Sobre la actuación y la imitación
– ¿Qué te dice la gente cuando termina la función?
– “Sos más flaco de lo que pareces” (risas). Más allá de esto, muchos no me habían visto actuar. Me conocían dirigiendo o dando clases. “Este hace lo que enseña”. Hay una aceptación de mi trabajo que me pone muy contento. Además, me llama la atención cuando me dicen lo bien que estudié “los gestos” –que no es así- y que, a medida que pasa la obra, me voy pareciendo más a la idea que tenían de quien era PSH. Esto también es una proyección del espectador. Conseguir eso es lo que, de alguna forma habíamos pensado, cuando vimos “Bohemian Rhapsody” con un Freddy Mercury que no se parece y al final lo logra. O en “Elvis” o “Blonde”. Conseguir eso me pone muy felíz. Entramos a escena tratando de contar la historia como podemos. Ese contarla y vivirla cada vez, hace que cada función, sea una narración nueva para nosotros.
-Pusiste unos ejemplos de cine muy interesantes que serían lo opuesto a lo que hizo Jamie Foxx en “Ray” que termina siendo una imitación…
-La actuación estaría, en este caso, en conseguir lo que le pidieron. En algún punto, también es el camino más sencillo. Tenes que arriesgarte a que no sea igual y la gente lo termine viendo, que es lo que hace Rami Malek. En nuestro caso teníamos muy en claro que no era una imitación. No me parezco en nada a PSH. Partiendo de ahí, apelamos a unos signos que eran funcionales, que tenían que ver con el cuerpo, el maquillaje y el pelo. En esto último, encontramos otro sistema diferente al que tenía al principio de las funciones que me tomaba 50 minutos de ducha de agua caliente para sacarme el color. Esto llegó a afectar las raíces del cuero cabelludo. Por suerte después encontramos otra manera.
– ¿Qué te piden tus alumnos cuando van a tomar clases? Aprender, ser estrellas….
– La mayoría de los que estudian actuación no quiere hacer teatro. Si pudieran hacer cine o televisión, mejor. Es muy poca la gente que estudia actuación que sea teatrista o que les interesa realmente el teatro en su totalidad. Hay un gran error en el medio al confundir a la actuación con el teatro. Desde hace un tiempo, el público quiere soluciones inmediatas. Que uno se instale una aplicación y eso ya habilite la propia actuación. Nosotros nos peleamos con esa idea y los invitamos a pensar la actuación como un hecho artesanal, cuyo punto de partida es la propia persona. Al entenderse artísticamente, en tanto su forma de ver las cosas y su deseo de comunicación, esa persona tiene que ir encontrando su “cómo”. Eso cuesta por este deseo de soluciones inmediatas, que no las hay.
Otro punto es que quieren ser “orgánicos” cuando están actuando, confundiendo la cotidianidad con la honestidad de la actuación. Entonces, como la actuación parece ser lo que estamos haciendo ahora, que es tomar un café en un bar. La energía de la actuación es tan baja que busca un símil cine, y no es suficiente para lo que se necesita en teatro. La mayoría quiere ser bueno en lo que hace sin saber qué hay que hacer.
-Conocí una persona que decía, en relación con el inglés que “hablo más de lo que entiendo” Esto es lo mismo…
-Es que la mayoría de los actores, si les preguntas, “¿Qué actúa un actor?”, las respuestas van a ser distintas. Es difícil si no tenes en claro que es lo que actúa un actor… Te dicen “emociones” o te dan respuestas técnicas, sin saber qué es lo que tiene que hacer.
-Justamente sos docente de la técnica Meisner que es muy particular en el trabajo con la emoción…
– Exacto. La emoción no tiene un lugar prioritario, sino que es la consecuencia de transitar –como uno pueda- una situación imaginaria. Siempre teniendo en cuenta que el elemento fundamental es la persona. No con sus vivencias en relación con lo que le pasó, que le puede generar determinadas emociones, sino entendiendo que uno es interprete porque cada uno percibe todo de manera singular. Tal como uno interpreta eso, es como se va a actuar. El principio de singularidad en la actuación está en la aceptación de que cada uno interpreta todo de manera distinta.
Vivir teatro
-Recién dijiste que tenés una manera muy artesanal de abordar el teatro….
-Totalmente, es lo que siento. A lo mejor no me sale otra cosa. A la actuación la pienso de una forma artesanal. Cuando uno actúa, tiene que construir como si fuera la primera vez. Es un objeto único e irrepetible que uno le entrega al otro. No trabajamos con repeticiones de puesta. Obvio que hay marcaciones, pero me puede agarrar en cualquier lugar o encontrar otras intenciones. Respecto a lo artesanal, por ejemplo, me gustan más las luces de los tachos de antes que los LED de ahora.
-Es como esa diferencia entre el vinilo y el CD…
-Claro. Las luces, antes, daban calor, cosa que el LED no. Ese calor ya tenía una calidad especial. El teatro siempre me dio la posibilidad de poder reconstruir y reciclar. El volver a presentar de otra forma tanto los objetos como a la forma de actuación.
– ¿Cambió mucho el público después de la pandemia?
– Si, mucho. Cambiaron los horarios mucho. El teatro se adelantó en la hora. Antes, hacer una función a las 23 h, era un muy buen horario, pero ahora ya no va el público. Ahora, las 22.30 o 23 h, es más duro. Es increíble cómo la gente se acostumbró a ir pronto a casa. Un viernes a las 12 de la noche o a la 1, está medio muerto todo. Esto pasa aquí, en Perú y España…
-Hablando del público, “Off Man” logró el pequeño milagro que no suene ningún celular en la función.
