Los planetas se alinearon quizás no de la manera en que uno desearía. El estreno de “Da 5 bloods” del reconocido director Spike Lee llega en momentos en que Estados Unidos vive una ola de marchas y disturbios tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis. El racismo imperante en el Imperio del Norte no ha cambiado mucho a través de los años. Menos aún con Donald Trump sentado en la presidencia.
Será en este contexto en el que Lee presenta su –quizás- película más elocuente en tanto propuesta y deseo de transmitir un mensaje así como abrir varios debates. El retorno de cuatro ex combatientes afroamericanos estadounidenses a Vietnam para cancelar una vieja deuda del pasado, es el puntapié inicial para relatar en tono de fábula una historia, pero que contiene varias más. Será allí cuando se abran diferentes ventanas como si fuera una computadora que tendrá en vilo al espectador, más allá de algunos deslices que no invalidan su propuesta.
Más allá del anclaje constante a la guerra de Vietnam, donde se desarrollaron los hechos a los que se alude, hay un guiño constante a lo que fueron los años 60 y los íconos negros en su lucha por los derechos civiles. Aparecen Muhammad Ali, Martin Luther King, Malcolm X en un comienzo tan conmovedor y preciso en sus testimonios que parece un documental. Pero Lee quiere ser claro en lo que va a decir y pone las cartas sobre la mesa. De esta manera, la presentación de los personajes centrales será atravesada por ese flashback constante que incluye guerra, lealtad y promesas que deben cumplirse. Paul (Delroy Lindo), Otis (Clarke Peters), Eddie (Norm Lewis) y Melvin (Isiah Whitlock Jr.) retornan a la tierra que invadieron siguiendo las órdenes del Tio Sam para llevar de vuelta a casa el cuerpo de Norman (Chadwick Boseman) así como una valija llena de lingotes de oro que enterraron en la selva. Estos cinco “bloods” –forma en que se denominaba a los soldados negros de la infantería del ejército estadounidense- llegan con una carga muy especial en sus hombros en tanto relaciones personales.
Las relaciones entre los cuatro ex soldados en su vuelta al lugar de los hechos son atravesadas por el amor, el odio, la culpa y el dolor. Norman, el líder espiritual del grupo que murió en combate, es la referencia ineludible. “Era como Ali”.
Igualmente, es menester partir la cinta en dos. La primera hora está bien desarrollada en la creación de climas que rodea a los personajes y los hechos que ocurrieron en 1971 para después ligarse a la actualidad. El tema es la segunda hora en que se termina convirtiendo en una película de acción que no llega a ser Kill Bill, aunque cuenta con efectos especiales que impactan en las escenas que se ven en pantalla.
Probablemente, sea en esta segunda parte que la extensión de la película conspire contra su propio fin. Unos cuantos minutos menos no le haría mal para cerrar con mayor potencia todo lo que se propuso en su comienzo.
Lee pone la lupa en momentos determinados en los que, no sólo pone el dedo en la llaga en varios temas, sino que abre un debate por demás ríspido y enriquecedor. Uno de ellos, es la cantidad de vertientes que hay dentro de la comunidad afroamericana. Entre los “hermanos” se encuentra el que votó a Trump y el que no, así como las argumentaciones de cada uno. ¿Puede un individuo perteneciente a una minoría castigada, apropiarse de los conceptos de un presidente rico que desprecia a los de su propia comunidad?
Otro punto es la forma en que se refiere a la industria del cine norteamericano con héroes sobrevivientes de Vietnam, retratados en películas como “Rambo” o “Desaparecido en acción”
Un momento para destacar es cuando los cuatro ex soldados se reúnen con un empresario francés (el inoxidable Jean Reno) para negociar sobre el oro enterrado en…Vietnam. O sea, el cuadro de las potencias imperialistas repartiéndose un botín por enésima vez. Pero los que representarían a una de las potencias son soldados oprimidos por el racismo en su propio país. Ellos mismos, peleando y muriendo en una guerra que no les correspondía, más allá de la nacionalidad. Muhammad Ali dijo “Ningún vietcong jamás me ha llamado nigger (término ofensivo para referirse a un negro en inglés)”. El oro y la codicia, el salvarse a cualquier precio. Algo que puede destrozar una amistad.
En un punto, Spike Lee parece que se reserva algunos párrafos de los soliloquios de determinados personajes para dar cuenta de su punto de vista. No puede dejar de pensarse al respecto cuando habla Norman –desde el pasado-, Paul –el presente- o el hijo de Paul –quizás, el futuro-, en distintos momentos de la película.
Las canciones de Marvin Gaye son excelentes y acordes a la película. El reverdecer del legado de un grande como Gaye y su poesía en forma de canciones, en un contexto de guerra y segregación racial. La versión a capella que usa Lee del himno “What’s going on” –escrita a partir de un episodio brutal de violencia policial- es por demás emocionante. Además, la musicalización no se realiza con la canción entera, con lo cual el efecto es aún mayor. Forma parte también de la banda de sonido otro grande como Curtis Mayfield y el mismísimo Richard Wagner con su “Cabalgata de la Valkirias”, en claro guiño a “Apocalypse Now”, excelente clásico sobre Vietnam, pergeñado por Francis Ford Coppola.
La fotografía y los efectos especiales son otros ítems a destacar de una película que, seguramente, será analizada con mayor profundidad con el paso del tiempo. Las actuaciones son acordes a lo requerido en tanto la composición de personajes para nada unidimensionales. En este punto, será Delroy Lindo quien tenga una carga mayor en tanto su relación por demás estrecha con el malogrado Norman e incluso, con su propio hijo.
Al día de hoy, es imposible no relacionar el film con el asesinato de George Floyd y los estallidos de violencia, así como no dejar de pensar que la gran potencia que se llena la boca hablando de democracia, invadiendo y destrozando países, es la misma que en la década del 60, no permitía que los negros se sienten en los mismos lugares que los blancos. Al día de hoy, esta potencia imperialista sigue atravesada por un recalcitrante racismo que se lleva vidas inocentes, bajo la atenta mirada del bodoque que ocupa la Casa Blanca.
Spike Lee vuelve a conmocionar con una película que es de visión obligatoria, para abrir un debate que, a partir del racismo, se instala y pone en tela de juicio los valores con los que han crecido los individuos. Los mismos que conforman los cimientos de una nación que borra con el codo lo que escribe con la mano.
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