Pablo Mariuzzi. El delicado –y salvaje- arte de la actuación.

Con gran trayectoria en el teatro independiente, hoy encabeza “Salvajada”, el gran estreno del Teatro Cervantes, con éxito de público y crítica. Pablo Mariuzzi cuenta como es llevar adelante un texto de Mauricio Kartún basado en un cuento de Horacio Quiroga al tiempo que reflexiona sobre la actuación, la ceremonia del teatro, los celulares y el paso del tiempo.

Fotos: Cecilia Inés Villarreal

– Pablo, contame sobre “Salvajada”

– Me sumo al proyecto por la convocatoria de Luis (N de R: Rivera López, director de “Salvajada”), tal como se suelen dar estas cosas en estos contextos. Nos veníamos viendo desde el año pasado tras cruzarnos en  “A propósito de la duda”, una obra que estaba haciendo en Teatro x la Identidad. Fue como volver a encontrarnos y ahí hubo algo que dijo “Ah, mirá, Mariuzzi…”. En diciembre, me llamó por teléfono. “Mira, te quiero decirte que me gustaría mucho que estés en un proyecto”. Le dije que si a todo. Me pasó la obra, que me encantó y leí el cuento inmediatamente. “No sé para hacer qué pero quiero que estés”. Me contó quien iba a estar en el equipo y genial. Además, ¡estaba bueno trabajar en el Teatro Cervantes!

– ¿Qué sentiste cuando leíste la obra?

– Fue muy fuerte y movilizante. En la primera parte dice “cuando una madre llora un himno suena” y todo el tema de la muerte. Después, me encantó el relato de la identidad y la exterminación del otro, en tanto “lo que es raro, lo líquido”.  Me pareció buenísimo poder contar esto. Al venir muy del teatro independiente estás chispeado de esa manera. Cuesta mucho correrse del lugar de ver qué cuenta la obra al recibir un proyecto. ¿Está bueno lo que cuenta? ¿Tengo ganas de poner tiempo y energía en esta propuesta? Es todo un proceso. En este caso, fue maravilloso porque políticamente -no de lo partidario- tiene que ver con algo ideológico, con lo que uno acuerda. Estaba genial y me preguntaba cómo iba a hacer Luis para llevar a cabo todo esto.

-Es complicado. Más cuando uno recuerda el cuento. Quiroga tiene una pluma trágica y oscura. Esto, más allá que Kartún está de por medio…

-Luis me contó que la iban a hacer con títeres. Me preguntó si los manipulaba y le dije que no. Me dice “bueno, va a haber canciones, ¿cantás?” y la respuesta fue la misma. “También va a haber coreografía, ¿bailas?”. “Tampoco”. Frente a esta situación me empecé a preguntar qué hago acá pero Luis quería que este. Ahí se fue dando todo. Laburamos mucho. Hacíamos tres y hasta cuatro ensayos por semana. Casi seis meses y también por fuera del contrato.

-Se nota por la sincronización y el dinamismo que tiene

– Todo se debe al trabajo y a que hay un equipo excelente. Un caso es el de Marina Svartzman, la coreógrafa. Impresionante. Ella y Mora Diaz, su asistente, nos aportaron muchísimo con un entrenamiento hermoso. Trabajé con gente que realiza esta tarea y suelen tener una idea en la cabeza que quieren que vos hagas. Marina labura al revés. A partir de lo que vos aportas, arma todo. Entonces, no te sentís exigido. Para quienes no bailamos ni cantamos -lo mismo pasó con la entrenadora vocal- es un salto que tenes que dar y aparecen todos los fantasmas. Si te encontras con alguien que te dice “está buenísimo eso, vamos por ahí” y después te pregunta “¿y si probamos tal cosa?”, es genial. Te soltas y aparece algo desconocido y hermoso para uno. Luis armó un equipo de trabajo excelente y creo que eso se nota.

-Totalmente. El rompecabezas que se va armando de manera armónica. Importa más el todo que la suma de las partes.