– Nunca sonó ninguno en ninguna función. No sé si habrá señal en la sala… (risas)
-Le pedís al público que apague el celular y no lo hacen. ¡Hasta contestan una llamada!
– Es muy molesto y también, en un punto, es inevitable. Pero en “Off Man”, como la obra arranca conmigo en el sofá, con la luz de función y la música baja, creo que toman conciencia que algo va a pasar. Será esa curiosidad que les quita la visión en el teléfono. Algo de eso, de poder sentir que están frente a un acto que es privado, solo que el personaje lo comparte con esta gente, sea la clave. La verdad, no lo se.
Ese hito llamado “Vago”
– ¿Cómo recordas “Vago”?
– Mirá…te voy a decir algo que pasó hace poco y es fuerte. Un amigo está ensayando una obra y el director le preguntó “¿Qué pasó con Yoska y contigo que, después de ‘Vago’ no despegaron?”. Le dije que le conteste que no me dio el talento para despegar. Que lo mío es efímero y hasta circunstancial. Algo de eso hay. Cuando hicimos “Vago” éramos los Rolling Stones. Nos llamaban de todos lados…La realidad es que soy consciente que pagué el costo en el medio, de no hacer lo mismo. Recuerdo que me llamaron del Cervantes y en vez de elegir a actores que me dieran más visibilidad, opté por aquellos que me permitieron llegar a ese lugar. O sea, todo el grupo de “Vago”. Otra persona hubiera hecho esa obra pero con gente que le brindase más exposición….
-Las “estrellitas” …
– ¡Claro! Tuve espectáculos comerciales en los que no acepté que me tocaran el culo cuando estaba dirigiendo. Entonces, los corté y me bajé de esos lugares. En lugar de hacer una transición a otra cosa, el primer espectáculo que hice después de “Vago” fue “Un grito sobre una pieza menor”. Eran tres actores que querían ver qué hacían con “Hamlet” y la gente me decía “¡Pero esto no es ‘Vago’!”. Y no, no lo es. De hecho, ahora el 7 de julio, reestreno “El manifiesto de las alas rotas” en una versión femenina. Un poco se me reclamó no seguir en la línea de ese costumbrismo pobretón, que tanto funcionó.
– Es cierto, pero “Vago” mostró una marginalidad que la gran parte del teatro independiente ignoraba.
– Si, pero ahí tengo un conflicto ético. Hacer un espectáculo sobre la marginalidad porque vende, me parece una hijaputez. Cuando hicimos “Vago” no había obras que hablasen de este tema. Las únicas nominaciones que tuvimos fueron la de los premios Trinidad Guevara. Me han llevado a mil lugares a hablar de “Vago”, gente que ha creado premios en los que una terna incluía nueve obras y tampoco nos nominaron. Ni a mí ni a los actores.
– ¿La harías ahora?
– Si, pero tengo un maldito grupo que es tan consciente de sus ideales que preguntaría por qué la haríamos. ¡Hagamos otra cosa! Nuestra sensación es de ninguneo real. Con «Vago» estábamos para ser más considerados. Después vino como una explosión de la temática inclusive en televisión como “El marginal” o “Un gallo para esculapio”. No sé si nuestro punto de vista era mejor o peor pero lo que no queríamos era lucrar con la temática sino visibilizarla.
Eso si, mi teatro refleja lo que creo y no piensa tanto en qué le va a gustar al espectador. Ahora me meto con Philip Seymour Hoffman. Muchos saben quién es, pero no lo tienen de nombre. Una obra que se llama “Los últimos días de…” no es algo que quiera verse en este imperialismo de la alegría. Tendremos menos gente y duraremos menos. Salimos en muchos lugares, aunque sin el empuje mediático que te lleva a otros lugares y otros espectadores. Seguiremos remando. Al fin y al cabo, somos teatristas.
Yoska por dentro
– ¿Cómo ves al teatro independiente argentino en relación con el español?
– Puedo decir que el argentino es muy potente. Altamente interesante en sus estéticas y propuestas. No tengo tanto conocimiento del español. Después de estar viviendo aquí por veinte años, me sigue apasionando el teatro independiente argentino.
-Si hubiese un formulario en que te pregunta la profesión, ¿qué pones?
– Teatrista. Si tengo que entrar a EE.UU, pongo “director” o “profesor” porque el término «teatrista» es más carente que los otros dos. Después, sería más director.
– ¿Director que actúa o actor que dirige?
– Director que actúa. Mi cabeza está seteada como director al igual que mi formación académica.
-Si por la puerta de este bar de Caballito entrase el Yoska Lazaro que recién llegaba a Argentina, ¿qué le dirías?
– Le diría que no se va a aburrir. Que le espera un viaje, no sencillo, divertido y gratificante. Diría que tuviese más confianza en si mismo. Llegué a los 24 años y ahora tengo 44. Veinte años no es nada. Pasé la mitad de mi vida aquí. Estaba contemplando volver a España por un año pero, finalmente, es probable que empiece a estudiar Psicología.
-Vas a participar en una serie prontamente…
-Si. Voy a estar en la miniserie del presidente Carlos Saúl. Grabé dos días y mi papel fue hacer de un empresario español que viene a hacer sus negociados.
– ¿Expectativas?
– La verdad, mis expectativas están siempre con el teatro y no con el cine o la televisión. Mi ilusión está siempre puesta en el teatro.
“Off Man. Los últimos días de Philip Seymour Hoffman”. Teatro Itaca. Humahuaca 4027. Sábados, 20 h.