En Buenos Aires pasan cosas. A veces uno se entera por circunstancias relacionadas a su actividad o simplemente porque la casualidad metió la cola. De esta manera y con esta impronta, se relatarán historias y hechos varios dignos de mención.
La cita era el sábado 4 de agosto por la tarde en Santos 4040. Allí, por la noche, se puede ver una de las mejores obras de teatro de Buenos Aires que es “Matate, amor”, basada en la novela de Ariana Harwicz, protagonizada por Érica Rivas, dirección de Marílú Marini y dramaturgia de las tres. Pero ahora, el reloj marcaba las 16 h. La cola era larga y con sana expectativa, se aguardaba la charla que iban a dar las tres artistas, con coordinación de la periodista Flor Monfort.
El encuentro fue una charla amena y entretenida, que tuvo momentos divertidos y emotivos. Giró siempre sobre la creación de “Matate, amor” y su relación con la coyuntura actual. Harwicz fue quien abrió el intercambio. “Reconozco que fue iniciativa mía esta charla. Quería hacer un acto político artístico de esto que es ‘Matate, amor’. En el arte está la política. Quería compartir con ustedes la emoción de hacer esta obra”. Así las cosas, recordó cómo se fue armando todo el rompecabezas para llegar a la conformación definitiva de la obra. “La iba a hacer otra actriz, otra director y otra productora. Por suerte no la hicieron. Hubo algo de justicia poética en estas cosas. Me acuerdo la angustia de no poder hacer la obra. Sabía que le habían mandado el texto a Érica y nunca supe más de eso. Después, no se porqué, un día le escribí por la obra y le dije que quería conocerla. Nos tomamos un café y se incendió todo. Ahí fue que empezamos un proceso largo. Primero estuvo el libro-novela y después vino la escritura de la adaptación. Lentamente con Érica empezamos a entrar en el bosque de ‘Matate amor’. Después apareció Marilú”.
Al respecto, Érica Rivas agregó que “había recibido la propuesta de hacer la novela que estaba haciendo una productora. Cuando leí la obra me incendié. Era lo que quería hacer. Me cuesta mucho decidir que quiero hacer…No me llegan muchos proyectos que me interesen. Entonces, tengo fama de complicada. Cuando me llega el libro, entré en un tobogán de felicidad. Dije que ‘si’. Una amiga directora de cine me preguntó que iba a hacer el año siguiente. Le respondí que había encontrado a ‘Matate, amor’, que estaba entusiasmada….Ahí veo que pone una cara, y me dice ‘Me llamaron para dirigirla con otra actriz’. Fue difícil. Solté este material y volví a leer otras cosas de Ariana. Asi me entero que la van a estrenar. La productora me dijo que el proyecto iba a tener una envergadura que no me iba a interesar…No entendí porqué pero bueno. Después la actriz no lo pudo hacer. Al final, me escribió Ariana por Facebook. Era admiradora de su trabajo. Nos encontramos con algunos Camparis de por medio y me confirmó que los derechos de ‘Matate, amor’ habían quedado liberados. Así fue que empezó toda esta historia”.
En su rol de directora debutante, Marilú Marini recordó que “las chicas estaban en París al igual que yo. Palabra va, palabra viene y me dice Érica que tenía un material maravilloso que la tenía incendiada. Desde ya, el título me gustó. Me preguntó si conocía a alguien que la podía dirigir. Ahí, con una inconsciencia trepidante, le dije ‘¡Yo!’. No había dirigido nunca ni había leído el texto. O sea, lo mio fue intuición pura”.
Como dato de color, Harwicz recién vio la puesta final en los últimos días de julio. “Es un encuentro artístico y romántico muy interesante. Sería un error pensar que tendría que ser como el texto o montarse según el libro. Tiene que ser otra cosa pero a la vez, mantener el espíritu. Creo que solo Érica la podía hacer en tanto se necesitaba una actriz que se arrojara con total libertad y sin pudor. Sin volver conservador al texto y sin volcarle el facilismo que la época le podría habilitar. El límite es muy delgado. No quería volverla conservadora ni burguesa, de esa mujer que se va de la casa, etc. ‘¿Es una obra declaradamente feminista?’ No. Es mucho más interesante ya que trabajamos las contradicciones de la protagonista. Me fascinó la obra. Se entendió la angustia y la libertad que necesitaba el personaje”.
Con respecto a la recepción del público y las risas que se escuchan en la obra, Marini dijo que “trabajamos en el proceso de ensayo para buscar todas las rupturas posibles. Ariana tiene mucho humor en la escritura. Hay una distancia y una ironía brutal hacia ella misma. El personaje es implacable y pasa por todos los estados. Nos podemos imaginar a un personaje que está en una búsqueda no solemne sino humana. Pasa de la desesperación a tener una mirada humorística. Es cuando nos reímos en una situación trágica o algo que nos perturba. No me molestan las risas. Reímos para poder ver y tranquilizarnos. La risa es para ir al lado de no establecido. El texto rompe con el esquema de lo-que-debe-ser. Está buscando ser. En esa búsqueda están todos los colores y gamas”. Harwicz aportó que “Las risas ponen en juego y denuncian que el espectador se siente interpelado. Cuánto le molesta o irrita lo que está pasando, que necesita de esa risa”. Rivas sostuvo que “Cualquier persona que actúa o escribe y le molesta la risa, es como si le molestase la humanidad” y aportó una mirada interesante sobre el tema. “Hay un prejuicio con el teatro poético con esa solemnidad….Voy a teatros y hay gente durmiendo. Después, cuando se despiertan por los aplausos, dicen ‘Maravilloso!’. ¡Pero no viste nada si estabas durmiendo! Otra vez me pasó que fui a ver una obra de Chejov y me reí. Ahí una señora me retó y me dijo ‘¡¡Que es Chejov!!’. En las cartas, él mismo pedía que se rían. Desde mi lugar, no subo al escenario pensando ‘Que no se rían-que no se rían!’. Igual, está bueno sentir eso que les está pasando”.