-Si. Es gestáltico desde ese lugar. Ahora, sentimos que la obra se aceita cada vez más. Es un espectáculo muy complicado a nivel técnico tanto por el sonido como por los cambios. Estoy todo el tiempo en el escenario y veo como corren atrás para cambiarse. Somos diez de los cuales nueve hacen, por lo menos, dos personajes cada uno. ¡Es una vorágine! Para ir con todo eso, detrás del escenario hay treinta personas, entre vestuaristas, maquilladores que están todo el tiempo cuidando cada detalle. Es re difícil el espectáculo.

Un tal Juan

– ¿Cómo fue hacer para vos a Juan Darién?

– La verdad, buenísimo. Sinceramente, no sabía como iba a hacerlo. No tenía la menor idea. Cuando Luis me preguntó si me animaba a ser Juan, no le dije enseguida que si. Ya había leído muchas veces la obra pensando que podía ser el domador o el Inspector. Todos, personajes más prototípicos en los que sabía más o menos que hacer, por dónde ir pero cuando me dijo lo de Juan, se me llenó el culo de dudas. Me tomé unos días para decirle que sí. La volví a leer, pero ahora poniendo el ojo en Juan. Era eso de no creer que podía llegar a hacerlo. No por el rol en sí mismo sino porque era un protagónico en el Cervantes…Son como esos fantasmas que uno tiene…

-¡Pero está saliendo todo bárbaro!

– Si. Empezaron a salir las críticas y la recepción del público y el periodismo es excelente. El otro día fui a la entrega de los Premios María Guerrero y la gente se acercaba a hablar por el trabajo realizado. No estoy acostumbrado a eso. Es hermosa la repercusión que está teniendo el espectáculo y la labor que se llevó a cabo. Entonces, volviendo a lo que me decís lo de Juan, estuvo magnífico porque fue realmente un desafío no saber como mierda lo iba a hacer. Primero porque es muy físico

-Igual, vos sos un actor «físico»…

-….si, te entiendo pero no tengo una formación en eso. O sea, no corro, no entreno o hago yoga. Tengo el entrenamiento de hacer teatro. Además, pasó eso que a los actores nos ocurre que es que te dan un texto y ves cuántas líneas tenes. En este caso, Juan tiene muy poco texto pero a la vez, es al que le pasa a todo.

-Y nunca sale de escena…

– ¡Por eso! Ahí me preguntaba ¿cómo voy a hacer esto?. Finalmente dije “Bueno, confío en Luis y en el equipo”. En un punto también fue confiar en mí. Me entregué al juego. Cuando venís trabajando desde hace tantos años, hay algo del oficio que empezas a tener que te hace ser efectivo en los trabajos. Buscas la efectividad, que no es el mejor actor que vos podes ser

-El famoso “Si pega, está bien”

– ¡Exacto! Si te pasa, ahí cagaste. Te empezas a secar como actor. No hay posibilidad de experimentación. Vas al recurso conocido. Si te ofrecen algo que sale del andarivel de lo ya transitado, está bueno. Lorena (N de R: Szekely, actriz y esposa de Pablo Mariuzzi) me decía que, en la primera parte, era ese actor que conoció cuando tenía 14 o 15 años.

-Sos un niño en la obra…

– Si, pero ella me hablaba del actor que tiene esa capacidad de juego. Eso que tenía cuando ella me conoció y éramos chicos. Al fín y al cabo, es lo que a uno lo decidió a elegir este camino. El viaje que te divertía, que vibrabas. Parece muy loco pero lo vas perdiendo en el transcurso del camino

– ¿Eso no se llamaría “madurez”, supuestamente?

– No. Es satisfacer lo que el otro espera de vos. Te empiezan a poner en un determinado lugar. “Mariuzzi puede hacer este tipo de rol”. Comenzas a circular en un mismo canal expresivo donde encontras cierta efectividad. Es como una receta en que pones un poco de aquí, un poco de allá. Cuando te llegan personajes como Juan o los que hice en “Pajarita” y “Un señor alto ruido de bigote”, está genial. Entrar en esas zonas inciertas está buenísimo porque te desconoces a vos mismo.

