Federico Andahazi: «Me shockeó el comportamiento sexual de Rosas»

Escribió la «Historia Sexual de los argentinos», cuyo segundo tomo es «Argentina, con pecado concebida». Dueño de una pluma aguda y polémica, Federico Andahazi cuenta las particularidades de este libro –amenazas incluidas-.

Fotos 1 y 2: Nicolás Savine

– Federico, ¿como surge la posibilidad de hacer estos libros, «Argentina, con pecado concebida» y el anterior?

– Mirá, siempre digo que toda obra, de alguna forma, es hija del azar. Nunca me propuse escribir esta serie «La Historia Sexual de los Argentinos». En realidad, estaba trabajando en un proyecto, en una novela, que iba a transcurrir en la Buenos Aires colonial. Lo pensaba como un policial negro situado en esa época. El escenario iba a ser el submundo prostibulario. Buscando bibliografía sobre esos años y temas, me encontré con una enorme sorpresa: existía un vacío muy grande en lo que a información sexual se refiere.

– ¡Qué curioso…!

– Daba por descontado que existía una obra que tuviera como eje la historia sexual de los argentinos. Había ido a buscar una historia sexual de los argentinos, de la misma forma que existe «La vida privada», una colección de unos autores franceses, o «La Historia de la sexualidad de los musulmanes» (libro que había leído hace varios años y me ayudó a entender porque Bush no iba a ganar la guerra). Lo cierto es que cuando descubrí que estaba vacante ese lugar en la biblioteca de los argentinos, y habida cuenta que los escritores escribimos sobre aquello que quisiéramos leer y no existe, puse entre paréntesis aquél proyecto de novela y asumí el desafío de escribir «La Historia Sexual de los Argentinos», cuestión que me es particular afín por varios motivos.

– ¿Cuales?

– Mi literatura, desde «El anatomista» en adelante, de alguna forma, mezcla la historia y la sexualidad. De manera que ninguno de los dos temas me era ajeno. Por eso, la magnitud del desafío. Era mi primera obra de no-ficción, en el formato de ensayo y claro, en un registro completamente diferente.

– Justamente te iba a preguntar si te había costado pasar de un registro a otro…

– No me costó en la medida en que, como te digo, estoy muy acostumbrado a la investigación, a la historia y el tema de la sexualidad no me es ajeno. Ahora el pacto que se establece con el lector es radicalmente diferente. Una novela no es, ni más ni menos que una ficción, una mentira. Mejor o peor contada pero ese es el registro. Siempre digo que nosotros, los escritores, somos mentirosos profesionales. En cambio, el ensayo requiere un pacto tácito previo de que el lector no va a ser engañado, que lo que ahí aparece surge de documentos e investigaciones. Esa es la gran diferencia. Además, uno puede percibir que indagando en la historia, como tantas veces se ha dicho como lugar común, la verdad supera a la ficción.

– El haber estudiado Psicología, ¿te ayudó con los libros?

– En algún lugar, si y en otros, no, por varias razones. En principio, efectivamente, mi formación como psicoanalista. De alguna forma, ¿como está formado el psicoanálisis? ¿Cómo creó Freud el psicoanálisis? Apelando a la historia, con mayúsculas y a la historia del sujeto, cuya patria es la infancia. Uno lee a Freud y lee la historia humana, con la historia de la civilización griega en adelante. Más atrás, cuando describió las hordas primitivas y toda la evolución del conocimiento.

– El psicoanálisis no es ajeno a la investigación histórica.

– Para nada. Ni hablar del lugar que le otorga a la sexualidad el psicoanálisis. O sea, que en este sentido, me puedo reencontrar con el psicoanalista que fui alguna vez. También es cierto que la prosa psicoanalítica es muy diferente a la histórica y ensayística que me propuse. Debo desembarazarme del psicoanalista que fui para lograr una prosa distinta. Este es un país con un exceso de psicoanalistas.

– Todo un tema…

– Demasiados para mi gusto. Siempre intenté desembarazarme del psicoanalista para escribir porque es un léxico diferente. Además, el psicoanálisis, como decía Freud, no es una cosmovisión sino que funciona dentro de los acotados límites del consultorio. No es una explicación universal ni tiene que ver con todos los hechos de la existencia. Es un recorte mucho más pequeño el del psicoanálisis que el de una investigación que mezcla la historia y la sexualidad.

