En el marco de la pandemia que permite el consumo de películas en Netflix, el judaísmo en sus diferentes vertientes se ha convertido en una opción para ver. Hablamos de “Poco Ortodoxa”, “Shtisel” y documentales como “One of us”, de alta calidad. Hoy le toca el turno a la película francesa “Los gustos y los colores” que abre más ventanas que un Windows cuando se busca respuestas a varios interrogantes que la atraviesan a Simone, la protagonista del film. Esto no es algo para nada negativo. Todo lo contrario. Apenas termina la película, surgirá el deseo de hablar sobre lo visto.
Una sinopsis rápida dirá que Simone Benloulou disfruta de su vida en pareja con Claire y sus amigos pero la perturba el tener que “blanquear” su relación con una mujer en el marco de una familia judía de costumbres conservadoras. De más está decir que las preguntas que sufre tienen que ver con su identidad como mujer, judía, blanca, francesa, en una capital occidental con un régimen democrático, de libertad de elección.
El relato está bien construido a partir del sofocamiento que sufre Simone para mantener su propia identidad pero conformando a su familia. ¿Conformando? Si, porque si bien la decisión de “salir de closet” no debe ser nada fácil, serán sus propias dudas las que ponen en tela de juicio sus valores y su vida entera. Más que nada porque hay un estado de presión constante sobre su persona que depende pura y exclusivamente….de ella. De su incapacidad para tomar sus propias decisiones y hacerse cargo de las mismas. El querer conformar a todos hace que tenga más trabajo que el plomero del Titanic, para sostener una mentira absoluta.
La relación con su familia es interesante más allá de su caricaturización –aunque, a veces, no lo es tanto- para darle un poco de humor a la situación. La búsqueda de un novio para Simone –que sea judío y tradicionalista- para que lo presente en la boda de su hermano –un denso obediente de mandatos- será el eje para el inicio de otra historia paralela, que involucra a Geraldine –amiga de Simone-, Eric Taieb –el candidato- y por otro lado, a Wali, un cocinero senegalés con el que empieza a tener una relación desconocida para lo que era su vida. El judaísmo, la sexualidad, las tentaciones y el deseo propio del individuo más allá de las imposiciones que debe soportar.
El conservadurismo mencionado llega a esas minorías que son, precisamente, las primeras discriminadas por el mismo. En ese punto, adaptan esas costumbres a sus propias elecciones de vida. ¿Tiene sentido? ¿Es buscar la aceptación a partir de reglas que justamente, no los contempla? Es como querer pertenecer a un club del cual, de antemano, no aceptaría a miembros como uno al decir de un tal Groucho.
En este sentido, hay momentos que son “perlas” en la película. La charla que tiene Simone con una amiga de mayor edad –muy parecida fisonómicamente a Patricia Bullrich, pero mucho más piola que la nefasta ex ministra de Cambiemos- es por demás relevante. Esa necesidad de querer casarse…. “Parecen heterosexuales” dice con tanto humor como ironía. ¿Es necesario el casamiento? ¿Se realiza por placer propio o para los demás?
El derrotero de Simone, a través de enredos, confusiones y malos entendidos es lo que puede llevar tanto a la risa como a la reflexión. Si alguno de los espectadores estuvo involucrado en alguna de las situaciones que se muestran, el gesto podrá girar hacia el enojo inclusive.

La tensión se mantiene a lo largo de la película para llegar a un final presuroso en su resolución, como si se quisiera terminar lo más rápido posible. En ese punto, puede pecar de inocente en tanto lo que será el futuro de Simone. Pero, eso sí, es fundamental prestar extrema atención a la última frase, que cierra la película. Es poderosísima en relación con lo que podría ser “un mal menor” pero también un tema para un debate largo y tendido.
Ahora, demos un paso más adelante respecto a lo visto. Analicemos.
Simone es una mujer que promedia los treinta años y un pasar económico acorde. Por ende, la dependencia afectiva respecto a un colectivo que no respeta nada de lo que es ella como individuo, llama a la reflexión. No depende de la familia, algo que podría ser una excusa para no cortar vínculos con gente que no es un derroche de virtudes. Entonces, ¿por qué mantener relaciones con gente que lo único que aporta es confusión y malestar? Porque forman parte de esa institución denominada “familia” que, como diría un tal Louis, es un Aparato Ideológico del Estado en tanto mecanismo de control disciplinario. ¿Rompe Simone con esto?
Ahí está la gran pregunta. Si la familia “sujeta” a los individuos a través de prácticas ideológicas como el matrimonio y la sociedad familiar, ¿Hay ruptura?
En ese punto serán los personajes secundarios los que brinden un complemento para el desarrollo de los hechos. En mayor o menor medida, casi todos los personajes saben lo que quieren. Claire lo tiene claro al igual que la familia y Wali, aunque en este caso, gira en torno a tener su propio restaurant o dejarse casar mediante un matrimonio arreglado de acuerdo con la tradición musulmana.
Por esto mismo, el tema central, sobre lo que gira todo, es el deseo. Qué pasa con el deseo de uno que se ve cercenado por la opinión de los demás. O sea, para llevar adelante tu deseo, tenés que ser muy valiente. No cualquiera lleva adelante su deseo. La pelicula habla de esto. No alcanza con querer, con amar. Es esto lo que impacta. Además del problema de la discriminación que está inherente a la película. Quizás, secundario.
La utilización de la comedia de enredos afloja un tema que es de fuerte conflicto en varias familias. Caso contrario, es un dramón terrible. Igualmente, el querer-quedarse-con-la-risa es pura y exclusiva responsabilidad del público. En ese caso, habla de una crisis emocional y de una capacidad de pensamiento y reflexión por demás limitada.
El vivir bajo reglas sociales en las que después pone límites a todo atisbo de llevar adelante los deseos. El parapetarse en modos de vida que dejan de lado la individualidad a través de la poca percepción y deseo de escuchar al otro. Esa no percepción del otro a través de un gatopardismo puro en el que se cambia todo para no cambiar nada.
En un segundo plano, hay una visión por demás crítica de aquellos que se ven como “personas ilustradas” en tanto y en cuanto acceso a la educación y a las “buenas costumbres”. Los ghettos que forman las minorías son fuertes en pos de mantener su propia identidad. Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de multiculturalismo, globalización y…amor? Aquí es cuando empieza la discriminación y racismo entre las minorías, a través de prejuicios y “verdades de sentido común” que se dicen en relación a los judíos, los musulmanes, los africanos y los gays pero ¿qué ocurre cuando las dicen las propias minorías, habiendo sufrido ellas mismas discriminaciones de todo tipo?
La discriminación a los senegaleses es apreciable así como el lugar donde se ubican la comunidad judía y musulmana en relación a su apertura a las costumbres y habitar un país “occidental”, “laico” y “democrático”.
“Los gustos y los colores” sea apenas una buena película pero si uno pone la lupa en cuestiones como las esbozadas en las líneas previas –con las que, obviamente, no hay obligación de estar de acuerdo-, se abre un abanico de reflexión y debate por demás rico e interesante de atravesar.
Ficha técnica
Título: Los gustos y los colores. Título original: Les goûts et les couleurs. Dirección: Myriam Aziza. Guión: Myriam Aziza y Denyse Rodriguez-Tomé. Con Sarah Stern, Jean-Christophe Folly, Julia Piaton, Catherine Jacob, Richard Berry. País: Francia. Género: Comedia dramática. Productora: Incognita Films. Año: 2018. Duración: 95 min. Distribuida por Netflix. Fotografía: Benoît Chamaillard. Edición: Vincent Zuffranieri.