– ¿De dónde sale esa cabellera enrulada de Juan? Eso lo hace aún más empático…

-Luis me pidió que no me corte el pelo ya que lo pensó desde lo animal del personaje. Esa idea me dio libertad porque la animalidad está. En el Cervantes, no sé qué se ve y que no. Lorena vio la obra desde “el paraíso” -arriba y al medio- con nuestros alumnos de la Escuela Municipal de Teatro de Quilmes y confirmó que es el mejor lugar para ver el espectáculo. Igualmente, laburo “lo chiquito” de la composición. En la escena de la escuela en que está Irupé, la chica que le gusta a Juán, si ella dice algo acertado, él saca la lengua como un gato. No sé si se ve allá arriba pero a me sirve en tanto «conducta animal». Es un personaje que, si no haces pie desde el principio, es muy difícil engancharte. La peripecia que vive es muy grande. Se puede laburar desde la forma

-Pero….

-…si no te pasa, sonaste. Al final de los ensayos, me angustió que la segunda parte “no me ocurría” y hacía las cosas formalmente. Luis me decía que estaba bien pero faltaba “la carnadura”. Estabamos ensayando todo muy fragmentadamente –ponele, las escenas 8, 5 y 1- por lo que no se me unificaba nunca el recorrido del personaje. Luis se dio cuenta y le dije de hacer pasadas para empezar a juntar todo. Había escenas que, cuando la trabajaba parcialmente, hacía algo que, después, en la totalidad, me pasaban otras cosas diferentes. Por eso, cuando hacíamos las pasadas completas, empecé a tranquilizarme. Ahí se armó todo el rompecabezas.

Ser o no ser….

– ¿Hay gente que va a ver la obra pensando que es para niños?

– Mira, es teatro. A veces, se tiene determinados parámetros en los cuales se define. Si tiene un desnudo, no es apto para todo público; si la madre amamanta y se le ve un seno, tampoco. Te estoy diciendo dos cosas que ocurren en la obra. Igualmente creo que es para todo público en tanto cuenta con diferentes niveles de lectura y estéticamente es atractiva. En «Salvajada» conviven muchos aspectos que hacen a un mismo lenguaje. Por ejemplo, estamos chipeados a nivel cultural que el títere es para las infancias. No es así. O que lo enteramente actoral está más asociado al público adulto. Por todo esto, creo que el espectáculo es para todo el mundo.

– ¿Qué te dicen cuando termina la función?

– El público se conmueve mucho, a nivel sensibilidad. Después, se refieren a lo que tiene que ver con la elaboración intelectual de lo visto. Ni bien termina el espectáculo, no puedan expresar bien en palabras lo que les ocurrió. Te abrazan o te dicen algo “desordenado”. El teatro impacta en el espectador inteligente en términos sensibles, no intelectuales. Es poder meterse en nuestra propuesta para hacer sus propias asociaciones, lo cual solo ocurre si a uno le pasan cosas, como conmoverte. Ojo, conmoverse no implica llorar solamente. Significa que te emociona, te da risa o te recuerda algo que te pasó, al momento de estar viéndolos en el escenario.

-Es un aquí y ahora.

– ¡Claro! Eso es lo que está pasando con el espectáculo, de un modo exponencial. Te cuento algo. El otro día, vinieron dos alumnos míos que están en segundo año de actuación. Me abrazaron y me dijeron “¡cómo me hizo llorar profe!”. Les pregunté en qué momento y el primero fue con la madre y después, en la escuela con el inspector. Una escena tremenda. Ahí me di cuenta que les pasó algo realmente personal.

– ¿Cómo sigue «Salvajada»?

-Estamos hasta el 17 de septiembre y bajamos. Después se verá como sigue todo. Por suerte, el teatro está muy contento con espectáculo.

– ¿Siempre tuvo esta duración?

– La obra está original, de la que hizo Kartún. Igualmente, hemos ganado mucho en ritmo. Le bajamos seis minutos.

Reflexiones en voz alta

– ¿En qué momento de tu carrera te agarra “Salvajada”?

