Voces divergentes en la cultura frente a nuevas restricciones

Ante la inminente noticia de un nuevo confinamiento por el aumento en el número de contagios de Covid-19, AADET (Asociación Argentina de Empresarios/as Teatrales y Musicales) puso el grito en el cielo a través del flyer que se puede ver a la derecha y un comunicado que explica los motivos del rechazo a tal medida (http://www.aadet.org.ar/noticias_vernoticia.asp?cod=215)El actor y director Martín Ortíz retoma lo dicho en noviembre en la nota «Teatro independiente. ¿Volver o no volver?» y abre el debate hacia otros aspectos.

Por otra parte, aprovechamos la ocasión para analizar otras cuestiones relacionadas a los medios y la forma en que se posicionan frente a esta situación, cierta pasividad de los propios teatreros y el blindaje mediático a la gestión del ministro Avogadro.
 
El Teatro En Su Laberinto: Desesperados por encontrar el camino para sobrevivir a la pandemia
 
Por Martín Ortíz
 

Desde el mismo momento en que la Ciudad, con el ministro de Cultura, Enrique Avogadro al frente dio la “gran noticia” del regreso del teatro con público y vimos las exigencias estructurales, de aforo, de condiciones de salubridad para espectadores y artistas, todos supimos que era una fantochada. Otra movida marketinera – una más – del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Todos los supimos pero no todos nos expresamos o actuamos en consecuencia haciendo visible la mentira.
A fines de noviembre, Sebastián Blutrach realizaba una publicación en Facebook en la que sostenía que, con algo de actividad y aplicando el Protocolo, había sido el mes en que más dinero había perdido desde el comienzo de la pandemia. Es decir, perdió más funcionando que teniendo el teatro cerrado.
Justamente en este noviembre de 2020, tras veinte años de rica actividad, cerró sus puertas el Banfield Teatro Ensamble. También cerró Tromvarte en el barrio de Palermo y otras salas que, en este momento, no me vienen a la memoria. Hace unos días El Arenal, en Villa Crespo, bajó las persianas. Esto es una evidencia completa de que la vuelta del Teatro no fue la salvación para nadie y que los aportes del Estado Nacional y los distintos distritos no son suficientes.
Nuestra nota “Teatro Independiente, ¿volver o no volver?” publicada en noviembre en ECDL (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2020/11/teatro-independiente-volver-o-no-volver.html) fue una suerte de punta de lanza haciendo ver la problemática presente y lo que se escondía detrás de esas festejadas medidas. La cuestión se fue haciendo evidente y se fueron sumando más y más voces, con miradas similares y con iguales reclamos.
 
El Teatro termina siempre en diciembre. Al no haber temporada este año, fue perdiendo visibilidad la problemática que está sufriendo la cultura en general y el teatro en particular (en todas sus variantes y en todos los rubros involucrados.)
La sociedad también fue perdiendo noción del peligro. Todo empezó a relajarse. Los contagios aumentaron y se resquebrajó rápido la tranquilidad que empezaba a aparecer.
En consecuencia se anuncia cierre de actividades y de circulación de 23 a 6 hs.   
Como respuesta a este anuncio, mucha gente querida del Teatro empezó a publicar esta imagen afirmando que la actividad es segura de noche y de día aplicando los “protocolos vigentes”.
Da la impresión de que nos montamos al aviso de más restricciones debido al aumento de los contagios para exigir algo absurdo. ¿Los trabajadores del Teatro Independiente nos vamos a sentir igualmente afectados por cerrar a las 22.30 hs de la misma forma que pudiese afectar a otras variantes del Teatro? ¿Sinceramente creen que esta limitación horaria es el golpe mortal para la actividad? ¿No se tiene conciencia del estado que está atravesando la Cultura y el Teatro?
Parece que se hubiera olvidado que los teatros están cerrados desde marzo, que los últimos dos meses desaparecieron en el Triángulo de las Bermudas o una ola de amnesia afectó a mucha gente.
 
