– ¿Cómo surge «Todo lo demás no importa»? ¿Cómo te llegaron los textos de Sara Gallardo?
– En 2007 compré Narrativa Breve Completa, un libro hermoso que editó Emecé con los relatos y novelas breves de Sara Gallardo. No había leído nada de Sara Gallardo hasta ese momento, salvo alguna referencia a su obra en Página 12. Cuando leí el “El país del humo” inmediatamente pensé que podría ser un material interesante para trabajar, pero lo veía complejo, pasó mucho tiempo hasta sentir que estaba preparada para pensar cómo abordarlo, armar bocetos, probar cosas.
– La puesta cambió de espacio ¿fue difícil ese traspaso?
– Costó un poco el cambio. Tuvimos un breve período de incertidumbre, hasta que entendimos que no todo podía mantenerse. Buscamos otras maneras de trabajar los textos en este nuevo espacio, pero para eso tuvimos que dejar atrás lo anterior. Soltarlo. Algunas veces los espectáculos obedecen, desde cierto punto de vista formal, al espacio donde se crean, pero no era este el caso. Mantuvimos gran parte de lo que teníamos y algunas cosas se renovaron y mejoraron. Aquí no sólo el espacio es distinto. El sonido también es otro y eso en cierto modo nos beneficia. La sala, aunque es chica, tiene una acústica preciosa. Es ideal para nuestro trabajo que es muy íntimo, muy sutil, y se apoya en lo pequeño como cualquier teatro de cámara.
– ¿Te costó mucho la conformación del elenco? ¿Estuvieron ensayando mucho tiempo?
-El armado del elenco fue muy fácil porque somos todos amigos. Trabajar en este grupo es como recuperar ese sentimiento de tocar en una banda de garage. Pero no sólo como un juego, o porque nos gusta estar juntos para crear cosas, sino porque además no queremos ahogarnos con lo que sentimos o con lo que pensamos. No queremos callar eso. Si no hiciéramos teatro tal vez encontraríamos el modo de no callar haciendo otra cosa. Un fanzine, plaquetas de poemas, intervenciones urbanas, lo que sea. Magalí Fugini y Noelia Antelo son actrices del tipo todo terreno, dúctiles y sensibles. Son admirables. Es muy complejo lo que hacen en esta obra. Ensayamos un año y medio, con algunos momentos de receso. Luego se sumaron Verónica Alcoba y Fernando Chacoma en el diseño de luces, Gabriela Delmastro en vestuario, Fabián Paterno en producción y Laura Monedero en escenografía.
-¿Crees que las propuestas más onírico/poéticas, tienen un público propio, dentro del teatro?
–El proceso de “Todo…” ¿tuvo puntos en común con “Sombras sobre vidrio esmerilado”? Digo…a partir de tomar el texto de otro autor….
– Sí. Veo puntos de contacto en los procedimientos de transposición, aunque los materiales son totalmente diferentes. En ambos casos el desafío fue llevar al espacio y momento presente de la escena el mecanismo narrativo de los textos. El problema está en que a veces, aquello que está pensado para ser leído, pierde poder cuando lo llevamos a escena, porque el tiempo de lectura, ese tiempo suspendido, no es el tiempo presente del teatro.
– ¿Te consideras más directora que dramaturga?
– Aunque nunca abandono el trabajo de dramaturgia, puedo decir que hay un acento en la dirección porque me atrae investigar el cruce de lenguajes -y la dirección es un ámbito ideal para eso-. No estoy centrada únicamente en la palabra, tal vez por eso no me interesó hasta ahora editar o concursar, tuve que disciplinarme mucho para poder escribir, y aún hoy siento que para lograr una maldita página la lucha es enorme. En este momento trato de dedicar tiempo a la experimentación audiovisual. Realicé junto a Manuel Salas y Maru Waldhüter un trabajo en video con material super 8 digitalizado, que ya participó en algunas muestras y festivales, (Festival Internacional de Videoarte, Cinezoom – Festival Internacional de Cine on Line). Tiene un texto que, en su versión original, formó parte de una obra que escribí en 2006 y luego quedó afuera. http://vimeo.com/76437813
– ¿Cómo recordás a «Las Carolinas»?
– Las Carolinas tuvo de todo, y cuando digo de todo no me quedo corta. Tuvo cosas geniales y otras que casi me enferman, pero aprendí muchísimo. Fue un trabajo complejo, no por el texto en sí, sino por las circunstancias que tuvimos que atravesar durante el proceso de montaje. Laura Córdoba, la autora, nos dio total libertad para trabajar con improvisaciones y multiplicar el texto, ese material terminó formando parte de la estructura definitiva. César Fois, nos dio una mano enorme coordinando ciertas cosas de producción. Fue el primer trabajo que hicimos con buen presupuesto –en términos de teatro independiente, claro está- Así y todo, el proceso tuvo altibajos. La obra tenía, a mi parecer, una estructura muy interesante, teníamos que aprender a sostenerla, no siempre funcionaba, no siempre dependía de nuestra intención, teníamos que aprender a cuidar lo que lográbamos, creo que todos queríamos eso pero no siempre estábamos listos –preparados- al mismo tiempo. Fue madurando, como toda obra, hasta que logramos lo que queríamos.
