Por Cecilia Inés Villarreal.
Los mitos y leyendas han cautivado por siglos al hombre. En esa fascinación se ha mezclado la codicia y el poder por desentrañar distintos misterios. No solamente existe lo perceptible a través de los sentidos, sino que también lo considerado “irracional” tal como la fe, la religión y la naturaleza. En síntesis, lo impalpable. Lo maravilloso e inexplicable ha desvelado a cientos de estudiosos y en sus bitácoras de navegación han escrito observaciones, descripciones de los viajes de exploración.
En la época de la denominada Conquista del Desierto, los hombres de ciencia, enarbolando la bandera del positivismo, exhibieron como trofeos de guerra a esqueletos y calaveras de indígenas (los considerados «salvajes»). Deshumanización, genocidio, despojo, terror y la deliberada destrucción de una cultura otra, opuesta a la de los dueños de la tierra. Se los ha mancillado, capturado, cazado y en nombre de la ciencia, se los ha expuesto en los museos. Aquellos habitantes originarios cuyos descendientes luchan por su supervivencia y tienen voz- aunque muchos quieran silenciarlos. Aunque el silencio en esta ocasión no tiene razón de ser, “hay un muerto que habla”, a decir de Rodolfo Walsh.
“Las puertas de Taquimilán”, de Eduardo Spagnuolo, cuenta el reencuentro de dos amigos que pertenecen a cosmovisiones distintas. Martín (Mariano Panello) es un joven empresario que recibe un mensaje incógnito de un amigo de su pasado, Ceferino (Darío Altomaro). Tras ese mensaje, algo en su interior se activa y decide ir en su búsqueda porque tiene una corazonada. El destino es Neuquén, la Patagonia argentina, región infinita llena de historias sangrientas de matanza, poder y conquista del hombre blanco (winka, en el idioma mapusungún, de los mapuches). Se produce un flashback y un diálogo de espadachines: Ceferino que es abogado, devenido chofer y guía, cuestiona a Martín y le muestra el lado B de los invisibles, de los sometidos. Hay una dignidad y una altura: el joven está realizando una tesis audiovisual de grado y Ceferino deconstruye el mundo occidental de su ocasional compañero de viaje.
De más está decir que ambas cosmovisiones chocan porque uno puede comprender una cultura, pero no habitarla ya que carece de la experiencia corporal. El tercer personaje en discordia es la hija de Ceferino- Anahí-, interpretado por Alejandra Rincón. Ella es médica y si bien su ascendencia es mapuche, conviven en ella su identidad familiar, su pasado y su presente como científica.
Un aspecto a destacar es la fotografía. Los primeros planos son acertados, emotivos y congruentes con los ritmos de la naturaleza. La velocidad del relato es fluido, calmo, permite digerir y disfrutar cada escena. Lo místico, lo sobrenatural flota en el desarrollo del film de principio a fin, un enigma a resolver. Es que lo racional no es todo, la mercantilización de la vida es una desgracia y muchos se escapan-transitoriamente- de esa vorágine. En relación con las actuaciones, se desarrollan de manera acompasada y armónica, junto con las frases en mapusungún que le otorgan verosimilitud al relato. El oído televisivo y cinematográfico está habituado a escuchar palabras en otros idiomas, por lo cual, la musicalidad de estas lenguas originarias es especial, con un eco de quietud. Como si un secreto nos fuera revelado.
“Las puertas de Taquimilán” muestra con respeto las luchas internas de dos puntos de vista donde lo espiritual tiene la supremacía. El ser humano busca desesperadamente conectar con la naturaleza, los animales, las plantas, los sueños. Como dice una canción, «No perdemos la manía de tener esperanza, que el dios de nuestra infancia nos vuelva a enseñar otro lugar más allá». Siempre buscamos respuestas ante los grandes misterios. Sólo basta observar las estrellas o los ojos de tu mascota. Ahí, en esas cuencas, está encerrado el universo. Una magia tan cotidiana que conmueve.
Ficha técnica:
Nombre: Las puertas de Taquimilán. Guion y dirección: Eduardo Spagnuolo. Elenco: Dario Altomaro, Mariano Panelo, Alejandra Rincon y Anaveli de Fátima. Continuista: Abril Dores. Asistente de Dirección: Marcos Pesquero. Productor Ejecutivo: Hugo Castro Fau. Productor Delegado: Luis Rey. Dirección de Producción: Alejandro de Benedetti. Jefa de Producción: Vanesa Wilder. Asistente de Producción: Juan Montoya. Director de Imagen: Mathieu Orcel. Tecnico HD: Norberto Reynoso. Foquista: Sebastian Ross. Video Assist: Facundo Diez. Gaffer: Eduardo Broman. Jefe reflectoristas: Daniel Ring. Capataz: Adrián Sánchez. Key grip: Cesar Padilla. Grip: Jersson Sanguino. Trucas y color: Diego Chak. Montajista: Mariana Duran. Directora de Arte: Valentina Dariomerlo. Utilero: Jorge Herrera. Vestuario: Gisela Castiglione. Jefe maquillaje peinador: Marcelo Iudice. Dirección de sonido: Marilina Gimenez y Juan Pablo Silva. Microfonista: Ignacio Ferrin. Director de sonido en Post, editor diálogos y ambientes: Juan Pablo Silva. Música: Gustavo Gregorio. Estudio de grabación: Cacodelphia. País: Argentina. Año: 2024. Duración: 67 minutos. Género: Comedia dramática. Calificación ATP. Distribución Juan Crespo – 3C Films
Cine Gaumont – Av. Rivadavia 1635. Funciones diarias a las 20.45 h.