El disco arranca muy arriba con “This cat’s on a hot tin roof” donde los vientos y el bajo conforman una base excelente por sobre la cual trabaja Setzer. Justamente, se reserva el hacer todas las partes de guitarra y solos. Con 2.19 mins, se aprecia hacia donde va a ir el concepto general del trabajo.
La Big Band es dominante a nivel sonido pero eso no implica que las seis cuerdas de Setzer no lleven la batuta. Con “Let’s live it up”, es notable la presencia de la banda, brindando un sonido envolvente y decisivo. Al respecto, “Sleepwalk” es un ejemplo de lo dicho que, no en vano, antecede a “Jump Jive an’ wail”, un tema de Louis Prima que le permitió al combo de Setzer saltar a la fama.
Setzer vuelve a grabar el clásico de los Stray Cats, “Rock this town”. En esta ocasión, tiene justo el doble de duración ya que se pasó de los 3.26 del original a 6.38 con la BSO. La frescura del original de 1981, pasó a ser una canción atiborrada de arreglos con vientos que se intercalan con la voz y la guitarra de Setzer. La simpleza da espacio a la espectacularidad sonora con un resultado que asombra. A algunos le gustará más y a otros, no tanto. Igualmente, nadie podrá acusar a Setzer de no trabajar los temas. Después, quedará librado al gusto (y la apertura musical) de cada oyente.
La guitarra de Setzer marca su dominio con un comienzo arrollador para “Switchblade”, donde la pista de baile arde al compás del ritmo dominante de la canción. Es de esas canciones donde, además de bailar, el contrapunto a viva voz de “Switchblade” es casi obligatorio. Lo mismo ocurre, con menos bríos e igual calidad, con “Nosey Joe” que tiene un muy buen solo, de corta duración pero precisión quirúrgica, antes de darle paso a la aplanadora que constituyen los vientos.
En la última curva del disco, suena una canción que en su título, describe su propia esencia, “Hollywood Nocturne”. Con un aire a los años 40 y un tinte cinematográfico en su atmósfera, Setzer canta con un sonido diferente a su voz pero acorde a lo que la canción requiere, melancolía y tensión.
El final es con “As a long as I’m singing”, un tema con aires latinos donde cambia con respecto a lo escuchado anteriormente. El mambo se entrecruza con el sonido portentoso de la orquesta aunque no tiene la potencia de muchos de las anteriores canciones. No obstante, deja al oyente con ganas de seguir indagando en la obra de Setzer o directamente, volver a escuchar el disco y descubrir algún detalle oculto.
“Dirty Boogie” es un disco disfrutable de principio a fin. No en vano, Brian Setzer y su orquesta lograron un reconocimiento generalizado gracias a su realización. El jopo de Setzer se resiste al paso de los años con canciones trabajadas con seriedad en un marco diferente al de sus comienzos.
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