Martín Solá: “Me seduce filmar gente que cree en algo”.

Director de una mirada tan sutil como reveladora, está presentando “Metok”, film acerca de una monja tibetana de la India, estudiante de medicina, que debe volver a su tierra para atender un parto. Es la última parte de la trilogía que Martín Solá había iniciado con “Hamdan”, que transcurre en Palestina, y “La familia chechena”, en Chechenia. Solá charló con ECDL largo y tendido sobre la concepción y los protagonistas de las tres películas, la coyuntura política que las atravesó, su período de estudiante de teología y su visión de la actualidad cultural en tiempos liberotarios.

Asesoramiento cinematográfico: Cecilia Inés Villarreal

-Martín, ¿Cuáles son tus expectativas para el estreno de “Metok”?

-Hoy en día, estrenar en este contexto ya es una alegría. Hay que agradecer. Después, en el MALBA está bueno porque es un lugar que te cuida la película. Muchas veces te dan tiempo para que funcione el “boca en boca”. Siempre pongo el ejemplo de mi primera película “Caja cerrada”. Un día, vino un chico de una universidad, al otro día fue con una profesora y después ella empezó a traer alumnos. Por eso, las expectativas son las mejores.

– Está bueno encontrarse con el público que está interesado en ver este tipo de cine.

– Siempre digo que las películas en cierto punto, son una estructura abierta, para que el espectador cierre. Por más que esto suene a una frase hecha, es la realidad. Yo no quiero hacer un panfleto político. Si quisiera hacerlo, en “Metok” pongo a alguien hablando a cámara, diciendo lo “malo que son los chinos” o en mis películas anteriores los rusos y los israelíes con los chechenos y los palestinos, Va a tener más llegada, pero intentamos hacer otra cosa. El espectador, con su punto de vista, es el que cierra esta lectura. Entonces las expectativas son las mejores.

– ¿Cómo fue la realización de “Metok”? ¿Fue difícil hallar a la protagonista?

– Primero, estuve más o menos dos años buscando, con un contacto local -en este caso, un chico argentino que vive entre India, Tibet y Nepal- buscando un lugar para filmar. Hicimos base en Leh, en India. Con otro contacto local, empecé a definir la protagonista. Sabía que iba a ser una mujer para que contraste con las otras dos películas de la trilogía. Este contacto me dice “la protagonista tiene que ser una monja”. Me sorprendió y agregó que allí “era distinto. Desde que el Dalai Lama hizo la apertura, dejó que los monjes y las monjas vayan a la universidad”.

– ¡Mira vos!

– A la monja que me había dicho, le faltaba un año para ser médica. Ahí le dije que quería que pueda asistir a un parto. Hicimos un casting de unas 14 mujeres y resultó que la mejor fue la que él dijo. Era Metok. Así llegamos a ella.

– Contame como fue el rodaje. 

– Quizás para cualquier persona podría haber sido complejo, pero nosotros ya estábamos acostumbrados tras haber filmado en Chechenia y Palestina. Entonces, fue simple. El único problema fue con los militares en Cachemir, al norte de India, pegado a Pakistán. Ahí justo se infiltraron terroristas cuando estábamos filmando. Declararon estado de sitio y todo.  Pero, si lo comparamos con otros lugares, los militares fueron bastante organizados. Nos dejaron salir y no fue todo tan tenso.

– Bien ahí.

– Después, una contingencia o particularidad del rodaje, fue que tuvimos que amoldarnos a los tiempos de una monja. Por ejemplo, ella tenía diez días de vacaciones y nosotros hicimos un plan de rodaje muy intenso. Justo, el lama, que es el líder espiritual del monasterio donde ella está, convocó para un retiro espiritual y no lo pudimos filmar. Tuvimos que estar ahí esperando sin hacer nada.

– Me imagino que quedó mucho «crudo» de la filmación….

-No te creas. No soy de filmar tanto. De hecho, a veces monto películas de otros directores y me pregunto “¿por qué filman tanto?”. (risas). Soy bastante preciso al respecto.