Como ya dijimos, los protocolos eran inviables cuando salieron a comienzos de noviembre.
Con esos protocolos cerraron varias salas en el segundo semestre y este año arrancó con otros cierres al tiempo que se proyectan varios. Es más, el Instituto Nacional del Teatro acaba de sacar una línea de subsidios para Adecuación de Salas a Protocolos aportando un máximo de $ 180.000 a cada subsidiado. ¿La gente de teatro no tiene conciencia del costo que insume adaptar una sala al Protocolo vigente?
Mientras que el teatro comercial los sufrió al abrir, el independiente no podía ponerlo en práctica. Quien realizó o realiza alguna actividad lo hace a pérdida por motivos muy específicos y entendibles. El planteo que estamos realizando no es una oposición a la realización de las actividades que puedan concretarse. Algo se ha empezado a hacer y eso significa trabajo para un grupo de artistas y técnicos que, si bien son  pocos, comienzan a tener algunos ingresos por su actividad. Eso siempre es bueno. Se trata de realizar una Apertura Crítica. Necesitamos realizar actividades (funciones, cursos, talleres, etc.) y, al mismo tiempo, debemos dejar en claro que la Emergencia Cultural y Económica del sector está muy lejos de ser superada.
Pero ahora se vuelve a afirmar que el Teatro es seguro con esas mismas reglas y requisitos que no cambiaron. Seguramente, sirva para garantizar la salud de artistas, trabajadores y público pero a costa de una precariedad laboral cada vez más profunda.
 
No es desde la pasión por hacer a como dé lugar, desde el impulso incontenible de crear y llevar a escena, ni de una postura que empieza a tener mucho de caprichoso que vamos a salvar el teatro. Es a partir de una lucha unida y no sectorizada y mezquina. El teatro comercial ha visto que se hunde en esa misma problemática del ámbito independiente, que podía reconocer y señalar como si fuera ajena.
 
Al Estado Nacional hay que agradecerle el apoyo que dio y hacerle entender que se necesita más, mucho más, porque en el medio de semejante crisis todo es poco. Al Gobierno de la Ciudad hay que denunciarlo, exponer a la opinión pública su permanente ninguneo, su constante silencio, su tradicional marketing para mostrar un interés que en las acciones es un desinterés mayúsculo. Teniendo en cuenta que el Presupuesto de Cultura viene bajando año tras año, que el de 2021 (en plena crisis del sector) será menor que en 2020 y conociendo la pasión del PRO por sub-ejecutar todos los presupuestos, a esta altura de los hechos, ya podemos afirmar que es evidente su interés por destruir la cultura, entre otras cosas que quiere destruir.
 
Tenemos que luchar sin medir las declaraciones o los hechos pensando en las consecuencias que puede tener pequeños intereses y que algunos los pueden llevar a cuidar su pequeña quintita. Hay algo mucho más importante que defender. Es una lucha colectiva por un interés común.
 
Reclamando que podamos abrir las salas después de las 23 hs y con este protocolo, la cultura porteña parece comportarse como Thelma y Louise, acelerando a fondo mientras nos acercamos al precipicio. La diferencia es que ellas tenían claro hacia dónde iban y por qué.


Aplaudir, informar y omitir
 
Llegó el 2021 y con el verano, explotaron los contagios. Una de las medidas a considerar es limitar el horario de circulación de 23 a 6 hs. La Cultura se manifestó en contra de esta situación lo cual, desde estas líneas, analizaremos pero desde una óptica diferente.
 

El rol del periodismo es informar, investigar y abrir debates varios. En su momento, cuando publicamos “Teatro independiente, ¿volver o no volver?”, tanto Martín Ortíz como quien esto escribe, recibimos críticas respecto a que éramos “mala onda”, de “no ver el lado positivo” o  que “algo es algo”.  La profundidad de los cuestionamientos era comparable a la de las piletas pintadas de Larreta.
Hoy el periodismo –en su gran mayoría- no cuestiona ni pregunta, solo difunde y elogia. No importa de lo que estemos hablando (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2018/02/la-visibilidad-y-la-miopia-del-teatro.html) Ahora solo se “recomienda” y este ambiente de pandemia ha mostrado –aún más- esta faceta de tibieza absoluta. Hacer periodismo es mucho más que subir el flyer en tiempo y forma y “me gustear” compulsivamente a las caras visibles del teatro.

