“Birth of the cool”. El documental de Netflix que acerca la genialidad de Miles Davis al gran público.

Es bien sabido que, al día de hoy, Netflix –al igual que otras plataformas digitales- han tomado por asalto el mundo de los contenidos audiovisuales. En algunos casos, con la calidad que ameritan temas y personajes que han dejado huella en la historia. Tal es el caso de “Birth of cool” que condensa de manera magistral en dos horas la rica historia de Miles Davis.

La tarea que llevó a cabo Stanley Nelson fue digna de un artesano del buen gusto y la precisión. Está todo lo que tiene que estar, sin ser condescendiente. Se aprecia la genialidad y los demonios internos de Miles Dewey Davis III (tal su nombre completo), que revolucionó más allá del jazz en variadas ocasiones. Los registros fotográficos se funden con imágenes de archivo mientras testimonios riquísimos aportan personales visiones sobre Davis. Herbie Hancock, Quincy Jones, Wayne Shorter, Carlos Santana, Marcus Miller, Gil Evans, Ron Carter, Jimmy Cobb, Mike Stern o la mismísima Frances Taylor (ex esposa de Miles y su pareja más añorada) son algunos de los que dan cuenta de su vínculo con el legendario trompetista.

Aquí es donde se aprecia no solo el talento de Davis sino su capacidad para rodearse de músicos geniales con los que trabajó y, en muchos casos, terminó potenciando su desarrollo. El caso de John Coltrane es más que ilustrativo.
Además, la participación de la escritora Farah Griffin, el escritor Ashley Kahn y la musicóloga Tammy Kernodle lo ubican en tiempo y espacio, en el marco de una coyuntura atravesada por el racismo. En una –ya mítica- entrevista a la revista Playboy, en 1962, Miles afirmó que “Si un blanco asalta un banco no es más que un hombre que robó un banco. Pero si lo hace un negro o un puertorriqueño, se habla de esos espantosos negros y portorriqueños. Casi todos los que no son blancos han padecido alguna de las etiquetas que ellos les ponen”.
Davis provenía de una familia de buen pasar económico el cual no le impidió ser discriminado. El episodio en que es golpeado en la puerta de un club en el que estaba tocando es más que elocuente. En la mencionada entrevista, dijo que “que la raza tiene mucho que ver. Los blancos esperan determinadas cosas de un músico negro; lo mismo que le ponen etiquetas a toda la raza negra. Esto se remonta a los días de la esclavitud. Entonces fue cuando empezaron con esas patrañas del Tio Tom por exigencia de los blancos. Todos los niñitos negros crecieron con la convicción de que llevarse bien con los blancos significaba sonreír y actuar como payasos. Eso ayudaba a los blancos a sentirse cómodos con respecto a lo que habían hecho y estaban haciendo con los negros, y la situación no ha variado hasta nuestros días. Aplíquela a los músicos: ellos quieren que uno no solo toque su instrumento sino que también los entretenga sonriendo y bailando”.

Davis tenía una fuerte formación teórica. Era uno de los pocos músicos de  bebopque iba a las bibliotecas a estudiar a compositores europeos, clásicos y contemporáneos, con el consabido enriquecimiento y expansión de sus horizontes. Con una base teórica firme, abandonó la escuela de música donde estudiaba, convirtiéndose el bebop en su posgrado musical. Allí es cuando desarrolla una creciente relación con la espontaneidad, ya que entendía el talento innato de los improvisadores. ¡Y qué mejor que ver al mismísimo Charlie Parker para esto!
Esto lo marcó para siempre. Davis quería que sus músicos improvisen más allá de la improvisación mecánica, de los conceptos académicos ya conocidos. Prefería al músico que podía equivocase en pos de una búsqueda riesgosa antes que a otro que hiciese todo bien pero sin arriesgarse nunca.

Otro de los puntos a destacar del documental es la participación del actor Carl Lumbly que pone sus cuerdas vocales a disposición del inconfundible registro de Davis para llevar adelante un relato en primera persona. Se obtiene un tono intimista y cercano de las distintas vidas que supo disfrutar y sufrir. Desde su relación con sus padres (incluida la famosa internación en la granja de su padre para sacarlo de la heroína) hasta sus diversas esposas (Irene, Betty Mabris –de quien recomendamos fervientemente los tres discos de funk y soul que sacó bajo el nombre de Betty Davis- y Frances Taylor, acaso su amor más profundo.


El recorrido que se hace sobre su carrera es excelente. Informa y muestra no sin dejar en claro que son hitos en la historia de la música. Desde sus comienzos, su viaje a Europa y su encuentro con Julianne Greco hasta el retorno a EE.UU para encarar sus múltiples facetas artísticas. Lo que presenta el documental con claridad y calidad es el puntapié inicial a lo que debería ser la continuación del trabajo por parte de los espectadores: el continuar navegando en su rica discografía. Su período en el sello Prestige incluye discos como “Blue Haze” (1956), “Walkin´” (1957), “Cookin´” (1957), “Bags´ Groov” (1957) y Miles Davis And The Modern Jazz Giants (1959), gemas que anteceden al salto de calidad que implica su pase a Columbia. Allí es donde se inicia su período más fructífero con discos como “Porgy and Bess” (1958), “Kind of Blue” (1959), “Sketches of Spain” (1960), “Someday My Prince Will Come” (1961), varios con neta influencia de Frances que fue tapa de éste último. Después vendrá el periodo de ruptura de paradigmas con “Files of Kilimanjaro” (1968) –y su tapa con Betty Mabris-, “In a Silent Way” (1969), “Bitches Brew” (1970), “Jack Johnson” (1971) y “On The Corner” (1972). El paso del funk y soul de “Bitches brew” que traerá al poco tiempo “On the corner”, un sonido lisérgico que mezcla el sitar y percusiones de la India. El período de ostracismo, drogas y abandono de la música para volver a sacar discos con Warner Bros. Tal como “Decoy” (1984), “You’re Under Arrest” (1985) y “Tutu” (1986), quizás su última obra maestra o que, al menos, tuvo el gran mérito de dividir aguas.