– ¿Qué tipo de planos te resultaron imprescindibles en “Metok”?

– Me cuesta mucho hablar de una película sin hablar de las otras dos. Para mí, la mejor manera de verlas es las tres juntas. Si te fijas, cada una dura una hora o una hora cinco minutos. Las tres juntas son tres horas y está todo ligado. En “Metok”, necesitábamos filmar de una manera formal en tanto pueda dialogar con las otras dos. Ahí ves que la película empieza con ella hablando a cámara con un plano fijo. En cambio, con “Hamdan”, es él mirando a cámara. Es el mismo plano que “Metok”, pero no habla. En “La familia chechena”, empieza en negro. No está el plano, pero el protagonista habla. Desde este lugar, “Metok” es la síntesis de las dos. Quizá la particularidad que tiene “Metok”…A ver, soy “flahertiano” (N de R: Robert Flaherty, cineasta norteamericano) me marcó mucho . Enseña algo que nos parece ahora normal pero cuando hace “Nanuk”, en 1922, era una rareza. Planteaba que el montaje no está después del rodaje, sino que lo acompaña. Uno tiene que filmar y montar. Por eso, armaba sus laboratorios mientras filmaba.

-Hoy es fácil porque tenes una computadora.

– Claro. Yo voy montando mientras filmo. Mi obsesión era como transmitir formalmente a nivel planos encuadre, el alma de lo que sentíamos que, en este caso, eran las monjas tibetanas. Noté mucho el ascetismo y el minimalismo en sus vidas. Las ropas no tenían diferencia de colores y se mimetizaban con el espacio. El único lugar donde estalla el color es adentro del templo. Quería buscar ese minimalismo, a nivel visual y sonoro. Las cámaras son estáticas. Se puede sentir el paso del tiempo. Trabajamos con el color negro. ¿Hay algo más minimalista y ascético que el negro? Entonces, quise transformarlo como un código de montaje y de imagen. El negro no deja de ser una imagen. Es algo que fue surgiendo con Metok y ayuda a entrar a esa cuestión de casi la ausencia de imagen. Habrá gente que lo entenderá y entrará y otra, que no.  

– ¿Cómo fue el trabajo de iluminación?

– Trabajo junto con Gustavo Schiaffino. De hecho, hemos estudiado juntos. Nos conocemos mucho. Trabajamos con luz natural. Es más, cuando hacen las ceremonias, son a las 6 de la mañana. Llegábamos antes al templo para sacar las cortinas para que las ventanas dejen entrar luz. Desmontábamos todo para que quede iluminado de esa manera. Lo más importante del trabajo de luz es la espera. Koudelka, el fotógrafo, decía que “un buen plano también es el desplazamiento físico hasta el lugar en el momento adecuado”. Es decir, gran parte de la fotografía es ir a la hora que corresponde y filmar el instante preciso de la luz. En este tipo de películas, el tiempo es esencial. Por ahí hacemos un viaje de dos horas para filmar 20 minutos.

Deconstruyendo la trilogía

– Por lo que decís, hubo diferencias apreciables en “Metok” respecto a lo que fue “Hamdan” en Palestina y “La familia chechena” en Chechenia….

– En Palestina estuvimos tres meses. Israel es un estado muy sádico en tanto la racionalidad está pensada en destrozar a las personas. Se hace duro y también es particular porque mientras estás ahí, no lo sentís tanto, pero cuando vemos las fotos de esa época, de estar tres meses en el West Bank, terminamos destrozados. Los aviones que vuelan bajo, por la noche para que no puedas dormir, los infinitos checkpoint en que, para hacer una cuadra, tardas una hora porque bajó un colono con una bandera israelí con cuatro tanques alrededor. Esto pasó, literal. En el caso de Chechenia, era una tensa calma ya que había mercenarios que no respondían a nadie. Ahí es cuando empezás a querer a los militares…Al menos, tenían cadena de mando. Los otros, no respondían a nadie.

-En retrospectiva, ¿cómo recordas el origen del proyecto de filmar la trilogía?