– Es una etapa muy buena. Hace poco, Osmar Nuñez me dijo algo que me quedó. “Estás en un momento de la profesión hermoso porque estás maduro en muchos sentidos y apostas a cosas que están buenas”. Esta bueno eso. El otro día vino Virginia Innocenti. Fuimos a comer y nos quedamos hablando de “Salvajada” y de «La oscuridad de la razón», un trabajo que ella me había dirigido. Le dije que ahora sentía que podía hacer a Dalmasio, mi personaje. Pero quizás no lo estaría si no lo hubiese hecho en ese momento, cuando todavía no estaba para hacerlo. Entonces es como un devenir. Es la acumulación de todo lo que vengo haciendo y a la vez, este presente va a seguir acumulando para todo lo que me falta hacer. Lo que sí siento es que hay mucho reconocimiento.

-Esa devolución de la gente y la crítica…

– Está buenísimo y es muy grato. A veces me pone colorado en el sentido literal. Soy muy extrovertido pero a uno, por dentro, le pasan un montón de cosas. Muy internas que tiene que ver con su historia, con la construcción de su psiquis. Está bueno transitarla para ir rompiéndola. La actuación está muy relacionada al ego. Hay algo ahí que si no está bien calibrado…. A ver, terminamos el 17 de septiembre y el 18 estoy llamando a mi tía para que venga al reestreno que haga. La verdad, estoy disfrutando este momento, con los pies muy en la tierra.

-Estuviste en “Pajarita” una reescritura de Arlt, en “Stefano”, un clásico de Discepolo y “Un señor rubio, alto de bigotes” que era un unipersonal. Un recorrido muy amplio, que potencia tu carrera…

– Lo que te puedo decir a nivel consciente es que siempre elegí que hacer porque te ofrecen de todo. Soy muy de la formación. O sea, los textos tienen que contar algo, por ende, vemos qué queremos comunicar. Llegado el caso, somos comunicadores sociales a través de otro lenguaje, distinto del que escribe, y nos tenemos que hacer cargo. Ergo, está bueno pensar que es lo que se quiere comunicar.

Una función en el teléfono

– ¿Qué sentís cuando te suena un celular en el medio de la función?

-Hay veces que te dan ganas…Veamos, hay situaciones en la obra en que es posible parar la función y otras, no. Esto no me lo puse a pensar nunca. El tema es que hay otro montón de gente que está muy metida en lo que se está viendo. Por ende, le cortaría la atención si se detiene la obra. Pone muy a prueba la concentración de uno y el poder retomar. Hay algo que, inevitablemente, a uno como intérprete, se le corta por el ruido del celular, no de una tos. En un punto, también deberíamos preguntarnos si el celular, hoy en día, a esta altura, no es humano. Digo, como un apéndice nuestro. Me despierto y no pasa un minuto que ya manoteo el teléfono.

-Es el despertador

-¡Claro! En cuanto a esto que estás diciendo hay algo que está bueno pensar. El teatro tiene que ver con una ceremonia, un ritual. De a poco, esto se ha ido perdiendo tal como la cultura de lo teatral. Me acuerdo que, en los cines, no había pochoclos. Había una concentración distinta en el cine ya que no es un hecho vivo. Hoy hay cines en los que comes. No hay que pelearse con esas cosas porque uno sale perdiendo. Habría que ir trabajando esto, relacionándolo con lo educativo. Volver a generar la cultura de lo teatral y lo que implica, tanto como el hecho colectivo, la comunión y los rituales. Pareciera que estamos hablando de religión…

– Hay algo del teatro que tiene que ver con eso.

– Justamente por eso estaría bueno recuperarlo. También te digo que, a veces, hay quien para una función por una cuestión pedagógica y el que lo hace para decir “bueno acá estoy yo. Soy re canchero y te hago sentir muy mal porque vos no apagaste el celular”. Por ahí, la persona que no apagó el celular es una persona que tiene 80 años y no sabe hacerlo.

