En tiempos de elecciones en Estados Unidos, donde el inefable –por ser respetuoso y simpático en el uso de un adjetivo acorde- Donald Trump pierde las elecciones presidenciales a manos de Joe Biden, se pueden ver una serie de documentales por demás ricos en su contenido y al deseo de abrir el debate y la reflexión en torno a la política estadounidense. Ya habíamos recomendado “Saving capitalism” (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2020/08/saving-capitalism-robert-reich-y-su.html)
en el que se analizaba el desarrollo –y posterior caída- de la economía del Imperio del Norte, que dio por resultado la elección del primer presidente “naranja” en Yanquilandia.
Ahora, en un año dominado por el covid-19 y la pandemia, atravesado por el asesinato de George Floyd y el “Black Lives Matter”, Netflix cuenta en su pantalla con el excelente “Enmienda XIII”, que describe a aquella que forma parte de la Constitución Nacional de Estados Unidos sancionada en 1865, con el fín de abolir la esclavitud y es usada –justamente- para mantenerla pero bajo otros parámetros.
¿Cómo es esto? Tal como se dice en Argentina, “hecha la ley, hecha la trampa”. La enmienda garantiza la libertad de los individuos…..a menos que cometan un delito. Es ahí que los criminales pierden esa libertad pero, lo que sería una verdad de Perogrullo en tanto y en cuanto deben pagar por haber violado la ley, se da la “casualidad” (¿?) que empiezan a ser encarcelados los afroamericanos por causas absolutamente menores. O sea, las cárceles se llenan de miembros de la población negra.
Para completar el panorama, la película “El nacimiento de una nación” (1915), que da cuenta de cómo se conformaron los Estados Unidos, cimienta una idea por demás negativa de los afroamericanos, con la yapa de ser el germen de lo que sería después el Klu Klux Klan.
La enmienda que, en un principio, brindaría libertad es la que termina condenando por un delito para ser esclavo del mismo Estado. O sea, los pobres pertenecientes a las comunidades minoritarias (afroamericana pero también extensible a los latinos), son relegados en torno a sus derechos civiles. Desde las leyes de Jim Crow a la actualidad, la segregación se ha mantenido aunque con distintos nombres pero siempre con asesinatos de miembros de la comunidad afroamericana. Casos como el de Emmett Till en 1955, se han convertido en símbolos de la violencia racista.
Desde el mismo comienzo, la directora Ava DuVernay empieza a trazar diversas variables para analizar los numerosos planteos que realiza. El racismo como política de Estado a través de eufemismos, siempre en el marco de la democracia; el sistema carcelario como uno de los pilares de la economía con mano de obra prisionera y negra y el consabido bombardeo mediatico para establecer una coyuntura que permita llevar a cabo estos designios bajo la atenta colaboración de la sociedad.
Las presidencias de Richard Nixon, Ronald Reagan –su lacayo George Bush y su hijo Jr, incluídos- y Donald Trump son las que brillan con luz propia en esto de crear las condiciones para la persecución y sometimiento de la comunidad afroamericana. El primero, con su axioma de “ley y orden” para el país, inició una lucha contra el crimen que es inmediatamente asociada a la raza. Así es como los movimientos políticos negros por los derechos civiles hasta las Panteras Negras, pasando por aquellos de la comunidad gay o lucha contra la guerra de Vietnam son perseguidos y aniquilados.
El cowboy Reagan le añade la “lucha contra las drogas” que, además, lo ubica como un tema criminal y no de salud. De Trump, no hay mucho que agregar respecto a lo que bien se sabe respecto de su conducta racista y misógina, a la que se añade su identidad empresaria que solo toma en consideración el dinero.
Pero ojo, a no confundirse con que solo estos serían los “malos”. También hay lugar para los desastres que realizó Bill Clinton con su ley de “tres faltas y quedas adentro”.
Los testimonios recabados son de absoluta calidad y precisión en torno a un deseo de mostrar a las voces interpeladas en las hipótesis esbozadas. Desde ese punto, voces como las de Angela Davis, Michelle Alexander, Cory Booker o Jelani Cobb son por demás claras. Del lado conservador de los testimonios, es destacable que se haya prestado al debate Newt Gingrich, ex senador y precandidato presidencial por el partido Republicano en 2012 o Grover Norquist. No obstante, no pueden hacer frente a las acusaciones que les llueven desde las imágenes y testimonios. Ni hablar de la influencia del ALEC (Consejo Americano de Intercambio Legislativo) poderoso lobby que reúne a corporaciones con políticos en las que éstos votan leyes propuestas por aquellos, tal como la de “Stand your ground” que habilita a la defensa en caso de amenaza, llegando incluso al asesinato. El caso Trayvon Martin es un gran ejemplo al respecto.