Hubo medios de difusión (periodismo es otra cosa) que aplaudieron como focas “la vuelta del teatro” centrándose en el teatro comercial. ¿Y el independiente? ¿Averiguaron lo costoso que era acondicionar las salas a los tan mentados “protocolos” y las consecuencias del aforo?
Por otra parte, casi no hubo reportajes al ministro Avogadro para ser consultado sobre esta situación. De más está decir que, quien pueda llegar a hacerlo, haga uso de esa herramienta que ha caído en desuso en medio de la obsecuencia periodística de este 2021, que es la repregunta. Ir más allá de las respuestas propias de un Manual de Atención al Cliente a las que nos tiene acostumbrados la gestión de Cambiemos, para ir al meollo de la cuestión.
 
Buena parte del teatro se queja sobre las prohibiciones al teatro y lo compara con el fútbol. Esto nos lleva a plantearnos alguna pregunta respecto a la “esencialidad” del teatro. En la nota https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2020/11/el-teatro-independiente-no-tiene-nada.html que salió el pasado 30 de noviembre, quedó fuera una pregunta que le habíamos hecho al respecto a Ruben Szuchmacher. Su respuesta fue la siguiente “Hay mucho para pensar en esta pregunta. Salir a trotar es algo que desarrolla quien lo pide. Ir al teatro es ver como otros hacen algo mientras alguien sentado en una butaca observa. La pandemia agudizó la falta de movimiento del cuerpo, por lo tanto, no creo que, salvo para los que hacemos teatro, la vuelta a los teatros fuera pensada como algo esencial. Aunque nos duela, el arte no es esencial y se puede vivir sin él. Lo que no quiere decir que no debamos, en tanto producción noble de la humanidad, protegerla de su posible desaparición”.
 
Me sorprendió ver como se puso el grito en el cielo con respecto al horario. Me surge preguntar, ¿no se pueden correr las funciones a las 18 hs? Más aún ante el contexto por demás particular que nos atraviesa y la necesidad de trabajo de los artistas.
Además, ¿no es un poco restrictivo el hacer alusión a la «ventilación natural»? ¿Quienes son los que cuentan con esta posibilidad? Imagino que una gran cantidad de teatros…¿no?
Por otra parte, no todos los teatros tienen las mismas características por lo que no se los puede tomar como un sector uniforme. Los gastos y el aforo son diferentes y afectan de distinta manera. De ahí, la sorpresa en que se hayan escuchado voces que estaban a favor de un protocolo que no los favorecía en absoluto, pecando de una «inocencia» extrema al respecto.
 
Tal como escribió Martín Ortíz, lo aquí expresado “no es una oposición a la realización de las actividades que puedan concretarse. Algo se ha empezado a hacer y eso significa trabajo para un grupo de artistas y técnicos que, si bien son  pocos, comienzan a tener algunos ingresos por su actividad. Eso siempre es bueno”. Pero sorprende la “cola de paja” –perdonen mi lunfardo de Floresta- y/o susceptibilidad con que se atajan varios sobre esta observación. Hay puntos en común y otros, para debatir e intercambiar opiniones.
 
Al día de hoy, la Emergencia Cultural es absolutamente necesaria y deben tomarse medidas al respecto. Parece que no es suficiente inundar las redes sociales con #hashtags ni mandar “luz” o “fuerza” a quienes la están pasando pésimo. Al respecto, no deja de causarme sorpresa como no se toman medidas de mayor visibilidad y/o contundencia frente al ninguneo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El blindaje mediático -que es un secreto a voces- del que disfruta Horacio Rodriguez Larreta, se extiende a la gestión de Enrique Avogadro. ¿Tanto miedo hay a visibilizar ese malestar? ¿O es que hay mucho crítico/periodista/teatrero que habla “pour la galerie” pero que, a la hora de los bifes, desaparece al instante?

