En Buenos Aires pasan cosas. A veces uno se entera por circunstancias relacionadas a su actividad o simplemente porque la casualidad metió la cola. De esta manera y con esta impronta, se relatarán historias y hechos varios dignos de mención.
Hoy es un día particular, en el que recibí un saludo un tanto especial. Un amigo me dice “Sé que hoy, para vos, es un día muy importante”. Mi respuesta fue cortés pero firme “Lo conmemoro y apoyo. Creo que debería serlo para cualquier ciudadano del país”. El tema quedó ahí y la conversación siguió por caminos más triviales.
No obstante, la reflexión de mi amigo me llamó –en un punto- la atención en varios aspectos. Primero, el saber que hoy es un día “especial” por los motivos que se saben pero que cierta mayoría silenciosa, evita mencionar. Pasaron 45 años y todavía (si, todavía), están quienes hablan en voz baja acerca de lo que pasó: una dictadura cívico-militar genocida, con un plan sistemático de asesinato y desaparición de personas así como el robo de bebes, al tiempo que destrozó tanto social como económicamente al país, bajo el nombre de “Proceso de Reorganización Nacional”.
Por eso, el/la que se mantenga en ese lugarde gesto reflexivo y supina cobardía, lo hace por motu propio. O sea, se toma la decisión de “hacerse el/la boluda/o”. Es la primacía -extendida al día de hoy-, del “no te metas”, “algo habrán hecho” y tantas ideas de mierda que hemos mamado durante nuestro crianza. El tema es que, con todo lo que se ha probado, se siga en esa tesitura.
El caso de mi amigo es paradójico. De niño y adolescente vivió a la vuelta de un CCDTyE. Suele recordar que le decían que no vaya a jugar a la pelota cerca de ese estacionamiento enorme que estaba muy lejos de ser “el jardín de los dioses”. Inclusive me contó que “vi que salían camiones con los soldados….pero, ¿sabes qué me acuerdo? Que iban con las rodillas muy arriba. Casi que les tapaba la cara”. No hace falta mencionar que, debajo de esos pies, iban prisioneros cuyo destino iban a ser los tristemente célebres “vuelos de la muerte”.
Aquí surge un interrogante. Aparece la bronca que despierta este tipo de “toma de decisión” porque, sabiendo lo que pasó, se hace lo que se hace. Pero ¿es comparable a aquella que surge cuando te topas con algún carcamán que añora “esos tiempos”? Diré a título personal que si, porque soy de la idea que hay que prestarle mayor atención al imbécil que al mierda porque de éste último esperas la puñalada trapera; en cambio, al primero no le tenes tanta prevención por su propia condición. Por esto mismo es que se presenta la discusión en todos los lugares y frente a quien sea.
Plantar árboles por la memoria en el Olimpo |
Al respecto, es para analizar la manera en que se aprovecha la libertad de expresión para difundir ideas negacionistas que no solo afectan la dignidad de las víctimas del genocidio sino también la cohesión social. Ahí aparece la pregunta “¿La libertad de expresión o la memoria de las víctimas?” que, en realidad, es una falsa dicotomía en tanto que una no quita la otra. El punto a debatir es si la libertad de expresión habilita a que los negacionistas se victimicen y mientan sobre lo que dicen. Agreguemos que un individuo tiene derecho a pensar lo que sea y esto incluye el creer una determinada idea, prescindiendo su condición de verdad.
En esta línea de pensamiento, suelo preguntar cómo se puede debatir con personas que pueden afirmar que 2+2 es 8 y cuando se les refuta la ecuación, se ofenden. Este simple ejemplo es aplicable a la discusión con los negacionistas por la libre expresión. Que tengan la posibilidad de decir una sarta de mentiras, no las hace verdad. Reitero, que mil personas sostengan que Martin Luther King nació en Mataderos, que los Beatles tocaron en la cancha de Boca y que Diego Maradona era austriaco, no lo hace verdad; son cien personas diciendo barbaridades…en el marco de la libertad de expresión.
Por esto decimos que el negacionismo sigue vigente en Argentina pero de otra manera. Hay gente que aún sostiene que “en ese tiempo, no había inseguridad”. Se esconden las atrocidades ocurridas en pos de “la seguridad” lo cual pone de manifiesto dos cuestiones. 1- El egoísmo de aquellos que lo dicen porque, frente a cualquier cuestionamiento, lo primero que se escucha es “yo estaba bien”, “yo podía salir a la calle y no había robos”. Un “yo” constante alejado de la coyuntura que avala cualquier tipo de régimen. 2- No se lo dice abiertamente porque “está mal decirlo” y no porque no coincidan. Ejemplo: Una persona no dice “judío de mierda” porque no lo piense sino porque está mal decirlo. Retomo una pregunta maliciosa. ¿Una persona deja de ser racista porque realmente comprende la falacia y malicia que implica serlo o simplemente sigue siéndolo pero no lo dice porque “está mal ser racista”?
Suenan los tambores en Floresta |
Esta situación recuerda a la del radicalismo que, de ser un partido de más de cien años, terminó siendo el furgón de cola de la derecha, tras haberse dejado cooptar por “el lado oscuro de la fuerza” que, no es ni más ni menos que el antiperonismo. Esta misma postura hizo que la otrora “democrática” UCR, primera fuerza populista de la historia argentina –con caudillo acorde-, haya arriado sus banderas olvidando el Juicio a las Juntas, para ponerse en la vereda contraria a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. A través de personajes nefastos como Fernando Iglesias o tibios de doble moral y lealtad dividida como Martín Lousteau y Mario Negri, se refleja el cambio –¡cuac!- de posición que se extiende a sus seguidores.
La escuela pública y su homenaje a las Madres |
De más está decir que, en el marco de la democracia, el negacionismo intenta abrirse paso bajo cierto revisionismo cuando sigue siendo la misma derecha de siempre.