– De los personajes con los cuales estuviste trabajando, ¿cual fue el que shockeó más?

– Por varios motivos, el que más me sorprendió fue Rosas. Si te dijera que existió un personaje que tuvo a su hija enclaustrada en su casa, que no le dio educación y la violó sistemáticamente, con la que tuvo seis hijos a los que no le dio ninguna educación…

– …uno piensa en el caso de Austria o el de Mendoza….

– Exacto pero…era Juan Manuel de Rosas. Un oficial, compañero de armas de Rosas, le dio a su hija en adopción ya que se estaba muriendo. De hecho, él era viudo y viendo que la chica se iba a quedar huérfana (Eugenia Castro se llamaba), se la da a Rosas, que la adopta con todo lo que esto significa. Lejos de darle lo que le tiene que dar un padre a un hijo, le sembró este panorama macabro. Mucho más sorpresivo me resultó la repercusión que tuvo todo esto.

– Las reacciones fueron increíbles….

– Si…y hasta cierto punto. Salieron grupos ultramontanos a hacer una especie de reivindicación de Rosas y quisieron sepultarme vivo por osar decir estas cosas, que son de conocimiento público y están en Tribunales. Además, las causas judiciales que los hijos le iniciaron a Rosas por estos hechos…Bueno, me preocupan los grupos de derecha. Uno de ellos es la revista Cabildo. Su director es un tal Caponnetto. Estos grupos fueron los que llevaron a cabo los destrozos en la muestra de León Ferrari y son la punta de lanza de algunos enquistados en el poder. Caponnetto es un personaje que no goza de ningún tipo de identidad intelectual o moral, pero es el vocero de Monseñor Aguer.

– Ahí está el tema.

– ¡Claro! Entonces los ponen a hablar a estos personajes. Cuando hicieron los destrozos en la muestra de León Ferrari y fueron detenidos y procesados, nadie los conocía…

– ..pero estaban ahí.

– Exacto. Nadie admitió el vínculo con esta gente. De la misma forma que monseñor Aguer seguramente, cuando estos energúmenos salen a hablar, no reconocería vínculo alguno pero es el vocero de esta gente. Me preocupó que el presidente de una sociedad belgraniana pidió, directamente, que me fusilaran. Hoy esto suena patético y causa gracia pero son tipos que, en algún momento, tuvieron mucho poder. Estas alcahuetadas que hoy mueven a risa, tuvieron consecuencias nefastas. Entonces, que venga un señor a hablar de fusilamiento….y más en nombre de Belgrano, un tipo que dedicó su vida a la libertad. Que venga un salame, en su nombre, a hablar de muerte y fusilamiento, me parece patético.

– Aparte con todo lo que dejó Belgrano a la patria….

– Justamente, si algo pone de manifiesto el libro y deja a alguien bien parado es a Belgrano. Hay una cerrada defensa de su figura por varios motivos y circunstancias. Entiendo que hablar de historia es complicado. Conduce a una discusión y reaviva los viejos fantasmas del pasado. Las guerras de unitarios y federales, que están vigentes. Uno ve como se desenvuelven las campañas electorales y puede apreciar que mucho de aquél salvajismo, sigue presente…

– Quizás, por debajo de la superficie, pero están…

– …y emergen ante estas circunstancias. Hablar de sexualidad no es fácil; es muy difícil y muy complejo. Hablar de las dos cosas juntas….

– …es un cóctel explosivo…

– ¡Correcto! Me parece bien que la literatura genere debates. Está para plantearse ciertas cuestiones y debatirlas pero ya cuando entran a tallar personajes que no tienen nada que ver con el debate democrático, ni con su tradición –sino todo lo contrario-, uno también le pone un límite a sus interlocutores. No voy a discutir con esta gente.

– Siempre me quedó con respecto a la sexualidad que nosotros llamamos a nuestro acto sexual de la forma en que el conquistador se apropiaba de un objeto. No es lo mismo «coger» que «follar». Nuestra sexualidad que es «tomar un objeto».

