Acaba de sacar la muy interesante novela «La casa de los susurros» que gira sobre la historia de su abuela. Con mucho por contar respecto a su último libro, Fabiana Galcerán se refiere a lo que significa escribir en estos tiempos de dominio tecnológico y el futuro de la literatura, e-book incluido.
-Fabiana, ¿cómo surge “La casa de los Susurros”?
– Era una asignatura pendiente. Está inspirada en la historia de la familia de mi abuela, que quedó varada en Santa Margherita Ligure en 1914, al comienzo de la Gran Guerra, como la llamaban entonces. No pudieron regresar a casa durante cinco años. Esta historia, tantas veces contada por mi abuela, despertaba en nosotros una insaciable curiosidad por saber más. Cada sobremesa, volvíamos a pedirle que la narrara, y, aun así, nunca perdía su brillo. Cada detalle que compartía era como una perla preciosa. Yo imaginaba el jardín con la palazzina, donde los primos se escondían y jugaban. Los italianos son muy gregarios, y la familia había viajado en masa: tíos, primos, todos juntos para reconectar con sus raíces. Ese microcosmos, lleno de historias y risas, me inspiró profundamente al crear esta novela.
– ¿Cómo fue el proceso de escritura?
– Fue placentero. Me sentí profundamente conectada con mis raíces y, al mismo tiempo, deseaba plasmar con precisión en el papel los sentimientos que me despertaba esta historia: el desarraigo, que siempre me conmueve profundamente; la herencia familiar; y el sentido de pertenencia, tan crucial para construir nuestra propia narrativa personal.
– ¿Cuánto tiempo te llevo escribir la novela?
– Aproximadamente un año.
– ¿Hay mucho, poco o nada de Chiara y Francesca en Fabiana?
– Francesca y Chiara cobraron vida casi por sí solas, como si ellas mismas me dictaran sus emociones y decisiones. Francesca es tímida, un poco indecisa e insegura, cualidades que siento que comparto en cierta medida. En cambio, Chiara es arrojada, temeraria y segura de sus decisiones. Es rotunda. Creo que tengo más de Francesca, mientras que Chiara refleja cómo me gustaría ser.
– ¿Tiene algo de catártica?
-Definitivamente sí. Escribir esta historia fue una forma de explorar emociones profundas, de conectar con mis raíces y con ese sentimiento de desarraigo que tantas veces me ha conmovido. Siempre me pregunto cuánto hay de nosotros mismos y cuánto de quienes nos precedieron. ¿Cuántas de nuestras obsesiones, deseos y esos sentimientos prístinos e íntimos son realmente nuestros? ¿Seremos una amalgama de influencias pasadas? A través de los personajes y sus vivencias, encontré una manera de expresar esas inquietudes y darles sentido. Fue un proceso profundamente liberador.
-¿Es posible escribir una novela como la que hiciste, con sus viajes internos y reflexivos, en medio de una vida atravesada por tanta tecnología?
– Personalmente, creo que si y, por eso, puede ser muy interesante. La tecnología, omnipresente como es en nuestras vidas, puede servir de contraste y catalizador para los viajes internos y reflexivos de los personajes.
– ¿El e-book desplazará al papel?
-Pienso que ambos formatos seguirán conviviendo, como hasta ahora. Cada uno con sus propias fortalezas. La portabilidad del e-book y su inmediatez serán preferidos por quienes valoran la practicidad y el acceso rápido. Sin embargo, la experiencia sensorial que ofrece el papel —su textura, su olor, el acto de pasar las páginas— y el placer de coleccionar hermosos ejemplares y admirarlos en tu propia biblioteca, eso es invaluable. (Se nota qué tipo de lectora soy, ¿verdad?)
– ¿Qué le brindó y qué le quitó la tecnología a la literatura?
-Es mayor lo que le brindó que lo que le sacó. Los audiolibros y lectores adaptados han abierto la literatura a gente con capacidades diferentes. Las plataformas digitales permiten que los libros lleguen a personas que antes no tenían fácil acceso, o personas que ansiaban leer en algún otro idioma. El proceso de investigación que hacemos los escritores se ha visto simplificado con la internet. Los procesadores de texto, diccionarios en línea, hasta los videojuegos narrativos son una manera de expandir una historia. Lo que le quitó es la paciencia al lector. Hay una atención fragmentada, sobre todo los jóvenes que quieren todo inmediato. Hay menos tiempo y más distracciones.
-¿Cómo ves la relación de las nuevas generaciones con el libro-papel?
– Me parece que sigue viva aunque evolucionada. Si bien muchos optan por formatos digitales por comodidad, el papel conserva un aura especial: es un objeto tangible, con historia y peso emocional. Además, veo que hay un interés creciente por movimientos que priorizan lo analógico frente a lo digital, como la fotografía con película, o los vinilos.
– ¿Cuál es tu sensación al terminar de escribir un libro?
-Es una mezcla de triunfo y nostalgia, Por un lado, siento la satisfacción de haber concluido algo tan importante; por otro, me cuesta despedirme de los personajes. Siento que los extraño.
-¿Qué estas leyendo en este último tiempo?
-Leí “La vida mentirosa de los adultos”, y “La hija oscura” ambos de Elena Ferrante, y “La paciente silenciosa” de Alex Michelides. Ahora estoy leyendo “Léxico familiar”, de Natalia Ginsburg.
– ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
-Actualmente estoy escribiendo una novela sobre el nacimiento de un viñedo en Mendoza. La historia comienza en 1918, y mi intención es desarrollarla como una saga familiar. Yo no sabía nada sobre el proceso de vinificación, así que tomé un curso básico de vinos donde aprendí muchísimo, y obtuve toda la info necesaria para el nacimiento de la historia. Es un universo apasionante.
– Si te preguntan por tu “profesión” en un formulario, ¿qué ponés?
-Esta pregunta siempre me hace sonreír, porque durante mucho tiempo dudé. Pero ahora ya estoy convencida de la respuesta: “Escritora”.
– Si por la puerta de tu casa, entrase la Fabiana de dieciocho años, ¿qué le dirías? ¿Algún consejo, recomendación?
-Le diría que confíe más en sí misma y en su intuición. Que los caminos no siempre son lineales, pero que cada giro inesperado tiene su sentido. Y, sobre todo, le diría que nunca deje de soñar, porque los sueños, incluso los más pequeños, son los que nos empujan hacia adelante.
Fabiana Galcerán. “La casa de los susurros”. Ediciones Diotima