Las revueltas tienen como hilo conductor la brutalidad policial, justamente el brazo armado del opresor estatal. El mismo que, en su momento, aniquiló a los líderes de la comunidad afroamericana (desde Martin Luther King o Malcolm X hasta Fred Hampton) o los intentó mandar a prisión, tal como Angela Davis o Assata Shakur.
La forma en que el sistema carcelario se convirtió en una empresa dentro del Estado (las cárceles son privadas) que termina presionando como si fuera un proveedor más, es increíble. El conteo que se realiza respecto del aumento de convictos desde 1972 con 300.000 presos hasta el 2014 con 2.306.200 es aterrador. Además, hay que tener en cuenta que la población carcelaria mundial es un 5% y de esta cifra, el 25% se encuentra en EE.UU. ¿Algunos datos más? El 6.5% de la población de Estados Unidos es afroamericana al igual que el 40% de los presos. ¡Una enormidad! Además, hay que considerar que se ha calculado que las probabilidades que un hombre blanco termine en la cárcel es de 1 en 17 mientras que en un hombre negro, se reduce a 1 en 3.
Uno de los testimonios, retomando el caso Emmett Till (cuyo funeral fue a cajón abierto para que se pueda ver como quedó el rostro del adolescente de catorce años asesinado), afirma que “hay que impactar a la gente para que preste atención”. Es algo que se logra a partir de casos como el de Kalief Browder (encarcelado tres años a la espera de juicio, siendo declarado inocente y suicidándose dos años después), Oscar Grant o Eric Garner (cuyos asesinatos fueron filmados).
En este punto, también hay que hacer mención que las formas en que se definió a los criminales en el marco de las “pandillas de depredadores”, hizo que la propia comunidad negra termine creyendo esto, sin percatarse que estaban hablando de sus propios jóvenes. Justamente, el ex asesor de Ronald Reagan Lee Atwater da cuenta de la estrategia abstracta en la política comunicacional para lograr un objetivo determinado sin que suene a “racista”, sabiendo que esto perjudicaba más a los negros que a los blancos.
El montaje realizó un trabajo sublime. En especial, el discurso de Trump que retoma todo el discurso más recalcitrantemente racista de los 50 y 60, y se lo cruza con los acontecimientos de dichos años. El tratamiento de la palabra “criminal” es elocuente a lo largo de los casi cien minutos de documental es contundente. Metonimia en plena contundencia de su facultad que termina siendo una especie de “separador radial” en sus diversas apariciones, con música acorde y letras por demás ilustrativas de lo que se habla. Desde el blues y el jazz hasta temas de Public Enemy, reflejan la situación de violencia a la que era y es sometida la comunidad afroamericana.
La música es otro punto a considerar con canciones de Nina Simone, Public Enemy, The Roots, Usher o Nas, develan el buen gusto para llevar a cabo un poderoso testimonio pero sin caer en la victimización o lo amarillista.
Al día de hoy, tras el caso de George Floyd y el movimiento “Black lives matter” así como la derrota de Donald Trump en las elecciones, “Enmienda XIII” sigue hablando de una situación que no ha cambiado. Más aún con el caudal de gente que sigue apoyando a Trump y todo lo que su nefasta ideología representa.
Para ver más de una vez y plantear el debate extensible a estas tierras en cuanto a la criminalización de la pobreza, “Enmienda XIII” pone el dedo en la llaga en esa gran mentira que es la democracia norteamericana que, después de la elección presidencial del 2020, debería llamarse al silencio en eso de querer enseñarle qué es la libertad al mundo, cuando tiene problemas enormes de esa índole puertas adentro.
Ficha técnica.
Dirección: Ava DuVernay. Guion: Spencer Averick y Ava DuVernay. Música: Jason Moran. Montaje: Spencer Averick. Fotografía: Hans Charles y Kira Kelly. Productora: Netflix y Kandoo Films. Género: Documental | Crimen. Racismo. Política. Año: 2016. Duración: 100 min. País: Estados Unidos.