– Es interesante lo que señalás y tiene varias aristas. Esto mismo me lo vengo preguntando desde «El anatomista», que narra la historia de un tipo llamándose Colón, se declara el descubridor de un pequeño continente llamado clítoris. Esto es cierto porque el descubridor del clítoris fue Mateo Colón y él fue el primero en atribuirle importancia y ponerle un nombre. Es sugestivo que el descubridor del órgano de placer femenino se llame Colón. Aquí es donde viene tu observación, la «colonización» implica el descubrir y el apropiarse. Así como Cristóbal Colón venía con el descubrimiento y apropiación de un continente, Mateo Colón, cuando descubre el clítoris, sostiene directa o indirectamente la ilusión de que descubriendo este órgano tan secreto de la mujer, se iba a adueñar de la voluntad femenina.

– Todo lo que se puede decir al respecto….

– Uno lo ve permanentemente. Si uno examina los vínculos que existen entre la sexualidad y el poder, se da cuenta de que hablar de sexualidad es hablar de política. No existe ninguna política de Estado que esté exenta de una muy fuerte política de orden sexual. Si vemos por ejemplo como los conquistadores aplicaron su más antigua estrategia política en América, veremos esto que vos señalás.

– Es muy cierto esto…

– El mestizaje, que fue una de las primeras políticas de la Corona española en el continente, consistía en violar sistemáticamente a las mujeres aborígenes. Los nacidos de esas relaciones no tenían ningún derecho a la herencia ni nada por el estilo. Eso fue una política de Estado que fue la semilla de los posteriores movimientos libertarios. Fueron los hijos de esta política, los hombres y mujeres sin ningún derecho, los que iban a luchar por obtenerlos. Más acá en el tiempo, si uno ve como se consolidaron las oligarquías, hubo pactos inter e intrafamiliares para que la mayor cantidad de extensiones, quede en la menor cantidad de manos posibles. Así pocas familias concentraban la mayor cantidad posible de tierras. Fueron pactos de orden sexual. Más tarde, las políticas de inmigración también descansaban sobre el orden sexual…

– Que llegue tal inmigración y no otra…

– ¡Claro! Esta idea casi ingenua de Sarmiento, de trayendo europeos a la Argentina, iba a mejorar el carácter de los «vagos», como se llamaba desde ciertos sectores, a los gauchos.

– Que ya lo había dicho en «Civilización y barbarie»…

– Absolutamente. Esta idea casi racista descansaba sobre una idea de la sexualidad. Sarmiento tenía varias ideas con respecto a la sexualidad. Un dato muy conocido es la cantidad de escuelas que se abrieron en la época de Sarmiento pero uno menos renombrado es el número de prostíbulos que superaban con creces a las anteriores. Además, Sarmiento era un visitante asiduo tanto de unas como de otros.

– Ni preguntar sobre la aparición de Dominguito…

– ¡Bueh!

– En su momento, cuando era chico, era la gran duda…

– En el libro se cuenta todo eso. Lo sorprendente son los documentos que se pueden encontrar de Sarmiento. Reproduzco la lista de gastos cuando el gobierno chileno lo manda a Europa a hacer un relevamiento de las nuevas tendencias educativas. El tipo fue, hizo su trabajo y rindió sus gastos. En Paris, tomó un café por aquí, un almuerzo por acá, un museo tanto y orgías, tanto. Dijo ¿«orgías»?. «Si, si», respondía él. En Milán, lo mismo. Un paseo, un museo y orgías. En Roma nos encontramos con un Sarmiento más recatado. Los gastos son otros: un retrato de Su Santidad, un recuerdo del Vaticano tanto pero al final del día se encuentra un gasto que es «gran orgía».

– Había que compensar…

– ¡Y si…! De hecho, me encontré con un titular del diario La Nación de aquella época que decía «Sorprenden a Sarmiento volviendo de madrugada, de una orgía, completamente borracho». ¡Imaginate! ¡Sarmiento, el padre del aula, volviendo borracho de una orgía, cruzándose con los chicos que iban al colegio! El hecho que narro ahí también es cuando le cuenta a un amigo la erección que tuvo cuando vio a Mariquita Sánchez de Thompson. Sarmiento fue la excepción a la regla de la hipocresía que imperó a largo de la historia en materia de sexualidad.