-Todo empieza con “Hamdan”, la primera película que, justamente, no quería filmar porque se hicieron tantas, demasiadas películas de Palestina. Pero tenemos un amigo palestino acá en Argentina que decía que había que filmarla. Cuando me entero que Hamdan vivía en su pueblo y fue el que hizo el primer atentado en la historia de Tel Aviv, dije que “si lo podemos filmar, hacemos la película”. Eran historias muy largas. Cuando llegamos, nos dijo que nos contestaba en 10 días. Al final, aceptó.

-También aparece su madre…

– Esa mujer tenía mucha luz. Esto parece un poco naif pero en esos lugares, la gente que transmite esa energía…dan ganas de quedarse tomando café todo el día. Tuvo una vida muy dura. Había nacido en una tribu nómade jordana y fue madre de siete hijos de parto natural. Me quedé pensando en ella y se lo comenté a la gente que trabaja conmigo que esta mujer no tenía odio. No odiaba y que había vencido a la guerra. No sé, intuyo que es gente que llega a tales niveles de dolor que, lo transformas o te come. Ahí pensé en hacer la trilogía. Era otra forma de resistir, que no sea la lucha armada, como hizo Hamdan al poner bombas. Recordé que había un texto de la cosmogonía mapuche que dice que la primera instancia del guerrero es la lucha y la máxima instancia es la guerra con uno mismo, por uno mismo. Si vos te vences, ya no le tenes miedo a nada.

– Después, viene Chechenia

– Si. Aquí, la resistencia es a partir de estas danzas a través de las cuales ellos se limpian. No está en la película, pero el nombre de la danza es “Gran Jihad” que es una lucha con uno mismo. Es a partir de la fe. Después, me pareció interesante mirar a partir del amor de esta monja que vuelve a Tibet, después de muchos años para asistir un parto.

-¿Qué te interesaba de ese parto?

– Que se genere una dialéctica. Es una trilogía que está unida por lugares que están ocupados y no son reconocidos como Estados. La primera y la última muestran a alguien que quita la vida y  a quien la trae al mundo. Esto le da un cierre muy interesante. Me han dicho que esas tres lecturas toman mucha potencia. Me parece algo clave porque es mostrar un código y una coherencia cinematográfica. Son diez años que estamos con la trilogía y a veces, uno pierde la perspectiva.  

-Decías que un punto no querías hacer lo de Palestina porque estabas cansado de hacer algo para “denunciar” pero acá “mostras”.

-Para mi, es clave que no creo en la diferencia entre documental y ficción. Existe el lenguaje cinematográfico y ahí incluyo al tiempo, el espacio, el sonido, la palabra, el conflicto, pero eso es un elemento más, no lo esencial. Lo que se llama “documental” tiene un gran problema. Siempre digo que logró liberarse del gusto parlante de la entrevista, pero no te perdonan que no des información. Es una herejía y entiende al documental como una herramienta auxiliar del periodismo. Ahí hay un problema enorme. Entonces es muy difícil no caer en esa denuncia, en ese panfleto. Lo que intentamos hacer en “Hamdan” fue buscar una persona que, si bien estuvo 15 años preso, lo torturaron y le pasaron muchas cosas, él primero había pensado en matar. Había hecho un atentado y eso ya genera un contraste. No es la típica víctima. Eso es muy importante. El maestro ruso Dostoievsky ya lo había enseñado cuando decía que “un buen personaje es aquel que en una página le tenés compasión y a la vuelta, le tenes asco. Hamdan sale de la típica víctima. Ves la película y es terrible lo que pasó en la cárcel, pero él pensó en matar. Ahí se genera algo interesante a nivel tensión,

-Además, abrís la peli con datos y fechas. O sea, plantas bandera respecto a cómo viene el personaje.

