Tras presentarse en el Teatro IFT, Paula Maffia habla sobre el revuelo que causó este septeto femenino llamado “Las Taradas” con su disco debut, sus presentaciones a lleno total asi como el futuro de la Cosa Mostro y su visión del panorama de las bandas y los lugares para tocar.
– Me sorprendió más al principio y lo que vino después fue una especie de “in crescendo” de un boom inicial. No esperaba, en la primera fecha que tuvimos, en noviembre del año pasado, la repercusión que hubo. Igualmente, tuvo que ver con algunos cambios en la formación que hubo. Empezamos con Lucy Patané. Fuimos cuatro, pasamos a seis y ahora quedamos en siete. No creo que nos movamos de este número. Igual, siempre hay taradas invitadas y periféricas.
-Un detalle que llamó la atención de ustedes es la instrumentación. El uso de percusión y no batería; de contrabajo y no de bajo…
– Solemos tocar con contrabajo que se lleva bien con la percusión. Esta formación nos ha rendido mucho y nos da versatilidad a nuestra música. No respondemos a la formación típica de bajo-batería-guitarra del rock. Todos estamos acostumbrados a ese formato – con una fuerte influencia de Elvis y los Beatles- y se lo piensa para todo tipo de música de salón. Pero nosotras recopilamos música que viene de antes del rock. Por ejemplo, la orquesta de Benny Moré, no tenía una batería. Tiene percusión, congas y timbaletas.
-Las versiones que hacen, como “Perro Salchicha” de María Elena Walsh o “Pepito” son personales…
– Exacto. Hacemos nuestras versiones y las diferenciamos lo más posible. Trabajamos con géneros que no son cuadrados en su estructura. Si hiciéramos música disco, aunque sea acústica, sin el bombo, te quedás medio corto. Necesitas un contrapunto ahí. La música que nosotras hacemos tiene el contrapunto en otro lado. No es tan atípico y está bueno que eso se note.
-¿Les sorprende la heterogeneidad del público que las sigue?
– Esa fue otra de las sorpresas que tuvimos al principio. Sin querer, se generó un efecto “bola de nieve”. Con un empujoncito, fue ganando por todos lados. En tanto fuimos respondiendo a eso, que nos dio el tiempo y el espacio para dedicarnos, la banda fue creciendo. Pasó de ser un proyecto en chiste que hicimos Lucy y yo, a un conjunto donde todas tenemos igual participación. Somos siete minas al frente de una banda, lo que le da mucho empuje. El público es heterogéneo porque le gusta tanto a los chicos jóvenes como a las señoras. A los niños les encanta. Somos una recopilación apto para todo público pero sin ser aburrido o ingenuota.
– ¿Tienen pensado realizar temas propios?
– Estamos preparando temas nuevos que son composiciones propias. Nosotras trabajamos haciendo recopilaciones y ahora estamos componiendo. A veces en conjunto, y en otras, alguna trae el germen y termina de crecer en el grupo. Estamos ensayando material nuestro lo cual no quita que dejemos de trabajar con repertorio de recopilaciones de canciones. Somos muy melómanas y hay mucho material para sacar a la luz. Canciones muy creíbles, que no están muy difundidas y que sabemos que van a gustar mucho en el público.
-¿Las canciones nuevas serían dentro del mismo estilo con el que vienen trabajando?
-Si, con algunas licencias aunque siempre dentro de los esos mismos géneros como el jazz, el swing, blues, algún bolero eventualmente. Hay muchos proyectos en danza. Estamos pensando grabar un EP con las canciones nuevas al tiempo que armamos nuestro propio sello discográfico (Discos Pepito) donde vamos a editar los proyectos independientes de cada una. También vamos a filmar un videoclip. El tema es que justo esta mitad de año, nos agarra con un viaje mio de un mes y después se va Lucy, la guitarrista, otro mes afuera, con Marina Fages.
– ¿Y La Cosa Mostro?
– Está en un breve suspenso. Estamos tratando de buscar como…en una exploración sonora nueva. Pasamos mucho tiempo en la sala de ensayo, trabajando de una manera distinta, zapando y buscando sonidos nuevos asi como variando la instrumentación. Estamos pensando en hacer un disco nuevo un poco más conceptual. Estamos tratando de pasar más tiempo en la sala para ver que sale porque la verdad es que grabamos dos discos muy seguidos y durante un año y medio, nos vimos solamente en los shows. Era tal cantidad de shows y de demanda por los discos, que nos veíamos arriba del escenario, sin tener tiempo para ensayar.
