Las joyas perdidas de You Tube: “5 Broken Cámeras”

 


Hay trabajos de investigación cinematográfica de diversos hechos políticos y sociales, de excelente calidad y contenido que toman como punto de partida un elemento por demás sencillo para desarrollar su idea. 
Tal es el caso de “5 broken cameras”, que estuvo nominado al Premio Oscar a “Mejor documental”. En esta ocasión, el tema giraba en torno a las cinco cámaras filmadoras que tuvo Emad Burnat desde el 2005, que fueron registrando la resistencia del pueblo palestino de Bil’in, al oeste de Ramallah, en la Ribera Occidental, en Palestina. El hecho que sean cinco cámaras da cuenta de la vida útil de las mismas, que estuvo directamente relacionada con el (mal) trato y represión del ejército y la policía israelí. La presentación de aquellas es la que establece el orden cronológico y los períodos de tiempo de cada una, en relación directa con el incremento de la tensión en las manifestaciones pacíficas, que eran sofocadas con violencia.
 
Emad empieza a filmar en el 2005 en el que se dan dos acontecimientos fundamentales: el nacimiento de su cuarto hijo Giblin y el comienzo del alzamiento de la ciudad contra la construcción del muro que permitía la separación de Bil’in de las tierras que iban tomando los colonos religiosos judíos. A partir de ese momento, ambos acontecimientos se desarrollan de manera paralela. ¿Podrá tomarse como metáfora del desarrollo del conflicto palestino-israelí? Quizás. No obstante, ese paralelismo permite meter la lente en lugares por demás antagónicos aunque contemporáneos: el crecimiento de Giblin y su respectivo acceso a la escuela, junto con las protestas palestinas que son reprimidas por el ejército israelí. Las imágenes captan todo. Lo micro y lo macro, el conflicto en su apogeo y las pequeñas historias de los habitantes de Bil’in. La lente de Emad no para de filmar y se da tiempo hasta para reflexionar al respecto. Dirá que “vi crecer a mi hijo Giblin a través de la cámara” al tiempo que documenta incluso el momento en que son detenidos sus hermanos en diferentes manifestaciones o hieren a Adeeb, uno de los personajes del pueblo (“siempre busca un momento para llamar la atención”). 
Es importante el retrato que va haciendo de la gente de Bil’in, con sus particularidades y como se comporta frente al conflicto. Otro de los personajes que aparecerá es Phil, cuyo apodo es “el elefante” y según Emad, “un buen tipo. Siempre optimista, piensa que se va a solucionar todo”.
 
Como Emad filma (casi) todo lo que ve, se aprecia una gran cantidad de ideas y reflexiones en torno a qué medidas tomar frente a la construcción de tan oprobioso muro. De esta manera, queda registrado tanto el deseo de su esposa para que, en algún momento, pare de filmar como el apoyo que van obteniendo de distintas partes del mundo que se acercan hasta el pueblo para solidarizarse con su dolor. 
Si bien hay un trabajo de edición al respecto, se mantiene la idea de tratar de mostrar a quien quiera ver, lo más posible. Es plasmar en una cinta (¡qué antigüedad! pero se entiende la metáfora) aquello que está aconteciendo, siempre sorteando las barreras de la censura mediática. Es así que se atestigua la participación de los activistas internacionales por la paz (israelíes incluidos –alguno que otro herido o arrestado por el ejército de su propio país-) y la atención que recibe el propio Emad, en un hospital de Tel Aviv después de sufrir un accidente.
 
El documental mantiene la frescura del improvisado cineasta el cual refleja el día a día de un conflicto serio, que se mantiene caldeado al día de la fecha. Esa cámara es una extensión del ojo avizor y la neurona atenta que, en primera persona, transmite la bronca y el dolor de quien sabe que ha encontrado el medio para participar y serle útil a la causa de su pueblo. Emad sufre desde disparos en las marchas (cortesía de Tzahal) hasta arrestos domiciliarios y efectivos en alguna cárcel israelí. Allí es cuando se ve que ese “sentirse útil” trasciende todo lo previo y lo ubica al frente de las reivindicaciones.
 
De más está decir que la polémica ha envuelto a este documental. En el caso de los palestinos, porque pensaron que los israelíes se querían “llevar el crédito de la película, cuando los que sufren la represión son los palestinos”. En cambio, en el lado israelí, se vio esa controvertida doble cara de como un Estado democrático en su composición, comete tal cantidad de aberraciones para con los palestinos. Inclusive, poniendo en tela de juicio que el financiamiento de la película salga de un organismo estatal israelí, para hacer un producto que daña al país. La participación en la dirección del israelí Guy Davidi da cuenta que, al día de hoy, son los directores de ese país quienes mejor reflejan un conflicto que no favorece precisamente a la imagen pública de Israel, más allá de la justicia del reclamo palestino. Aprovechamos para recordar los documentales de Ari Folman, Avi Mograbi y Yoav Shamir al respecto.
 
“5 broken cameras” es un excelente muestreo de “primera mano” del conflicto palestino-israelí, en el que, si bien hay algún acento puesto en el lugar adecuado para conmover al espectador, no quita en absoluto los méritos periodísticos que tiene.
 
Como dato final, diremos que en febrero de 2012, Emad Burnat fue demorado en la Aduana de Los Ángeles, Estados Unidos. Lo interrogaron y amenazaron diciéndole que iban a mandar a su familia de vuelta a Turquía –lugar de donde habían venido- ya que no le creían que era “el director de un documental candidateado al Oscar”….
 
Ficha técnica.
 
Título Original: 5 Broken Cameras. Dirección: Emad Burnat y Guy Davidi. País: Francia, Israel, Holanda y Palestina. Año: 2012. Formato: DM. Color. Duración: 94′. Con Emad Burnat. Edición: Veronique Lagoarde-Ségot y Guy Davidi. Sonido: Amelie Canini. Música: Le Trio Joubran. Producción: Christine Camdessus, Serge Gordey, Emad Burnat y Guy Davidi. Compañias Productoras: Guy DVD Films, Alegria Productions y Burnat Films Palestine


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