Con respecto a posibles soluciones, retomamos a Alfredo Martín que nos había dicho que “El teatro solo para unos pocos es un oxímoron, se destituye a si mismo“ y que es necesario “Contar con una política cultural integrada, donde se generen cruces y vínculos de trabajo real, entre los diferentes sectores y circuitos: oficial, independiente, comercial, universitario etc. y se trabaje interasociativamente desde ahora, para sortear esta etapa de transición, que no sabemos cuánto va a durar.

Pero Martín fue más alla de eso y dejó algunas propuestas posibles.
-Crear trabajo interasociativo, entre el circuito comercial y los espacios alternativos para intercambiar valores y recursos. Esa mayor capacidad en infraestructura y amplia difusión por un lado, y por otro materiales artísticos, proyectos que incluyan mayor investigación, o nuevos procedimientos, todo esto acompañados de un trabajo con el público, donde los espectadores sean concientizados y puedan tener una participación activa como comunidad.
Alain Badiou, comenta en un texto suyo que en Francia había una propuesta para disminuir los impuestos a aquellas personas que fuesen al teatro, y tuviesen un vínculo de adhesión con la escena. Esa actividad hacía que se los considerara ciudadanos comprometidos con la cultura.
-Repensar la asignación de los subsidios, y que no se dividan permanentemente para salas o para grupos, o producciones eventuales como si fueran entes absolutamente separados, sino pensarlos en conjunto también, vinculados desde la diversidad. El nuestro es un trabajo en equipo, ahí radica su esencia y su potencia.
El Estado no solo debería pensar en ayuda financiera exclusivamente, bajo la forma de subsidios, que son bienvenidos, pero se agotan, sino en ofrecer otros recursos, como la infraestructura edilicia que posee, (incluyendo los espacios al aire libre) reasignación de inmuebles aptos para ensayos y funciones,  lugares para guardado y trueque de escenografía, poniéndolos a disposición de artistas, grupos y salas alternativas, etc.
-Políticas de difusión y promoción de teatro independiente: En este momento las obras de teatro independiente que hagan funciones, deberían contar con un espacio de difusión fijo, provisto por organismos del estado, (no solo para aquellas obras elegidas por catálogo, como en tiempos de normalidad) y contar con programas de radios, micros, y espacios en televisión, y publicaciones que favorezcan el debate, y su utilización ampliada a ambitos educativos y docentes, con llegada a los distintos sectores.
-El acceso a la conectividad, el apoyo y la capacitación tecnológica básica que permitan atravesar la brecha digital, debe ser un derecho provisto por el estado, algo fundamental en este tiempo de virtualidad y de streaming. Allí hay mucho que hacer también, esto se puede ver a lo largo y a lo ancho de nuestro país. Una red insuficiente y que no funciona bien, no nos sirve.
-La obtención del monotributo cultural o artístico: Otro de los puntos sustanciales e históricos a lograr sin dilaciones en esta emergencia, considerando la situación de informalidad laboral de les directores escénicos y les artistas que trabajan y se desempeñan en la actividad, y que se expresa en aspectos financieros y tributarios.
 
Allá por 1986, Stuka cantaba que “Llegó el tiempo de la acción/Llegó el tiempo en que actuar es lo mejor”. Se ve que mucho no cambió la situación frente a injusticias y ninguneos que no saben de “sensibilidad”, “hashtags” y pataleos varios que no mueven el amperímetro de un contexto de pandemia y maltrato a la cultura independiente.
Investigar, cuestionar, debatir y luchar. Salir del agujero interior y tomar al toro por las astas. ¿Quedó claro que la tibieza no “garpa”? A menos que….  

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