Como no podía ser de otra manera “Kind of blue” tiene su momento especial. Es el disco de jazz mas vendido en la historia. Venerado y respetado tanto por los amantes del género como para aquellos que se acercaban por primera vez, es un punto de referencia único e irrepetible. Dicen que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Por eso, en nada más que dos (si, dos) sesiones de grabación –e improvisación-, el 2 de marzo y el 22 de abril de 1959, puso de cabeza no solo al jazz sino también a la música popular (si, mal que le pese a muchos).
Con 32 años, Miles era uno de los popes del jazz pero no se quedaba solo con el status de lo que había conseguido. Buscaba ir más allá de las fronteras del género. Por eso, quería seguir experimentando con el concepto “modal”. El mismo consiste en que el músico improvisaba sobre una serie de escalas y no sobre armonías o acordes, tal como se solía hacer. Ya lo había implementado en su disco “Milestones” pero ahora iba por más.

Es menester mencionar este disco porque allí se encuentra el punto seminal de lo que sería “Kind of blue”. Para las grabaciones de “Milestones”, Paul Chambers en contrabajo, Julian «Cannonball» Adderley en saxo alto y John Coltrane en saxo tenor, eran parte del sexteto junto Red Garland en piano y Philly Joe Jones en batería. Pero Jones es apartado del grupo por su adicción a la heroína al igual que Garland, que tiene diferencias con Davis. Garland es reemplazado por un joven pianista blanco de nombre Bill Evans que, a la postre, terminaría siendo cercano a Miles. Ambos se acercan a compositores como Bartok o Ravel que también usaban las armonías “modales”.
Para la gestación de “Kind of blue” son de la partida, Coltrane, Evans, Chambers y Adderley junto a Jimmy Cobb en batería –y el propio Davis en trompeta- quienes conforman un sexteto único en la historia del jazz. La única modificación en el equipo fue que en “Freddie Freeloader” que tuvo a Wynton Kelly en piano.

Los planetas se alinearon para que todo saliese como tenía que salir. No había ningún escollo para que el talento y la magia no se confluyan en el estudio de Columbia de la calle 30, en Nueva York que, anteriormente, había sido una iglesia. Al llegar el día 2 de marzo de 1959, los músicos sabían muy poco de lo que iban a tener que hacer ya que no hubo ningún ensayo previo. La base era una melodía sencilla mientras los intérpretes interpretaban otra sobre uno o dos “escalas” (o modos), en lugar de realizar progresiones armónicas. Esta modalidad le brindaba a los músicos una plena capacidad de improvisación. Asi las cosas, Miles le entregó a cada uno de los músicos un boceto de las escalas de cada tema para que cada uno de ellos improvise lo que quisiese. Es más, ni el mismísimo Davis sabía en los terrenos en que podía terminar toda esta idea. Por esto es que se dice que el disco no fue ensayado previamente ni una sola vez. De esta manera, se buscaba hacer todo de primera toma, captando la espontaneidad y frescura en la interpretación.

En los momentos de mayor detalle, se describe como musicalizó “Ascensor para el cadalso” improvisando en vivo. Una gema.

Otros períodos considerados son los de “Someday my prince will come”, “Sketches of Spain”, “Bitches brew” y “On the corner” así como su retorno a la arena musical en los años 80. Si bien la presencia de Frances es fundamental en la vida de Miles, es obligatorio acentuar que Betty Mabris fue quien lo introdujo en el rock y le hizo escuchar bandas como Sly & The Family Stone que inspiraron “Bitches Brew” el primer disco psicodélico y funk del jazz. Betty fue también quien asesoró a Miles para que cambiara su imagen de jazzero de traje y corbata por la de músico de atuendos multicolores. Este es el momento en que el público del rock comienza a comprar los discos de Miles. Los fans de Zeppelin y Hendrix se acercan al sonido de un Davis que comienza a tocar en lugares para mayor público. Hay una resignificación de su propio sentir. El orgullo de ser afroamericano y defender su identidad como tal. Los peinados y la ropa multicolor lo muestran tal como es. En un punto del documental se dice que querían “que fuera un Superman negro” pero él fue, en un punto, más que eso. Vuelve a hacer una gambeta corta y saca de la galera “On the corner” con un testimonio imperdible de Santana acerca de la forma ideal para escuchar el disco, con la precisión al decir que Miles se estaba adelantando casi dos décadas al hip-hop.

“Birth of the cool” tiene todo lo que tiene que tener un documental para ser considerado imperdible. Ahora queda en manos de cada uno verlo, disfrutarlo, recomendarlo asi como sentirse tentado para navegar en la obra de ese genio único, talentoso y perturbado llamado Miles Davis.


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