Las Damas de las tablas 2021

En el rubro de las actuaciones femeninas, hay un punto de continuación de lo relatado la semana pasada como “Mejores obras”. No hubo tanto como en otros años pero si, un buen número de actrices que se han destacado a nuestro considerar. 
 
María Colocca, una Ada Falcón inolvidable

Como viene ocurriendo en los últimos años, hubo un buen número de unipersonales femeninos de alta calidad que se han destacado al respecto. 

Tras su exitoso debut en los unipersonales con “Los golpes de Clara”, Carolina Guevara retomó esta senda con “Cuerpo de baile”. A través de la historia de Corral –tal es su apellido-, se relata como era vivir en un pueblo del interior, con sus dimes y diretes que dejan de ser “simpáticos” al ojo citadino y es toda una carga para sus propios habitantes. Una sociedad pequeña que tiene como referente ético-moral a la iglesia y del orden a la policía, termina siendo carcelaria para quienes desean vivir su vida bajo sus propios gustos y aspiraciones. De ahí que Corral irrumpe en la escena a través del baile. Se mueve al ritmo de su propia música, con una sonrisa en la boca, como estandarte. Desde el momento en que se produce su aparición, su menudo cuerpo llena la escena. El baile como una forma de expresión. Catarsis e identidad. El emerger de una persona deseosa de darse a conocer desde sus más profundos deseos. La búsqueda constante del propio ser y la forma en que éste se encuentra. Reivindicación y libertad de quien tiene tanto para dar desde SU lugar.
Lo mismo puede decirse de Yanina Gruden en “New York, mundo animal” que lleva adelante este unipersonal femenino basado en una historia «simple» que tiene mucho para descubrir y analizar. El emigrar y hacerse cargo de su propia existencia, gambeteando a aquello que nos inculcaron durante la niñez, bajo el axioma de la “educación”. Carga con una vida que tiene como norte el refrán futbolero de “solo erran los penales aquellos que los tiran”. Riesgo y realidad, decisiones que implican la modificación de mundos personales y extraños.
En el caso de Mariana Cumbi Bustinza, se pone al frente de “La Meca”, su última creación en la que lleva adelante la vida de Milton, un joven que quiere vivir de aquello que le gusta que es cantar cumbia. Bustinza vuelve a poner el dedo en la llaga en el bien conocido “camino del héroe” en tanto su ascenso y caída en busca de su reivindicación pero, esta vez, atravesado por una marginalidad que explota enfrente de un público “progrecheto” que queda descolocado ante lo visto.
Para finalizar con los unipersonales, Ana Padilla brilló en «Shoñé», desde la vitrina del Teatro Tadrón en momentos en que la pandemia y las restricciones permitían que el teatro vuelva de a poco. Una mujer que dialogaba con su contraparte y se preguntaba si se le podía «expropiar el pensamiento». La dualidad de Caín y Abel en el cuerpo de esa mujer en simbiótica combinación y un texto corrosivo que apuntaba a varios flancos.
 
Yanina Gruden y la vida en Nueva York
Paula Fernández Mbarak volvió a dar cuenta de su calidad interpretativa en “Los secretos”. Aquí dio vida a una mujer de verba constante y amor a los libros que busca una persona afín con las estrategias (y tácticas) de seducción para lograr la satisfacción de ese deseo (o necesidad?). La forma en que presenta a su personaje es excelente. La manera en que carga su cruz hasta el momento del encuentro y la vida futura. Las dudas propias que atraviesa frente a su propia existencia con toda la imprevisibilidad que cruza las grandes expectativas.  
Por su parte, María Colocca encabeza el elenco en un mix perfecto de actuación y canto para dar vida a una Ada Falcón que navega por las aguas turbulentas de su sentir, en un tiempo que no era el suyo. Colocca iluminó a una leyenda del tango y heroína de armas tomar, que se debate entre su sentir y el devenir de los acontecimientos. Su composición es sentida y profunda. Más aún ante su decisión final respecto a su carrera y el amor no correspondido de quien la llevó al estrellato. Su voz conmueve en la interpretación de los tangos que canta en el escenario.
 

Carolina Guevara, bailar para vivir

En “Precoz”, Julieta Diaz pone su carisma a disposición de una madre de múltiples aristas con solvencia y precisión. El “in crescendo” que va desarrollando su personaje cautiva al tiempo que atrapa –literalmente hablando- la atención. El sexo, el deseo, la (su) verdad única y personal así como la relación con su hijo en tanto presente y futuro atraviesan a esa madre que lleva su existencia de la manera que puede. Se saluda no solo la actuación de Diaz sino el haberle hecho una gambeta corta a aquellos personajes que la hicieron conocida en la tele, en pos de un desafío más rico y comprometido.
 
Las actuaciones en Petit Hotel Chernobyl son tan ricas como personales en sus composiciones. Cuatro personajes diferentes que tienen algunos vértices que se tocan en pos de llevar adelante una puesta que hemos destacado ya como lo mejor del año. Un gran trabajo general, sin ninguna fisura por parte de Laura Manzini, Fernanda Provenzano, Alejandra Oteiza y Martina Zapico.
Algo similar puede decirse de la participación de Paola Barrientos y Gaby Ferrero en “La comedia es peligrosa”, donde se lucen en el marco de una puesta sólida de principio a fín.
En esa gema que fue “La noche oscura”, destacamos a Bianca Vilouta Rando como esa Rosa Quiroga, madre de ojos expresivos y fuerte presencia escénica con fuertes deseos de venganza
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Paula Fernandez Mbarak y esa gema llamada «Los secretos»

Párrafo aparte para la creatividad de Andrea Castelli con “Museo de lo efímero” y “Así” en esos cruces de danza y música, con toques de teatralidad.
En la primera, en el marco de un FIBA desdibujado por la pandamia, se llevó a cabo un paseo por los jardines del Museo Fernández Blanco, lleno de poesía y musicalidad. Un bosque interno con una narradora que hacía de guía y marcaba las estaciones. El trayecto permitía puntos de fuga a través del baile, la naturaleza y el vestuario, con una pareja, una ninfa y violines de sutil sonoridad llenando el aire de magia.
En el segundo caso, retoma la figura de Sandro y un homenaje excelente a su figura que rompe con esta ley no escrita de “satisfacer fans” con un “más de lo mismo” contraproducente y repetitivo. “Así” pone la lupa en su etapa rockera y su paso a la balada en una puesta bien conceptual, en tanto historia de un músico que iba construyendo su camino al estrellato. Se aplaude esta decisión de ir a sus raíces.
Castelli cerró el año con “Tangos del Angel” en el que rinde tributo a la obra de Astor Piazzolla a través de la danza, con el consabido cruce de géneros y estilos. Realizado en la Botica del Angel, contó con la participación de bailarines desde Rio de Janeiro que formaron parte de la experiencia online.
 
La próxima entrega será dedicada a los hombres de teatro del 2021

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