Intermedio: Federico nos recibe en su casa junto con Neón, su perro. Nos sentamos en su estudio y empieza un diálogo en el que la actualidad se mezcla con el pasado. Neón busca mimo a toda costa, deseos que le son cumplido de inmediato por este cronista. Mientras tanto, la conversación gira en torno a personajes conocidos pero que Federico describe de manera muy diferente a la que todos conocemos.

– ¿Cómo ves el rol del intelectual dentro de la sociedad?

– Es una discusión que se da en el marco de cada época. Esto va variando. No hay una función específica tampoco para el intelectual. Acá voy a volver al psicoanalista que alguna vez fui. Freud decía que la pulsión no tiene un objeto predeterminado. Así como el instinto de los animales tiene un objeto muy claro (el perro va con la perra con el objetivo natural de reproducirse), Freud dirá que el hombre no tiene instinto; que lo ha perdido y que tiene pulsiones. La pulsión, a diferencia del instinto, no tiene objeto. Puede tomar como objeto de deseo cualquier cosa, un hombre, una mujer, un animal, un zapato. El catálogo de preferencias sexuales es inagotable. Así como el ser humano no tiene como objeto sexual predeterminado, me parece que no se puede hablar de una función predeterminada para la literatura o para el intelectual.

– Esto varía, ¿no?.

– Si. Cada escritor tiene un propósito diferente al escribir pero además cada obra tiene sus diferencias. Cuando escribí «El Anatomista», me propuse exponer en ese libro, determinadas cuestiones que tenían que ver con un propósito definido. Muy diferentes a lo que me propuse con «El Príncipe», que es una sátira al menemismo, un libro de un corte netamente político. Cada obra tiene un objetivo diferente. No hay una finalidad específica. Por ejemplo, la discusión Sartre-Foucault, tiene que ver con la forma en que Foucault se ubicó en la política. Foucault venía a rebatir ciertos dogmas que se habían instalado y ese es el valor su trabajo. Quizás, no tanto lo que aporta en esta discusión política sino venir a recordarnos que el pensamiento político se puede anquilosar en dogmas. Es el gran aporte que hace Foucault. Cada escritor encuentra el porqué de sus trabajos en diferentes momentos.

– ¿Cómo recordás lo que pasó con «El Anatomista» y el escandalete que hubo, después de todos estos años?

– La verdad es que tuve varios momentos. Antes de publicar «El Anatomista», era un escritor completamente inédito. Con ese libro gano prácticamente dos premios: el Planeta, en el que quedo como finalista y el Fortabat, cuya mentora decidió no otorgarme el premio, diciendo que el libro no contribuyó a exaltar los más grandes valores del espíritu humano (como si eso fuera una función de la literatura). La literatura no tiene porque exaltar estos valores. También hay que ver cuales son. No hay ninguna certeza.

– Todo se entremezcla…

– Me parece que la literatura tiene que ver con la historia de la incertidumbre y no de la certeza. La certeza es la religión y no corresponde al pensamiento. Entonces, por una parte, me alegré mucho cuando un jurado decidió distinguir mi libro y me sorprendió de igual manera cuando esta señora decidió contradecir a su propio jurado. Un acto por demás ofensivo para ellos más que para mi novela. La verdad, por un tiempo, debo confesar que sentía que le estaba debiendo un favor a esta señora porque, a raíz de este escandalete, el libro se estaba vendiendo muchísimo en el país y afuera tuvo gran éxito. Al poco tiempo, el libro se presentó en diversos países y tuve el placer de presentarlo en lugares tan lejanos y diversos como Finlandia, Turquia, China, Japón.