-Y con los temas, ¿te surgió la cuestión de pensar “Este tema es para Las Taradas” o “Este tema es para la Cosa Mostro”?
– Mirá, en un momento, no tenía la más mínima duda que los temas iban siempre a La Cosa Mostro salvo que tuviera un giro muy distinto y no entrase en el rock. Alguna cumbia o algo por el estilo. Ahora estoy trabajando con géneros más latinoamericanos para componer y me gustaría llevarlo a Las Taradas. En paralelo, estuve reforzando también mi trabajo solista que antes era presentarme sola con las canciones de La Cosa Mostro, que son todas de mi autoría. Estoy tratando de hacer un repertorio nuevo para mi carrera solista, para hacer una variante. Asi que empecé a seleccionar que canciones pueden ir para un proyecto paralelo.
-¿Cual sería la diferencia entre la Paula Maffia solista y la que está en La Cosa Mostro y Las Taradas? ¿Qué las decisiones serían solo tuyas?
– No, no es una cuestión de poder, o quien toma las decisiones. La Cosa Mostro empezó siendo un proyecto solista y, a medida que la banda se fue comprometiendo con la causa, se transformó en un proyecto grupal, donde todos tenemos el mismo peso en la toma de decisiones. En las Taradas hay algunos especialistas en otros departamentos. En mi caso, me ocupo más de lo relacionado con el arte o el diseño. Las fotos del disco y los dibujos los hice yo. También me encargo la parte visual. Quien se encarga de las perillas en el estudio y la que tiene el oído más atento es Lucy. O Lu Martínez, la contrabajista que estuvo trabajando con Big Bands. En cambio, Rosario, la violinista, es muy buena con el tema de las orquestaciones. Cuando hay que hacer arreglos de cuerda, ella es la más indicada o si tenemos que hacer los arreglos de voces nos encargamos Mel, la otra cantante y yo. Hay un reparto natural de las tareas. No es solo una cuestión de las tomas de decisiones sino con cuestiones energéticas del grupo. No en el sentido de la energía mística sino que una tira una chispa y como esta crece dentro del grupo. Hay ciertas cosas que prenden más y otras menos.
-Al día de hoy, se habla que no hay lugares para tocar y por otro lado, hay fiestas o espacios más pequeños. ¿Crees que no hay lugares para tocar y solo quedó internet para colgar su música?
-Creo que no hay lugares lindos y cómodos para tocar. Después hay un millón de lugares que salen, que me dan la impresión que son -por los nombres-, rockerías donde te sirven la cerveza caliente. ¡Todo bien! Me encantan los lugares de rock. Yo me crié en los ámbitos más punkies pero antes había un buen antro podrido como el Salón Pueyrredon. Ese es un lugar de verdad, donde estaba el punk roto, a las ocho de la mañana y todos felices. No como estas rockerías donde se escucha metal y están todos duros, con una banda que sale y entra otra. Todo con los tiempos fraccionados como si fuera una máquina de sacar chorizos. Ese tipo de lugares siempre surgen. Siempre hay algún mercenario (sonidista o del palo que sea –no me quiero meter con los sonidistas porque conozco a muchos que son muy grosos-), algún roto que pone un boliche de esos, que no perdura en el tiempo pero que pasa. Hay tan poca oferta y tantas bandas y músicos…Imagínate que yo sola tengo tres proyectos. Cada una de mis compañeras también…
-Si hacemos la cuenta…
– ¡Claro! Entonces tratamos de movernos en un ámbito amplio, desde Café Vinilo o Boris Club hasta lugares pequeños, en los que nos encanta tocar. Para compensar esos lugares mercenarios y horribles, surgieron espacios culturales, manejados por artistas y gente de la cultura como el Centro Cultural Matienzo, la Oreja Negra, el teatro Mandril, La Casona o Casa Brandon. Lugares donde se circula y es fácil acceder a tocar. Hay cierta curaduría de la música por lo que no vas a ver algo malo, verde, mal ensayado. No me refiero a alguien que recién empieza porque no hay nada más lindo que ver a alguien que se anima a tocar sus canciones. Es el momento más lindo de muchas bandas. Me refiero a alguien que se tomó la molestia de ensayar con su banda y preparó algo de calidad. Me parece que hay pocos lugares lindos y en buenas condiciones. Somos muchos músicos y es muy difícil conseguir acceso. Luego no hay lugares para una “clase media” de los músicos. O sea, hay lugares muy chiquitos, para 50 personas pero no hay para 150 o 200 personas, que es lo que movemos la mayoría de las bandas. Al haber tantas bandas, no hay un público masivo. Te vienen a ver una o dos veces al mes y el resto del mes, van a ver a otras bandas.