-Entiendo a lo que vas…

-Me pasa dando clases. Veo que los pibes miran el celular y son los mismos padres los que les mandan mensajes, aún sabiendo que están en la escuela. Es muy complicado y a la vez me pasa como padre. Tenes el capítulo de Black Mirror en que la madre monitorea todo el tiempo a la hija a través de una pantalla. Es lo que nos está pasando. Mi hijo no me contesta en 10 minutos después que le mandé un whatsapp y ya estoy pensando que le pasó algo. ¡Y no le pasó nada!

-Se le descargó la batería, se olvidó…

-O no quiso atenderme, lo cual es entendible. Es humano.

Educar para actuar

– ¿Los alumnos buscan aprender o tener una visibilidad grande?

– Hay una cuestión generacional….Estamos viviendo en un momento histórico del que no tenemos todavía la suficiente distancia para poder objetivar. En este mismo tiempo y espacio coexisten muchas generaciones formateadas culturalmente de modos muy distintos. Mi mamá tiene 82 años y convive con mi hija que usa Instagram.

-Dos mundos diferentes.

-Sucede con nuestros alumnos de la carrera de Teatro de la escuela de Quilmes. Terminan diciendo “nosotros entramos acá pensando en una determinada cosa y salimos otra totalmente distinta” que no tiene que ver con la exposición ni con la fama. Me encanta que ocurra en el sentido que habla bien de la transmisión de nuestra visión de esta tarea. Me acuerdo de mi primera clase en la EMAD, el encuentro que tuve con Pepe Bove, el profesor de teatro aunque, finalmente, no lo tuve. Nos preguntó “¿Quiénes de los que están acá, quieren actuar en televisión?”. Sinceramente, no levanté la mano pero hubo muchos que lo hicieron.

-Los echó a todos…

– No, no. Estamos hablando hace 20 y pico años atrás. Entonces dijo “Bueno, ustedes ya saben todo lo que tienen que saber para actuar en televisión”. Ojo, lo dijo con mucho amor, no desde el lugar de viejo choto lo cual está muy bueno. Lo dijo desde un lugar muy empático, para hacernos pensar. “Acá vamos ir por otro lado, vamos a intentar aprehender otras cosas”. Hay tiktokers que, hoy en día, que tienen más visibilidad que lo que yo voy a tener durante toda mi vida haciendo teatro.

-Desde este lado también pasa….

– La mediación, la pantalla, el valor del reconocimiento medio vacío por el simple hecho de ser conocido. Supongo que siempre debe haber sido medio así…Capaz que lo vivimos con más intensidad porque nos creemos que somos los únicos.

Hoy, mañana y pasado

– ¿Próximo planes?

– Supongo que vamos a volver con “Pajarita” en cuanto podamos. También hay una obra que está dando vueltas por ahí muy linda de un autor argentino que también la va a dirigir. Es teatro independiente y después bueno, abierto a las propuestas que lleguen.

-Te traen un formulario y te preguntan por tu profesión, ¿qué pones?

– Actor. Mi mirada tiene que ver con la del actor. ¡Mira que me costó años poner “actor” en la planilla! Era hacerme cargo de esa decisión.

– ¿Que ponías?

– Docente. Me encanta enseñar, pero yo vivo vibro en la actuación.

-Si no eras sido actor, ¿qué hubiera sido tu vida?

– En un momento pensé en hacer arquitectura. Siempre me llamó mucho la atención. Mi viejo es maestro mayor de obra. Tengo la mirada puesta en los espacios.  Me encanta eso.

-Si por la puerta de este bar entras el Pablo Mariuzzi que recién entraba en la EMAD, ¿qué le dirías?

– Que confiara más rápidamente en él. Que todo iba a estar bien y a la vez hay algo del recorrido que volvería a hacerlo casi de la misma manera. No le daría ningún consejo. Hay que andar constantemente porque los melones se acomodan solos.

“Salvajada”. Teatro Cervantes. Libertad 815. Jueves a domingos, 20 h.

1 comentario en “Pablo Mariuzzi. El delicado –y salvaje- arte de la actuación.”

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