– ¡Qué bien! Recuerdo que fue muy reconocido

– Ahí me di cuenta que no le debía nada ya que este escándalo de cabotaje no tenía ningún interés fronteras afuera y debió hacerse por las suyas. Tanto «El anatomista» y «Las piadosas» tuvieron mucha repercusión. En Francia, compraron los derechos para filmar el libro. Después no hicieron nada pero ahora lo están viendo para hacerlo en EE.UU. Después, hay otro productor para hacer algo con «Las piadosas». Una productora rusa compró «La ciudad de los herejes». No le debía ningún favor a esta señora y lejos de hacerle un favor, le hizo daño. Mucha gente fue en busca de algo escandaloso que, en realidad, no tenía. Esas cosas no son buenas. Los escándalos no favorecen.

– ¿La volviste a ver?

– Nunca la vi. Ella mandaba abogados para que me den un cheque o para que no le inicie ninguna querella, cosa que no estaba en mi ánimo. Nunca tuve un trato personal con ella ni lo pienso tener.

– Naciste por la zona de Congreso, ¿no?.

– Nací y me crié, por así decirlo, en Callao y Corrientes, Uriburu y Corrientes, siempre por esa zona y sigue siendo mi barrio, el centro. Después anduve por todo Capital. Viví en Villa Urquiza, en Colegiales pero de lo que me doy cuenta es que estoy en la línea de la avenida Corrientes. Mi lugar natural sigue siendo mi lugar aunque cada vez la visite menos.

– ¿Cómo era el Federico que vivía en Ayacucho y Corrientes?

– Alli fue mi primera casa. A ver…era un chico con una infancia un tanto extraña ya que es un barrio raro para criarse. Es un barrio sin plazas. La plaza más cercana era la de Congreso y aprovechábamos estaba seca para jugar al fútbol ahí adentro. Había que inventarse los lugares para jugar. Un lugar muy preciado para todos los chicos, eran los terrenos baldíos. Eran como un botín de guerra. Nuestro grupo se hacía de un baldío y lo colonizaba para jugar a la pelota hasta que venía otra barra de barrio y había que defenderlo a las trompadas. Pero lo recuerdo como buscando desesperadamente un lugar para jugar en ese mundo de cemento que siempre fue el centro. Recuerdo mi nexo con la avenida, cuando fui más grande….

– Con las librerías…

– ….con los cafés…Vivía con mis abuelos y mi abuela siempre me mandaba a buscar a mi abuelo a comer al bar La Academia, que siempre estaba timbeando. No era una tarea fácil traerlo a casa. Además, heredé de él mi pasión por los bares y por los libros. Era editor y tenía una biblioteca fantástica que tuvo que destruir cuando fue el golpe del 76.

– No…

– Su biblioteca política muy vasta. Mi abuelo era un militante de izquierda. Recuerdo perfectamente el 24 de marzo del 76, cuando embaló todos los libros, cruzó al terreno baldío y le prendió fuego a sus libros. Fue una bisagra en su vida. De hecho, sobrevivió pocos años a la quema de su biblioteca que era su vida. A mi aún hoy me pasa que cuando termino de escribir un libro, tengo la ilusión de estar restituyendo un volumen a esa biblioteca. Ya ves como la infancia, de alguna forma, está asignada y marca un trayecto. El haber sido testigo de esa destrucción voluntaria de la biblioteca de mi abuelo me condujo por diferentes caminos a lo que soy yo.

– La última, si por acá entrase el Federico que jugaba en los terrenos baldíos y los colonizaba, ¿qué le dirías?

– Curioso…vos sabés que tengo un cuento dedicado a Maradona que entró en una antología con Fontanarrosa….

– …el Homenaje a Maradona.

– Si. En ese libro, estaba el Maradona chiquito, jugando en un terreno baldío hasta que aparece una Ferrari que empieza a dar vueltas y pareciera que solo él la ve. Queda fascinado con ese auto y se siente observado. No sabe quien está adentro. Hace el gol de su vida para el ocupante de ese auto. Se acerca y el que baja es el Maradona adulto, en su peor momento. Y no se dicen nada. Se miran y no se dicen nada.

– No le dirías nada….

– No. La verdad es que, con todos los sobresaltos que tuve, estoy muy contento con lo que tengo, con mi familia, con mi vida. Temería que cualquier palabra atente contra lo que he conseguido. Que me corra de aquél destino que conseguí.

– Quebrar la armonía obtenida.

– Exacto. Lo miraría y no le diría nada.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio