Cine Argentino: Representaciones del patriarcado, el trabajo y demás yerbas.

Por Cecilia Inés Villarreal

El discurso cinematográfico argentino de las décadas del 30, 40 y 50 contaba con diversas percepciones acerca de lo que significaba ser hombre y ser mujer.

Hemos seleccionado algunas películas para poner la lupa en su estructura narrativa, los diálogos y los cuerpos. En suma, el universo ficcional propuesto por estos filmes. Al respecto, no descuidamos lo tácito, los silencios y las elipsis que pueden ser notablemente ensordecedores en su no decir.
Estos imaginarios culturales tienen tal potencia discursiva que muchas ideas ya han quedado arraigadas y persisten como «sentido común». Es necesario explicar que las descripciones vertidas en las líneas a continuación tienen un contrapunto entre el pasado y el presente. Las representaciones de lo femenino y lo masculino, lo correcto y lo incorrecto se han ido cristalizando en el transcurso del tiempo, a partir de una convergencia y coincidencia de distintos discursos como el de la ciencia, que legitima con un valor de verdad absoluta y le otorgan un halo de superioridad, frente a otros discursos considerados menores.

En primer lugar, tomaremos la película «Tango! (1933)» de Luis Moglia Barth, protagonizada por Tita Merello, Libertad Lamarque, Alberto Gómez, Pepe Arias y Luis Sandrini. Es un melodrama por demás sencillo y como tal, tiene el esquema de presentación de sus personajes con conflicto, clímax y restablecimiento del equilibrio inicial. Sus personajes son estereotipados: Alberto (el cantor bueno), Tita (la muchachita de barrio que se pierde), El Malandra (reo/ compadrito), Berretín (el amigo ingenuo y bufón) y Mecha (la que tienta a Tita a seguir una vida milonguera). Tita y Alberto serán los protagonistas de un amor con obstáculos, con antagonistas que interfieren en la concreción y reencuentro final. Tita se muestra como mujer rebelde y contestataria pero esa rebeldía queda en la superficie. Es una cáscara que termina sucumbiendo a los cánones de la época.

Visto y considerando la época- plena Década Infame-, el objetivo de la película era consolidar el género del tango-canción a través del cine al mostrar a las estrellas del momento (Azucena Maizani, Juan D’Arienzo y Mercedes Simone). Se mostraban los íconos de Buenos Aires para ilustrar geográficamente donde se desarrolla la acción. Esto se puede vincular con «Sucesos Argentinos»- el noticiero cinematográfico- que iniciaría sus emisiones a partir de 1938.

Cada escena contaba con una placa sobreimpresa. Una frase de tono moral y tinte pedagógico. Había un propósito de enseñar qué es «lo correcto» y «lo incorrecto»,  «lo decente» y «lo indecente». 
En “Tango”, la noche, el arrabal, el cafetín y París tienen en común el pecado, la transgresión y el peligro. En contraposición, el barrio con sus imágenes de niñez, pureza y calesita, «iluminará» la pantalla. Lo llamativo es que no aparecen padres ni madres, solamente individuos solitarios y en la búsqueda del amor. Esto tiene que ver con la emergente sociedad de masas, la multitud y los medios de comunicación como la radio. Las canciones sirven tanto como  “separadores” -en el sentido radial del término- como para dar cuenta de las acciones ya que los diálogos son escasos. 
El tango presenta una doble cara. La noche es perdición, prostíbulo, seducción, inmoralidad para la mujer; mientras que el día -cuando canta Alberto-, el tango es moral, sencillo y bonachón. Únicamente el equilibrio perdido es restablecido cuando Tita vuelve al barrio y se reencuentra con su amor. Se establece entonces, un paralelismo entre Tita, la mujer perdida-que recupera simbólicamente su inocencia- al volver a su casa de la infancia, pobre y digna. «El tango sos vos misma, el barrio, el suburbio». Esta frase dicha por Alberto sintetiza la película.
“Tango!” se remite a un pasado idealizado sobre la historia de los orígenes del “dos por cuatro”. Los personajes son unidimensionales y estereotipados: el malandra, la muchacha otrora pura y casta, el cantor honrado y el bufón representado por Sandrini. La fama y la consagración en Francia o Estados Unidos significan el desmoronamiento del statu quo (el hogar/la familia), las tentaciones, la ambición y el distanciamiento del pequeño universo del barrio. La noche y el pecado son representados por el cafetín y el arrabal ya que las escenas están realizadas con luz artificial. El truco, el cigarrillo y el mundo del hampa es retratado en “Melodía de arrabal”  de Louis Garnier («arrabal sucio y sombrío, cárcel de vicios»). El barrio con sus connotaciones de infancia, inocencia y honradez redimirá a aquéllos que perdieron el rumbo.

Es necesario comparar a la película pionera «Tango!» con “Besos brujos” (1937) de José Agustín Ferreyra, con Libertad Lamarque y Floren Delbene. Aqui es apreciable un cambio en el guión. Se vuelve más complejo por los giros narrativos. Libertad Lamarque da vida a una cantante que es juzgada por su profesión. Su novio pertenece a una familia «bien» cuya madre no está de acuerdo con la relación y quiere separarlos. Allí se amplía el espectro de personajes y conflictos: entran en escena las clases sociales y la familia. Aparece el esquema del folletín y luego de la telenovela.

Por otra parte, la ciudad, aparece como lugar de la  civilización, la libertad y la felicidad en detrimento del campo como sitio de esclavitud y peligros, la «barbarie». No vamos a spoilear más pero frases como «Sus besos brujos tienen la culpa», » Si usted no fuera rebelde, si fuera buena» y «Quédese hasta que se ablande»,  retratan los roles del hombre y de la mujer representados en el cine de los 30. La dicotomía ciudad/campo aludirá a la libertad y a la felicidad; la esclavitud y la prisión, respectivamente. Los temas del amor y el ascenso económico son incompatibles ya que la búsqueda amorosa se tropieza con las tentaciones del dinero y los viajes al exterior.
El «afuera» se presenta como peligroso: «La vida nos ha separado» dice Alberto evocando a Tita en «Tango!». En «Besos Brujos» el amor es lo más importante «aunque cueste la vida». Será en este film en que aparecen las clases sociales ya que Marga-interpretada por Lamarque- es una cantante de café concert y su novio pertenece a una familia de alta sociedad. Este romance no es aprobado dado que la profesión de artista no era considerada «decente». 
Veamos algunas cuestiones al respecto. El público del café es eminentemente masculino. No hay mujeres en ese ambiente, salvo la única camarera que aparece en escena. La mujer del tango será bendecida por el amor y el matrimonio siendo su único fin, estar en el hogar y cumplir su rol de madre. En el caso de los hombres, pese a las reticencias familiares, la profesión de cantante es vista con orgullo y abnegación. Cantar y llevar el tango al mundo, implica sacrificios. La pérdida de la voz (y la milagrosa recuperación) o la muerte serán el precio que deberá pagar Hugo del Carril en «La vida es un tango» y «El último payador». La salud y la fatalidad van a ir de la mano, como si se tratara de un castigo bíblico.
El médico le dice que José se enfermó porque es un artista y se lo atribuye a la mala fama que implicaba la profesión. Es la consecuencia de «salir-de-la-seguridad-de-un-hogar» que englobaba al barrio y el casarse, la vida «tranquila» y «doméstica». Cantar, ser «artista» tenía una connotación negativa ya que implicaba un mundo de tentaciones -como el alcohol y mujeres- y de viajes, como ir a París y a Nueva York.
 

En el cine, un resfrío o una tos daban el indicio de una enfermedad terrible, como la tuberculosis que era un signo de pobreza y de marginalidad (en este caso, el fin de su carrera como cantante). La sentencia «se impone una vida normal» dicha por el médico, tiene que ver con una penalidad a salirse de la regla, a desafiar el statu quo. Es el castigo por su osadía. Peor suerte corrían las mujeres que querían ser artistas ya que el ambiente donde se desenvolvían no era decente para los ojos de la época. No olvidemos los orígenes prostibularios del tango, la manera de bailarlo por la proximidad corporal y las letras obscenas de sus inicios. En «El último payador», se pueden ver figuras como el payaso Frank Brown y el payador afroargentino Gabino Ezeiza. Al fin de cuentas, estas películas terminan siendo un documento de la época en que se los ve y escucha a estos artistas que existían en la vida real, más allá de la ficción planteada. Aparte, todo lo que condensaba el circo como una manifestación del entretenimiento popular es desarrollado extensamente en la mencionada película. Allís puede ver a Gabino Ezeiza abriendo la función, entonando la marcha triunfal de la ópera Aída, para los inmigrantes italianos.

Párrafo aparte merece la cuestión de los idiomas. El  español sigue siendo el predominante pero en «La vida es un tango» se utiliza el francés e inglés. En «El último payador», el personaje encarnado por el maestro de José habla en italiano.
No es inocente la inclusión de los idiomas ya que la voluntad era reforzar el concepto de «crisol de razas», muy en boga en aquellos tiempos. Argentina era la tierra que recibía al mundo con los brazos abiertos.

El trabajo, la educación y el rol de los géneros se manifestaba en el cine en tanto medio de comunicación como una manifestación artística emergente en esos años. El tiempo hará que, tal como hemos dicho al principio, muchas de estas ideas -algunas más obvias, otras más subrepticias- se impongan en el inconsciente colectivo y se transmitan de generación en generación, bajo el nombre de «educación». Pero esto, de momento, será otra cuestión a analizar -quizás- más adelante….


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