Alejandro Grimson es un escritor e investigador curioso y crítico, al que no se lo conforma con cualquier cosa. Esa búsqueda constante es la que lo lleva a escribir “Mitomanias argentinas” (Siglo XXI Editores). A través de un planteo ameno y didáctico, Grimson se mete en los diversos mitos argentinos, uno por uno y los analiza con lupa certera y quirúrgica. Es, justamente por esta precisión, que Grimson desarma muchos mitos e historias independientemente que las mismas –lamentablemente- continúen pasándose de boca en boca. A través de lo que Popper llamaría falsacionismo, Grimson da cuenta de pruebas que están dirigidas a mostrar los aspectos falsos y equivocados de cada uno de los mitos y no a verificarlos y confirmarlos. De esta manera, se muestra lo vulnerable y falso de los mismos.
El libro cuenta con catorces mitos (capítulos) bien ilustrados con títulos por demás elocuentes. Asi se podrá apreciar si hay mitos racistas, de la unidad cultural de la Argentina, del poder de los medios, el peronismo, Capital versus interior o sobre lo nacional (con z), entre los más reconocidos.
Cada uno de ellos viene con una explicación previa a la deconstrucción siguiente. La utilización de las estadísticas es acertada ya que está en su justa medida y no agobia con una presencia importante. Ilustra pero no agobia al lector de datos.
La forma en que Grimson plantea el libro es desde un escritor amigable, que busca mostrar el otro lado de muchas ideas con las que generaciones enteras han crecido y se han desarrollado. En la descripción de los mitos racistas –un tema muy en boga en los últimos tiempos-, se manifiesta de manera elocuente, lo viciada que está una sociedad como la argentina que puede llegar a decir “aquí no hay racismo porque no hay negros”. Dentro de esta serie de ideas, Grimson afirma que “en el imaginario social argentino, la presencia de personas que llegan desde el Altiplano, remite a una alteridad indígena” y que ocupan el último lugar en los imaginarios de jerarquías étnicas del país”. La ecuación pobre= boliviano, implica explicitar un nuevo tipo de distancia social y simbólica que se ha instituido en las relaciones entre grupos en la Argentina.
En este mismo orden de poner en duda ideas preestablecidas, se encuentran también los mitos “del falso igualitarismo” con axiomas tan repetidos como poco creíbles como los de “los pobres y ricos tienen igualdad de oportunidades” o “hay que igualar hacia arriba”. Como siempre, parece que la repetición robótica de estas frases sirven para convencer hacia afuera porque, a la luz de la realidad, no es sostenible de ninguna parte. Ni hablar de “los pobres y los trabajadores hacen paro por cualquier cosa” que se condice con “somos todos clase media” como justificativo del egoísmo tan acuñado con la frase “yo? Argentino!”.
“Mitomanías Argentinas” es un libro excelente, de fácil lectura y comprensión, que pondrá en jaque a cualquier ciudadano bien pensante porque se dará cuenta que, muchas de esas leyes no escritas pero seguidas como si fueran firmadas con sangre –algunas, literalmente hablando-, no tienen ningún sustento. Eso si, quien se anima a resetear el disco rígido de su propio cerebro, el cual incluye su misma identidad? Muy poca gente. ¿Será por eso que no crecemos como país y como sociedad?