Punto final para una muy rica edición del TABA con distintas propuestas artísticas pero haciendo un fuerte hincapié en lo que ocurre a nivel coyuntural en tanto flagelos como la inmigración, el racismo, la violencia hacia las mujeres y los niños y la relación para con los seres queridos. En los primeros cuatro casos, con un marcado acento político en tanto las instituciones del Estado son responsables de lo que ocurre. Increíblemente, hay todavía gente del ámbito de las artes escénicas que le tiene miedo a la palabra “política”. ¿Acaso no saben que hasta el silencio es político? Despolitizar al teatro es banalizarlo, rebajarle el precio a su influencia, pasteurizarlo. Por suerte, el TABA se aleja de estas cuestiones.
Llegamos con tiempo suficiente para recoger la acreditación y charlar con algunos colegas mientras esperábamos que den sala. Al respecto, surge el interrogante del horario. Si dice “20 hs”’ ¿es el momento en que se abren las puertas o del comienzo de la función? Hubo una señora que preguntó sobre el retraso producido. Soy de los que llegan sobre la hora –no tanto ahora- siendo “salvado” por esos retrasos en varias ocasiones….hasta que dejé de ser beneficiado por éstos. ¿Qué hice? Ir con el tiempo necesario. Las salas y producciones pueden hacer lo mismo con respe(c)to al comienzo de las funciones.
Se inicia “Carnaval” y se ve, a primera vista, que va a ir en dirección opuesta –por suerte- a ese adefesio que hizo popular Celia Cruz, que dice en su letra “Ay, no hay que llorar (No hay que llorar)/Que la vida es un carnaval/Que es más bello vivir cantando”.
No, no es así. Más aún cuando la niñez es la primera víctima de los conflictos provocados por los adultos. Una sucesión de diversas historias haciendo hincapié en ellos serán el hilo conductor de la puesta. No importa el lugar. Puede ser una frontera, el arreglo de las primeras nupcias o una adopción. Podrá ser Medio Oriente, Africa o Sudamérica. La pluma de Trinidad González es precisa respecto al dolor y a los vejámenes a los que son sometidos. Refugiados de guerras en las que ellos mismos son utilizados como soldados, la explotación laboral, los casamientos arreglados de niñas que no llegan a las catorce años o simplemente, el proceso de adopción, como si fuera un casting televisivo.
Más allá que las alusiones serán a países lejanos (esa cuestión tan clase media/alta-ilustrada-blanca de «eso pasa lejos y no acá»), no podemos dejar de mencionar la enorme responsabilidad del mundo occidental en sus políticas expansivas y genocidas en toda aquella zona que no siga sus lineamientos. Hacen la guerra para llevar paz. Un sinsentido que se ve al día de hoy por parte de buena cantidad de gobiernos democráticos que no respetan las decisiones de otros pueblos.
Lo que uno no termina de entender es como había gente que se reía ante lo visto sobre tablas….
Uno de los puntos salientes de la puesta es la iluminación. Desde la primera historia, de una frontera con dos niños y un soldado del otro lado de la misma (de los mejores relatos), se aprecia un preciso trabajo compositivo a partir de la luz, creando climas y siendo, en algunos casos, casi un personaje más. La misma es la que establece cortes para establecer el nexo entre las narraciones.
Por otra parte, la música que lleva adelante Tomás González es otro de los pilares de la puesta. A través de loops de guitarras y teclados, crea melodías diversas que serán fundamentales en la obra. Podrá tener el ambiente de una rave, una selva o simplemente, la banda de sonido de ese carnaval que tanto destacó Rabelais, como crítica al poderoso, en el marco de una ceremonia que borra las diferencias de clase, siempre ligado a la cultura popular.
Las actuaciones son acordes a lo que pide el texto, cambiando de personajes e imprimiéndoles a estos, la sensibilidad justa.
Algunas historias son más poderosas que otras. Inclusive, el recorte de tiempo permitiría una mayor contundencia en la puesta en lo que plantea.
A partir de una puesta que combina texto, música y una iluminación de calidad, “Carnaval” llama a la reflexión respecto a los flagelos que deben atravesar los niños en zonas donde no se los respeta. Da cuenta ahí, a menos de cinco metros de distancia, lo que ríos de tinta documentan en diarios de países responsables políticamente hablando, de aquello que se denuncia.
Carnaval
Idea original. Teatro Anónimo. Dramaturgia y Dirección: Trinidad González. Con Matteo Citarella, Tomás González y Trinidad González. Música: Tomás González. Diseño de iluminación: Nicole Needham. Diseño de escenografía y vestuario: Martina Citarella y Teatro Anónimo. Origen: Chile. Duración: 95 minutos.
Timbre 4. Sábado 15 de febrero, 20. 30 hs y domingo 16 de febrero, 18. 45 hs.