Otro punto que se tocó fue a quien está dirigida la novela. Rivas tomó la voz cantante al respecto. “Con toda la lucha que estamos llevando a cabo, siempre sentí que era a las mujeres. Pero íbamos y veníamos, con hombres y mujeres. Al aparecer el personaje de la apuntadora, emerge el lugar de la amiga, la compañera, con todo lo que eso implica. La hermana, la que te escucha, la que te lee mientras vos te estás queriendo liberar. Es lo que pasa. Ese es el lugar que yo veo”. En el marco de coincidencias que atraviesa la obra, se confirmó la apuntadora existe en la vida real. Harwicz dijo que “Cuando escribí ‘Matate amor’, no hubiera podido hacerlo sin esa amiga que mirara. Tenía que tener a alguien que te viera y te fuera leyendo los capítulos. Que te sostenga”.
En relación al rol de los varones de la puesta, Flor Monfort recordó una parte de la obra en que los dos hombres (el amante y el marido de la protagonista) hablaban a lo lejos y ella los miraba. Monfort afirmó que “la obra pone en juego a las nuevas masculinidades con la ebullición de los movimientos feministas”.
Con militancia política en su haber, Harwicz afirma que su forma de militar, hoy es “la escritura” y recordó que había escrito la obra en el 2012. “No existía el #NiUnaMenos ni el MeToo” al tiempo que afirmó que “en cada país que voy, existe una lucha similar. Cada país tiene su modo de violencia. Algunos las queman, otros las ahorcan pero todos igual de siniestros”. Concluyó que “el hombre está atontado, abombado, feminizado, perdido. La mujer tiene su causa pero ¿el hombre? Parece que tiene que reinventarse”.
Hubo un intercambio respecto a como caían los dos hombres de la obra entre ellas. Será Marilú Marini la que califica al personaje del “amante” como “un bolas triste” con humor y un tanto de enojo. “Un tipo que está caliente con ella y que no deja su confort cotidiano por una pasión…¡Mirá si tiene que romper su modelo de vida en el que tiene organizado todo! Si le vas a desorganizar la vida por una pasión, se queda tranquilo con sus pantuflas, al lado del fueguito ¡Chau!”. Estableció la relación con un hombre-francés para el personaje del marido. “Es un hippie de los 70 que se ha reciclado en un oficio. Burgués con ansias de ser marginal y distinto”. “Hay muchos así, en Argentina” aportó con precisión Monfort.
En ese instante, Rivas dio cuenta de su visión del personaje del marido y se refirió a “la violencia del hombre-bueno”. “Hay una tremenda incomprensión al querer hacer lo que hace el hombre después de casarse. La forma de dirigirse a ella….En algunos momentos, hasta sentí que Ariana misma lo había apañado desde la escritura, tal como hacemos las mujeres con nuestros hombres. Ella lo cuidó de que no sea ‘tan malo’, ‘tan violento’. Cuando empezas a ver los diálogos….Hay frases que son la violencia del ‘hombre bueno’. El que pregunta ‘¿cómo estas?’, pero en realidad te está diciendo ‘no lo arruines, eh!’. Me exaspera. Por eso lo interpreto como si fuera un troglodita. Él no la mira. No ve a una mujer que está con su hijo llorando y las tetas se le están partiendo sino que le pide que le ponga nombre a las estrellas. Siempre que lo interpreto digo ‘Los hombres me van a querer matar’, pero ¿sabes una cosa? No. No es así. Muchos hombres –y hay muchos acá- de los que vieron la obra no se sienten reflejados. Inclusive, me dijeron ‘¡Que incomprensión! ¡Que falta de registro! ¡¿Cómo es que no la veía?!’. Es una ‘extranjera’ y el hombre no entiende lo que está pasando”.
La charla finalizó con Ariana Harwicz leyendo el comienzo del libro. Tras los aplausos del auditorio, partimos hacia otro destino. Inmediatamente, repasamos la obra en nuestra memoria. Amén de haber sido de lo mejor visto a lo largo del año, reflexionamos al respecto. No podemos no pensar/sentir sobre lo visto y lo vivido. La función del teatro en relación con un contexto que requiere artistas a la altura de las circunstancias. De más está decir que “Matate, amor” es una de esas puestas imperdibles y audaces que, a partir de su propio gesto artístico, plantea un diálogo con la coyuntura, contando con una pulsión propia pero extensible a quien desee vivir una experiencia teatral inolvidable