– Si. Hamdan es un líder del norte. Entró más veces a la cárcel, más allá de la que se relata. Elegimos una parte porque el material era para hacer una serie de televisión. Nos contó toda su vida y le dijimos que íbamos a tomar este pedacito para la película. Escribí todo –él también lo hizo- con lujo de detalle. Se recitaba y se grababa, pero el climax se lograba con su voz en off y la forma que tenía de decirlo en árabe. Muchas veces en lo que se llama “documental”, la voz está solamente para transmitir información, pero acá construye una atmósfera, un clima, una musicalidad.

Estudiar para crear

-Estudiaste teología…

– Si, pero no terminé…

– …tuvo alguna influencia respecto a tu trilogía la cual contiene tres religiones diferentes – cuatro si incluimos el judaísmo-.

– Estudié teología para entender cómo funciona el poder. Fui a una escuela ortodoxa cristiana en Barcelona. El director de la escuela era amigo del padre de una amiga mía. Un gran pintor catalán que era cercano de Dalí. Es decir, quería entender cómo funciona el poder. Tenía un profesor que nos decía que “la política es teología profanada” y es verdad. Si me voy, por ejemplo, al libro que construyó el parlamentarismo europeo con el que vivimos hoy es “El leviatán” de Hobbes. Adam Smith era profesor de ética y teología. Había estudiado filosofía…algo serio y no economista. Sus libros están muy centrados en la teología. De hecho, su libro más importante no es “La riqueza de las naciones” sino “El tratado de los sentimientos morales”. El primer capítulo es prácticamente teología budista. En mi caso, estudiaba teología, pero no tengo fe. La perdí por una formación muy racional. Antes de las clases, había misa y no iba nunca. El curso estaba dividido; la mitad de la gente era creyente y la otra mitad, estudiantes de filosofía (casi todos griegos) que les faltaba la teología. El profesor de historia de la teología, en la primer clase, dijo que podíamos verla de dos lugares desde el dogma de la fe tal (cree que Jesús es Hijo de Dios, que el Espíritu Santo) entonces, ya no hay nada para discutir. Vamos a la Historia. ¿Jesús existió? Sí, pero había muchos como él. ¿Por qué su historia fue conocida? Porque tuvo relato. ¿Qué quiero decir con esto? Rossellini decía “no tengo fé, pero me gusta filmar a la gente que la tiene”. Además, no tengo esa visión peyorativa de la religión, deudora del jacobinismo Ilustrado a la Revolución Francesa que ya es del Paleolítico Inferior. ¿Viste que te dije del cambio de esta gente que sufrió tanto y cambió, en estos lugares que filmé? Quienes han hecho ese cambio lo hicieron a través de la religión. La religión tiene esa técnica y la gente pudo realizar la transformación a partir de eso. 

Por otra parte, la religión tiene algo muy cinematográfico que es el ritual. Está la repetición, lo cíclico. Las danzas en “La familia chechena”, tienen una lectura atrás, pero es un hecho estético que es lo que está en la película. El ritmo y la música son la materia prima del cine. Te lo muestro como me llegó, a través de una emoción una estética. Después, aparece la técnica. Los tipos lloran, se purgan y resisten en paz.

– A partir de lo que me estas contando, en tanto la relación de la religión con el conflicto. ¿Sería éste el lado B de la religión?

-. Eso pasa siempre. En “La familia chechena” hay un plano muy largo en que se ve una mezquita que dicen que es “la más grande de Europa”. Una cosa es cómo concibe el imaginario popular la religión y otra es como la entiende el poder, que es puro monumento. Tal como el final de la “Familia chechena”. Soy de la idea de ser críticos con el lugar de la religión, que pudo llevar a muchas guerras…

Por otro lado, está como el imaginario popular (sobre todo, las clases más bajas) interpreta eso y les permite sanar. Por eso las izquierdas nunca entienden ese imaginario popular ya que lo desconocen. Aparte lo critican desde un pedestal, pero ni siquiera lo han estudiado. Nos guste o no, nuestras estructuras de pensamientos son teológicas. Cuando estudias la forma de accionar en un conflicto bélico o en la calle, nuestra cultura es dualista. Se es bueno/malo cielo/tierra, blanco/negro. Ahora cuando te metes en el taoísmo, el hinduismo o las culturas asiáticas en una guerra, pueden estar de un lado y del otro porque para ellos, no existe lo blanco y lo negro. Es todo lo mismo, a partir de su concepción teológica del mundo. Todo está atravesado desde ahí.