Hace unos días recordaba algo que decía Miró sobre su método de trabajo, cuando comenzaba una tela obedecía a un impulso físico, una necesidad de lanzarse, una descarga. Pero hay algo más luego de eso, porque una tela no puede quedarse en un primer impulso, no puede satisfacerte enseguida, entonces al principio aparece el malestar, y dice algo genial: “como soy muy peleón en esas cosas, entablo el combate, trabajo hasta que cesa el malestar”. Tal vez lo que más me interesa de la dirección es el combate, ese momento dónde estás en jaque, ahí no sos nada, estás “solito tu alma” con la obra. Ese combate es lo que importa, lo que te pasa ahí, lo que te ayuda a comprender, y si tenés suerte y realmente comprendiste algo, ese combate te transforma.
– Puede decirse que hay cierto hilo conductor, a nivel poético entre «Pequeño drama para dos mujeres» y «Todo lo demas no importa»?
– Sí, puede ser. Podría decir que en ambos casos hay preguntas sobre el amor. Hay un universo poético similar. Son obras que toman elementos de la literatura fantástica, en ambas hay cierta tensión que sostiene los imaginarios del campo y la ciudad, pero en Todo lo demás no importa las cosas cobran otra dimensión porque los textos de Sara Gallardo son infinitamente superiores a los de Pequeño drama para dos mujeres.
– ¿Qué te inspira a escribir al día de hoy?
– En este momento quisiera terminar “Juro Silencio sobre mi futuro” un proyecto que desarrollamos con Manada (uno de los grupos en los que trabajo http://manada2012.tumblr.com ) que ganó, junto a otros siete proyectos, el Masterplan del Laboratorio de Investigación en Prácticas Artisticas Contemporáneas del C.C.Rojas. Trabajamos sobre el límite entre documental y ficción, cruzando dramaturgia, video, crónica periodística e instalaciones sonoras.
El trabajo está inspirado en “Los suicidas del fin del mundo” de Leila Guerriero, habla sobre la ola de suicidios que conmovió al pueblo de Las Heras -Santa Cruz- a fines de los 90. La mayoría de los muertos no tenían más de 25 años.
Nosotras además de trabajar con las voces que aparecen en la crónica de Leila -creando una obra derivada-, nos preguntamos también qué significa vivir en una ciudad petrolera hoy, cómo se vive en territorios que están fuertemente determinados por la actividad económica, en condiciones naturales hostiles, cómo se configura el entramado social y qué está sucediendo ahora, luego de la expropiación a Repsol y la condena a prisión perpetua de los petroleros acusados por la muerte del policía Sayago durante la pueblada de 2006, un claro ejemplo de criminalización de la protesta.
– ¿A quienes tenes como referentes del teatro?
Por otro lado, tendría que nombrar un clásico: Peter Brook. Un artista tanque digamos. Alguien que gracias a su paso por el cine y la ópera, comprende la música y lo sonoro, de una forma muy particular, creo que ahí hay una clave para analizar su teatro. Será siempre un maestro. Lo menciono especialmente porque sentí un cambio importantísimo al ver Le Costume por ejemplo, o El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, la vi pocos meses después de la muerte de mi papá y el impacto fue tremendo. Salí de la función y definitivamente no era la misma. Contar con lo mínimo, mantener en el actor un cuerpo poético vibrante sin dejar atrás el texto, creo que son cosas que todos intentamos aprender y a las que te acercás viendo sus trabajos. Sus libros, sus películas, son un material obligado para cualquier director profesional o en formación.
Y por último tendría que mencionar al Living Theatre y a Pina Bausch, fueron sus trabajos los que me hicieron pensar, “quiero hacer eso” cuando tenía 18 años, aunque después uno termina haciendo cualquier otra cosa.
– Si Andrea Chacón Alvarez no era dramaturga, ¿que sería? ¿Tenías alguna otra vocación?
– Sí, miles. Me dediqué a la danza y a la música durante mucho tiempo. También fui sumando vocaciones con los años. Creo que necesito varias vidas. Tendría una banda para cantar canciones de amor. Me dedicaría al cine experimental, a seguir buscando cosas en la fotografía, algo que ahora no puedo desarrollar por falta de tiempo, me interesaría investigar modos de copiar en papel, trabajar en laboratorio, con material analógico, en fin, una lista interminable. Por otro lado, y hablando seriamente, tengo mucho material en super 8, películas familiares rescatadas por mi hermano, que quisiera seguir utilizando. Eso es algo que veo posible, la experimentación audiovisual en paralelo a las artes escénicas.
-Si por la puerta del Elefante Teatro entrase la Andrea que recién empezaba a escribir y a interesarse por el teatro, ¿qué le dirías?
– Primero le ofrecería un shot de tequila y le preguntaría si me quiere escuchar. Si me dice que sí, le diría “Ok, fondo blanco las dos juntas a la cuenta de tres”. El teatro es una fiesta, pero por sobre todas las cosas, es subversión poética.
“Todo lo demás no importa”. Elefante Club De Teatro. Guardia Vieja 4257. Viernes, 21 hs.