Eric Clapton en River. El evangelio de las seis cuerdas

Admito que tenía una deuda con Eric Clapton. Siempre fue uno de mis músicos favoritos pero nunca lo había podido ir a ver. Esta vez, la tercera fue la definitiva.
Volver al Monumental y verlo lleno para presenciar el desembarco de uno de los guitarristas que definió el sonido del rock y el blues a partir de los 60, tanto con los Yardbirds, John Mayall y los Bluesbreakers y sobre todo, con Cream.
A medida que me acercaba al estadio, veía que había gran cantidad de gente dirigiéndose con destino a la misa blusera que se iba a producir. También un poco para expiar con buena música lo acontecido unas cuantas horas antes con el fenómeno teen de Justin Bieber. Alguien me dijo que Bieber llenó dos River y Clapton apenas uno. Mi respuesta fue “A Clapton lo conocen después de cuarenta años de trayectoria; en tres años, nadie se acordará de Bieber”.
El reloj marcaba las 20.45 cuando llegué al estadio en compañía de mi amigo y colega Gabriel Cócaro. A diferencia de varios recitales que he presenciado, no había música de fondo previa al show. Las edades de los concurrentes varían desde los diez años hasta los sesenta. Se aprecian remeras con contemporáneos a Clapton como los Beatles y los Rolling Stones o bandas más cercanas –no mucho más- en el tiempo como Pink Floyd, Led Zeppelín o AC/DC.
Cinco minutos pasadas las 21 hs, se apagan las luces de River y ahí aparece. Sobrio, parco, con lentes, jeans y un polar azul. Tan azul como esa Stratocaster que empieza a sonar con “Key to the highway”, de Derek and the Dominos, banda que tenía con la que editó el excelente disco “Layla and other assorted love songs”. Sublime versión de un gran tema al que le hace seguir “Tell the truth”, del mismo disco y “Hoochie Coochie Man” de Muddy Waters.

Me tomé el atrevimiento de mirar el reloj cuando terminó el cover de Muddy Waters y eran las 21.27 hs. Pasó media hora casi del inicio del recital ¡y había hecho solo tres temas! Pero los arreglos que tuvieron los mismos asi como la interpretación de Clapton fue magnifica. Al respecto, digamos que se trajo una banda de aquellas: Steve Gadd en la batería (Paul McCartney, entre otros), Willie Weeks en el bajo (George Harrison), Chris Stainton en los teclados (The Who), Tim Carmon en los teclados (Stevie Wonder, Paul McCartney, Bob Dylan, B.B. King, Santana y demás), y Michelle John y Sharon White en el coro. Stainton había participado en el tributo al blues con forma de disco que había realizado Clapton con el nombre de “From the craddle”

Si bien los solos de “Slowhand” son una marca registrada, en este caso no eran los protagonistas exclusivos ya que el trabajo realizado en los arreglos en Hammond y teclados realizados por Carmon y Stainton fue muy valioso. Este trabajo quedó reflejado en “Old love”, uno de los mejores temas de la noche, con una seguidilla de solos de guitarra, Hammond y piano, de excelente factura. Carmon creo un mantra de teclados funkys en una canción del disco “Journeyman”, dedicada a Patty Boyd, la ex de Clapton y la también ex de George Harrison.


Suena la guitarra de Clapton con un tema que no se puede determinar hasta que el coro de “I shot the sheriff” devela el interrogante. El virtuosismo de Clapton no deja lugar a dudas pero es lo suficientemente sutil como para no caer en el aburrimiento de aquellos que, más que guitarristas, son maratonistas de las seis cuerdas.

En ese preciso momento, vuela la guitarra eléctrica para dar paso a un mini set acústico que se inició con la magistral interpretación de “Driftin blues”, otro de los momentos geniales del show al que le siguió “Nobody loves you when you’re down and out”, retomando un poco el aura de su famoso unplugged de los 90.
Aquí es cuando ocurre un hecho muy banal pero que me chocó un poco. Sentado, Clapton cambió su acústica por una eléctrica para hacer una versión a mitad de camino de “Layla”. La versión fue correcta –a como venía el show- porque mantuvo los arreglos de la versión acústica pero tocada con guitarra eléctrica…¡y sentado! Lo que hubiese dado uno para escuchar la versión original con la coda final a todo vapor…., pero no fue así. 
Enseguida suena “Lay down Sally”, del disco “Slowhand” en una muy linda versión que intenta hacer olvidar –un poco- lo ocurrido con “Layla” y “When somebody thinks you’re wonderful”, único tema que interpretó de su último y muy buen disco llamado “Clapton” a secas.   
No obstante, el tema que levanta el ánimo es “Badge”, un clásico de Cream que en su versión original contó con el aporte de George Harrison. 
Llega el momento romántico de la noche con “Wonderful tonight”, en una muy linda versión. Sin embargo, en mi caso particular, hubiese sido una de las poquisimas canciones que hubiese cambiado para escuchar “Sunshine of your love” o “White room”, tal como la hizo en “24 nights”.
 
De a poco, el show va llegando a su fín y que mejor que despedirse a puro rock y blues con “Before you accuse me” y “Little queen of spades”, del gran Robert Johnson. El cierre es con un clásico inoxidable y vigente como “Cocaine”.
Como no podía ser de otra manera, uno pide más y más para los bises, el cual se limitará a un solo tema que es “Crossroads”, la gema que inicia el segundo disco del doble de Cream, “Wheels of Fire”.
Termina el show y nos retiramos con una amplia sonrisa de satisfacción, después de dos horas de un show impecable. También decimos que podría haber hecho “Sunshine of your love”, “White room”, “Tears in heaven”, “After midnight”, “Rambling on my mind”, “Pretending” o directamente todo blues crudo y refinado como el de sus discos “From the cradle” o “”Me & Mr Johnson”.
No importa. Vimos a Eric Clapton desplegando su magia en las cuatro cuerdas en un concierto que será recordado por aquellos que lo hemos presenciado. O habrá que esperar otros diez años para que se concrete una nueva cita con el Dios blanco del blues.

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