– ¿Seguís en contacto con Metok, Hamdan y Abubakar?

– Con Hamdan no. No es fácil llegar a él. Con Abubakar sigo en contacto por Facebook. Es un tipo con mucha fe y muy noble. Decía “si ustedes están acá es porque los enviaron”, “era el destino” y eso. Nos ha ayudado mucho. “La familia chechena” tuvo un muy buen recorrido por festivales. Me escribía y me decía “Estoy muy feliz por ustedes”. Era como su misión. Tuvimos mucho vínculo mientras se realizaba esas giras. Está como en un estado de epifanía. Eso si, nunca supe si le gustó o no la película. (risas). En el caso de Metok, está un poco sorprendida. Le mando las cosas y hace poco, hicimos unos pequeños trailers. Si, estamos en contacto.

-Todos pudieron ver las pelis, ¿no?

– Si, si.

– ¿Te hicieron alguna observación al respecto?

– No. Hamdan es un tipo muy inteligente. Hablé con él de como quería hacer la película, no con la típica denuncia, y le mostré directores que tenía como influencia. A los diez minutos, me dijo “Entendí todo. No te preocupes”. Es un tipo muy inteligente, licenciado en literatura inglesa. Muy formado con mucha cultura. Abubakar es eso, estaba en gracia total y a Metok, le gustó la película. Alucina con que hayamos ido a filmarla. Me preguntaba “¿estás seguro?”. Está contenta y le gustó como quedó todo

Antecedentes y referentes

-¿Quienes son tus referentes en el cine?

– Flaherty, que ya te lo había nombrado, es un referente fuerte. Johan Van der Keuken es otro, que tiene un cine muy distinto al que yo hago. Me transmite mucha libertad. Cuando empecé a ver sus películas eran increíbles. Yo venía de una formación en la que nos hicieron creer que, para hacer una película, necesitabas 25 personas con walkie talkie. Ahí vi que él las hacía con su esposa. Para mí, “Amsterdam Global Village” es una de las mejores películas de la historia del cine. Me liberó y me sacó muchos prejuicios que tenía. Finalmente, otro que me marcó mucho fue Tarkovski. Sé que es un lugar común, pero es un coloso. Lo que me marcó de Tarkovski fue que mucho de sus personajes tienen fe. Creen en algo. Me pareció muy interesante. Cada vez me seduce más filmar gente que cree en algo, que se mueve porque tiene fe en algo. que se mueven porque quieren cambiar algo. Ese tipo de personajes, con esa cosa pseudo intelectual de “cuanto más cinico, más inteligente”, me aburre demasiado.

– En la música, se dice que la producción de un disco se termina abandonando porque si no sigue produciendo in eternum. En cine, ¿pasa lo mismo con el montaje y la edición?

– Muchas veces, sí. Es verdad. Cada vez que veo la película, le cambiaría algo. Sobre todo, en cuanto al sonido. Me agobia hacerlo cuando son las coproducciones de mis películas. En un momento, me dicen “Martín, ya terminemos” que es la señal de finalizar todo. Ahora, con “Metok”, me estoy replanteando algunas cosas con la nueva vida que hay en las plataformas.

– ¿Por ejemplo?

– Si uno piensa la película (no sé si está bien o mal pero que hay que replanteárselo), lo hace en relación a que se va a pasar en las mejores condiciones. Ahora, si pienso que las pelis tienen más vida on line que en los cines, me replanteo el montaje de los negros. En cine, el sonido está muy trabajado y se sostiene. Obviamente, es una película que exige tener paciencia ante ella. En cambio, en la web y las plataformas, entre que te suena el celular, te caen miles de mensajes y estas con la luz prendida, quizás esos “negros” se vuelven largos. Lo voy a pensar para el futuro. Antes era el cine o alguien tenía una copia que se veía en un buen televisor; hoy la mayoría de la gente lo ve desde otro lugar. ¡Hasta he visto programadores de festivales mirando las pelis, en el avión! ¡Imagínate estos negros en la pantalla de una plataforma…!

