La Edad de Oro (Teatro)

Tan cerca como esto

Dramaturgia y dirección: Walter Jacob y Agustín Mendilaharzu. Con Alberto Ajaka, Ezequiel Rodríguez, Pablo Sigal y Denise Groesman. Escenografía: Magali Acha. Iluminación: Adrian Grimozzi y Eduardo Pérez Winter. Asistencia de dirección: Gabriel Zayat. 

Centro Cultural Ricardo Rojas. Av. Corrientes 2038. Viernes, 23.30 hs. 
Si bien “La Edad de Oro” forma parte del ciclo Proyecto Manual, de creación de teatralidad a partir de un manual que facilite el desarrollo de una tarea, la puesta tiene un muy interesante desarrollo que excede la idea seminal del proyecto.
Aquí, el nervio motor es la pasión melómana por los vinilos y como la misma ha sido constructora de identidades, las cuales, llegado el caso y el momento, deben replantearse. De esta forma se establece la relación entre aquél que quiere vender su vieja (y amada) colección de discos y la inocencia del joven que se inicia en estas lídes. Incluso, la devoción hacia Peter Hammill tiene que ver con la idea de la obra. Hubiese sido más fácil agarrar a un grande consagrado como, por ejemplo, Bob Dylan (de quien se habla un buen rato en la obra en relación con el ex lider de Van der Graaf Generator) pero no fue asi.
Los discos como forma de extender el tiempo en el que uno fue joven, rebelde y hermoso para ir “creciendo” y transformarse en un simple vendedor de remeras, con todos los deseos archivados en el lugar más oscuro de las bateas. La resignificación de lo realizado e incluso con la chance de cierta redención al repetirse la misma historia, pero en tiempos y lugares diferentes, da cuenta que lo dicho por Pete Townshend de “morir antes que volverse viejo” se puede resignificar e incluso enriquecerse de diferentes formas, como el pase de antorchas –e ideales- de generación a generación sin que esto implique una rendición incondicional. De alguna u otra manera, en tanto y en cuanto se produzca dicho pase, el tiempo estará de su lado para ser condición de producción de los jóvenes venideros. “El te amo, te odio, dame más” de la relación entre veteranos y neofitos en el mundo de los megalomanos es una metáfora extensible a variados contextos donde probablemente algún pasado haya sido mejor pero no con la idea de museificarlo sino tomarlo como punto de partido a crecimientos y extensiones de fronteras varias, más allá de la música. Porque si bien uno ama a los Beatles, Cream o Dylan, sería excelente que lleguen nuevos artistas para superar el legado de estos monstruos y no quedarnos en la pleitesía eterna.
Con una escenografía adecuada, con la cual uno no puede dejar de reconocerse, las actuaciones son puntuales para lo requerido. Ternura, celos, envidias se conjugan junto con el amor, el deseo reivindicatorio y el compañerismo para crear una puesta que es un homenaje sentido a todos los coleccionistas, aquí reflejados a través de los discos.

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