-Además, el mercado se abrió muchísimo.
-Si, hay muchísimo. Y al no haber lugares de 200 personas, o ese rango de gente que uno puede llevar, se salta a un lugar para 2000 personas. Tenes que hacer un esfuerzo muy grande para tocar en un lugar asi. No es fácil llevar tanta gente. Y no hay nada más triste que tocar en un lugar enorme para 200 personas. Este es un muy buen número y hay cientos de bandas buenísimas que están tocando al mismo tiempo. Lo que hacemos los músicos es organizarnos y tratamos de llenar Niceto entre dos o tres bandas.
-Después de lo ocurrido con Cromañon, ¿hubo mayor unión entre los músicos?
– Mirá, los músicos nunca fuimos gente muy unida. Durante muchos años, los músicos se criaron pensando que estaban un poco cuidados por la industria discográfica. Un buen músico entraba en un sello, se quedaba un par de años, y listo. Era cuestión de proponer un disco a la compañía y lo editaba. Uno firmaba contratos por año. Esto me lo contaron los músicos que vivieron esa época. Hoy no tenes nada que te de una continuidad en tu carrera salvo el aval que le pongas vos. Para seguir adelante, a veces, te tenes que unir. Ahora si empieza a surgir una cuestión organizativa y más aún, con los cierres que se hicieron en octubre del 2010, con esa caza de brujas de centros culturales que hizo Macri, cuando se empezaron a cerrar “preventivamente”, un montón de espacios. Creo que, recién ahí, empezó a haber una organización en la gente que trabaja con la música. De que si no nos organizábamos, nos iban a cerrar los lugares para tocar. Se peleó por un ente que rija la música como BaMúsica. Pero la verdad, hay muchos géneros y cada uno se mueve como si fueran ghettos. No hay algo como “de los músicos”. Hay toda una movida signada alrededor de los cantautores, que fuimos los que nos estuvimos moviendo en los musicalazos realizados enfrente de la jefatura de Gobierno. También estuvo Liliana Herrero pero no se si hubo metaleros, por ejemplo. Fue gente del folk, la música acústica, cantautores y trovadores…
-La denominada música “indie”…
– Si, puede ser. También hubo gente que se acercó. Hay algunos que están en la movida indie y también en la movida mainstream como Aristimuño pero después, no. Fue un placer verla a Liliana Herrero ahí, o gente como Juan Falú, con una trayectoria importante y la ves ahí. Los músicos no somos como la gente del teatro, que es más homogénea. Entre los músicos, ¿qué afinidad puede haber entre un metalero y un cantante de tangos? ¿O un folklorista con un rockero que hace música para la cancha? Son escenas distintas. Algunos tienen compromisos políticos, otros, compromisos culturales y otros, son unos bananas.
-Las dos últimas, ¿cómo surgió la posibilidad de dar clases en Casa Brandon?
– Nico de Petres, un actor amigo que trabaja en Brandon, me venía pinchando. “¿No tenes ganas de dar un taller acá?” y le decía que no, que nunca lo había hecho. Al final, insistió tanto y le dije que si. Hace tres años y medio que estoy allí.
-Si tuvieras que la chance de hablar con la pequeña Paula, que empezaba a grabar sus canciones, ¿qué le dirías?
– Ufff….Le diría “esto que tenes ahora, mantenelo muy caramente dentro tuyo porque las cosas se van a poner muy duras”. Es muy importante no olvidarse que esto lo hacemos porque queremos y para divertirnos. Porque, a veces, las adversidades son muchas y otras, no son adversidades no solo externas sino como uno, al profesionalizarse, ve que lo que ama termina convirtiéndose en su trabajo. Hay que mantener el erotismo dentro de lo que uno ama por más que sea lo que le da ingreso económico. Todo lo que había deseado de chica, de poder dedicarme a la música, se volvió realidad pero con sus bemoles. Todo lo que uno gana, conlleva a una responsabilidad y a veces, estas son agotadoras. Pero igual, hay que seguir adelante, lo cual está muy bueno!