«Hater»: El odio como medio de vida


Hay películas que son inquietantes a través de un suspenso atroz que se liga con la realidad. Cuando ésta supera la ficción, interpela directamente a los espectadores. Más aún cuando éstos se enteran de la relación una vez que se terminó de ver “Hater”.
Pero vayamos por partes, porque “todo tiene que ver con todo” en tanto una coyuntura atravesada por la construcción de identidades a partir del odio y la radicalización de ideas, cortesía de la impersonalidad surgida desde las redes sociales.

Gustavo Adrián Cerati se preguntaba “hasta donde llegaré” y algo de eso hay en Tomasz Giemza, un joven estudiante al que acaban de echar de la facultad por realizar un plagio en su trabajo. Debe hacer algo con su vida teniendo en cuenta su partida a la gran ciudad (Varsovia) desde la humildad de su hogar en el interior del país. Además, la deuda que tiene con los Krasucki -familia que hace las veces de mecenas-, debe ser saldada de alguna manera. Más aún cuando Gabi, la bella y díscola hija del matrimonio, es su objeto de deseo.

Hasta aquí, nada del otro mundo pero es a partir del linkeo constante con la realidad que empieza a oscurecerse el panorama. Pensemos dos segundos en Tomasz. ¿Cuántos personajes así conocemos en nuestra vida? Un tipo por el que no se da dos mangos pero tiene como motor el odio y la venganza contra todos aquellos que lo han despreciado. Solo necesita un espacio donde dar rienda suelta a sus conocimientos tecnológicos. Desde el momento en que logra un empleo en una compañía de comunicación que se encarga de realizar campañas de desprestigio y difusión de fake news para el mejor postor, comienza la metamorfosis. No por lo que pueda llevar adelante el cráneo en cuestión de manera literal sino por la gente de mierda con la que uno se topa. La lucha de Jeckyll y Hyde en un campo de batalla donde la moral y la ética tienen sus acciones en baja. Como dice el refrán “hay que tenerle más miedo al idiota que al hijo de puta”. Algo de eso hay porque del primero no vas a prestarle tanta atención por su propia condición. Después descubrirás que son “lobos con piel de cordero” pero esa ya es otra historia.
Por otra parte, y a nivel más “macro”, recordemos que la sociedad capitalista meritócrata en la que vivimos, pide tener un “empleo estable” así como una vida social lo suficientemente visible y exitosa que amerite el consabido pavoneo frente a propios y extraños. De esta manera, se siembra la semilla de la codicia en la que el axioma de “el fin justifica los medios” absuelve cualquier pecado.

Otro de los puntos que se toca con descarnada precisión es la influencia de las redes sociales. La existencia/pertenencia del individuo en un mundo virtual en el que se vive, muere, ama y odia. La manipulación de la gente a través de bombardeos constantes de fake news que nadie se toma el trabajo de corroborar. Es más fácil mantener la anomia de siempre y creer lo que se lee, sin ningún tipo de juicio crítico al respecto.
Por otra parte, la coyuntura europea de puertas cerradas y creciente islamofobia (y homofobia, judeofobia, racismo y siguen las firmas con todas las “fobias” e “ismos”) de la que forma parte Polonia, son el caldo de cultivo para la aparición de extremistas de derecha en contraste con la desconfianza que genera el sistema democrático al no dar respuestas serias a flagelos como el desempleo y la pobreza. Justamente la película se inicia en el marco de una ciudad convulsionada por una manifestación de fanáticos derechistas.
Será en este contexto donde se moverá Tomasz como miembro-de-la-sociedad-polaca. El gran inconveniente es cuando debe llevar a cabo su “trabajo” con un candidato progresista para la intendencia de Varsovia opuesto a este nuevo “huevo de la serpiente”. 

El guión de Mateusz Pacewicz es preciso. Captó con exactitud las problemáticas de la matrix social en la que vivimos, hoy 2020. La sabia dirección de Jan Komasa lleva a la película por distintos momentos en los que la tensión siempre está latente y bien dosificada.
Por su parte, la actuación de Maciej Musialowski es excelente. Su Tomasz tiene en su frialdad uno de sus rasgos distintivos. En la línea de un Alex DeLarge del siglo XXI, su líbido se descarga en su trabajo en el que te pagan para llevar a cabo acciones que, en un punto, te permiten exorcizar tus miedos y deseos más recónditos. La cuestión es cómo lleva adelante el mismo. Como un PacMan insaciable, avanza con precisión quirúrgica en pos de lograr lo que quiere. Devorador de datos para utilizarlos como método extorsivo en el que todos son potenciales enemigos. La forma en que va cambiando su rostro y su talante a través del tiempo, es similar al Anakin Skywalker de Hayden Christensen pero con mayores recursos actorales. Aquí es donde la relación con la «banalidad del mal» esbozada por Hannah Arendt golpea con contundencia en tanto y en cuanto un joven «normal» puede llevar a cabo acciones por demás condenables. No hay ningún tipo de reflexión acerca de la consecuencia de sus actos. 
Será cuando termine la película, cebado por lo que se acaba de ver, que el/la espectador/a empiece a indagar en las redes sociales al respecto. Ahí descubrirá que ocurrió el 13 de enero de 2019, más allá de las licencias que se han tomado para llevar adelante la película.

Tan corrosiva como certera en sus planteos, “Hater” pone el dedo en la llaga en las relaciones interpersonales del siglo XXI así como en la construcción de las identidades por medio de las redes sociales en un marco de desempleo, racismo y pobreza tanto material como espiritual. En este caso, a través de un “lobo solitario” en el que tiene mucho por ganar y poco que perder. Los escrúpulos son cosa del pasado.

Ficha técnica:

Título original: “Sala samobójców. Hejter”. Dirección: Jan Komasa. Guion: Mateusz Pacewicz. Con Maciej Musialowski, Vanessa Aleksander, Danuta Stenka, Jacek Koman, Agata Kulesza, Maciej Stuhr, Adam Gradowski, Piotr Biedron, Jedrzej Wielecki, Jan Hrynkiewicz, Martynika Kosnica, Wiktoria Filus, Iga Krefft, Viet Anh Do, Sebastian Szalaj. Música: Michal Jacaszek. Fotografía: Radosław Ładczuk. Productora: Naima Film, TVN, Canal+ Polska. Género: Drama. Thriller. Año: 2020. Duración: 135 min. País: Polonia.

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