– Una vez, Daniel Melero nos dijo que no sabía si, al día de hoy, tiene mucho sentido grabar discos o canciones a la vieja usanza, si al final se termina escuchando en un celular.

-Claro…a mi me cuesta pensar que hay que retroceder tanto en la calidad, pero sí, buscar algo intermedio. Me encanta el cine y miro todo el tiempo aunque muchas películas no las encuentro en el cine pero si en páginas. Pero por más que te prepares, en tu casa, te llega algo del whatsapp, los ruidos de tránsito. Es una forma de ver y se tiene que empezar a considerar…

Dolorosa actualidad

– ¿Cuál es tu reflexión sobre lo que está pasando con el INCAA y esta política de recortes sobre la cultura?.

– Es una situación muy delicada. Es triste, pero ¿sabes que me da tristeza también? De entrada, se plantea algo en que todos sabemos de dónde sale la financiación y que no estamos sacándole la lata a los jubilados. Se explicó de miles de maneras y hay gente que no lo quiere escuchar. Me preocupa el nivel de agresión que hay.

– Es enorme.

– Me parece muy preocupante que se le enseñe (o quiera enseñar) a un sector de la sociedad a odiar a otro cuando no tendría que suceder en absoluto. Esto no quita que en el cine haya algo que ajustar Siempre que se puedan mejorar las cosas.

– Además, el cine hace quedar bien al país…

– Te cuento algo. Me acuerdo cuando estábamos en el Festival de Torino con mi primera película. Termina y se me acerca una mujer grande. Me pregunta si en Argentina hay buenas escuelas de cine. Le dije que si y me respondió “Le voy a decir a mi nieta que vaya a Argentina a estudiar allá”.

Después, cuando hablamos del público, si me vas a contar el público que va una semana al Gaumont…Hay maneras y maneras de ver las películas. Ahora, si sumas todo el público que lo ve en los festivales y los lugares donde se estrenan, es otra cosa. “La familia chechena” costó muy poco y se estrenó en México, España y más. Sumás todo y no es un mal negocio. Para nada. Aparte, cuando se hace una película, se le da trabajo a otra persona, que es el que hace la comida, un contador o un abogado pasando por muchas áreas del cine. Es muy injusto lo que esta pasando, pero creo que la mejor manera de responder es seguir filmando.

– Hablaste de agresividad. Dentro de esta política en contra de la cultura y el cine, ¿no hay una especie de odio o revanchismo con el arte y la cultura argentina directamente?

– Pareciera que si. Si ese odio que tenes, no lo manejas bien y lo escupís en el primer lugar que podés o la primera figura que alguien te muestre, no cabe duda. Por eso, espero que esto pase y que haya gente que pueda reflexionar al respecto. Es una tontería que nos enfrentemos por algo que funciona bien y hace quedar bien al país.

Epílogo

-Las últimas. Te dan un formulario y te preguntan “profesión”. ¿Qué respondes?

– “Director de cine”. Teólogo no soy…

– Si no eras director de cine, ¿qué hubiera sido de tu vida?

– Quizás estudiaba una de las carreras clásicas, como Arquitectura. Siempre me gustó el mar, los barcos. Probablemente, hubiese sido capitán de un barco. Nací en Santa Fe donde no hay nada por lo que hubiera ido a Rosario a estudiar Arquitectura.

– Ahora, la última, si por la puerta de tu casa, llegase el joven Martín Solá, de 18, 19 años, ¿qué le dirías? ¿Un consejo? ¿Alguna recomendación?

-Le diría que, “para avanzar, siempre es bueno tener una pequeña cuota de irracionalidad e inconsciencia”. Que trate de no perderla nunca porque lo va a ayudar a seguir avanzando.

“Metok”. Sábados de abril, a las 18hs, en Malba Cine, Av. Figueroa Alcorta 3415

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