Toia Bonino: Abuelito, dime tú…

Tras su exitoso paso por el BAFICI 2025, Toia Bonino estrena su ensayo documental “L’addio” en el Cine Gaumont. La directora se encontró con ECDL para reflexionar sobre su película que se interna en las profundidades de su familia, en especial, de su abuelo, que tenía un vínculo de cercanía con un tal Benito Mussolini.

-Primero que nada, Toia, felicitaciones por “L’Addio” pero, ¿cómo se pronuncia?

– ¿Viste? Es compleja la pronunciación. De hecho, siempre me dio un poco de pánico el título porque sería como “Il adio”, pero como “adio” empieza con “a”, ahí va el apóstrofe y no la “i” para que no se unan tanto las vocales. Para nosotros es difícil esa pronunciación porque si la dejamos todo corrido diríamos “la dio”. Lo que pasa es que me gustaba más “L’addio” en italiano que poner “El adiós” en español. En inglés al final lo traducimos como “The good bye”. 

– ¿Cómo surge la posibilidad de filmar? ¿Es película o documental inclusive?

– Te diría que las dos cosas. Sí. Y cómo surge… La verdad es que tuve que hacer un acto de resistencia para aceptar hacerlo ya que me cansan todas esas cosas de lo personal y del “yo”. Hay muchos abordajes de cineastas que revisan su propia historia y, a veces, siento una cosa un poco impostada. Como si la historia de uno tuviera una verdad que develar e iluminar a los demás. No me siento así, para nada. Tuve muchos conflictos con seguir avanzando con la idea de la película porque no quería mostrar la historia como tantas que todos tenemos. No es suficiente solo con esto. Decidimos contarla y armar un discurso en relación a eso.

– Todo un trabajo…

– En algunos momentos decía, «Che, esto no es una película”, “No quiero hacer algo así”, “no quiero ese lugar de soberbia de la vida del director”. Por eso, en la película necesito hablar con otros y usar otras voces. Contar todo esto es muy íntimo y personal. No escondo nada, pero sin que eso esté como mediado. Por eso, hay una voz en tercera persona, que no es la mía. En esta película en particular, el lugar del montajista y de los guionistas fue muy importante porque quería evitar todo el tiempo, no lo dramático que tiene la historia -que está expuesto-, pero sí esa construcción tan exacerbada y tan ensalzada desde la particularidad del cine.

– ¿Cómo fue el momento tuyo que te enteraste de esta situación de tu abuelo?

– Mira, en realidad, es un silencio sobre algo que todos sabíamos. No es que se escondió. De hecho, mi abuelo pidió ser velado con la camisa negra. Se aceptó y se hizo. Más a la vista, no podía estar. Veamos el libro que escribió mi abuelo. Había un montón de ejemplares en el garaje del campo. De chico, uno decía “es un libro que escribió el nono” pero no sabíamos de qué era. Ninguno de sus hijos lo leyó. Estaba todo muy expuesto, pero nadie se hacía cargo.

– Hasta qué…

– Me agarró un poco la curiosidad un verano, hace muchos años que subí al altillo de mis padres. Me interesaron las películas de Super 8 que había grabado mi papá en donde se veía a mi abuelo y a toda mi familia. En realidad, el interés me lo despertó que, justo una semana antes de encontrarlas, hubo un encuentro en la casa de Narcisa Hirsch en que diferentes personas llevaban cintas que nunca vieron y lo hacían por primera vez. Cuando encontré las películas dije, «Ay, si las hubiera encontrado antes, hubiera estado bueno llevar alguna».

– Y si…

– Pero bueno, en realidad no necesitaba ese encuentro para mirarla. Bajé el proyector y no funcionaba. Finalmente lo arreglé y miré esas imágenes del pasado grabadas por mi papá. También comencé a grabar mi cotidiano, algo que -a pesar de hacer cine- no hice. No saqué fotos de mis hijos, ni registré muchos de esos momentos. Empezó algo con ver y registrar lo que estaba viviendo. Era ineludible, viendo la imagen de mi abuelo y el vínculo que tenía con nosotros, indagar sobre esa historia. Pero el disparador en sí fueron las películas. Después me enteré la existencia de los negativos de vidrio…

– ¡Otro momento importante…!

– Los vi y…“Ah, buenoooo.”. Siempre tuve la ambigüedad de hasta dónde mi abuelo… Sabía de la existencia de su libro y preguntaba “¿Hasta dónde habrá sido un personaje importante o hasta dónde es su relato?”. Si era su fantasía y cuán cercano habrá sido o no. Cuando encontré esos negativos de vidrios, vi una foto de Mussolini dedicada a mi abuelo y otra, con los dos abrazados. “No era una fantasía de él”. Empecé a investigar qué cargo había tenido, cuándo lo habían nombrado, qué había hecho.

La lupa en la peli

– El film se inicia con el velatorio de tu abuelo. ¡Tiraste el ancho de espada en la primera mano!

– En el guión, siempre estuvo el pedido de mi abuelo de ser velado con la camisa negra y las preguntas de por qué eso. Después, el rodaje de toda esa escena del velatorio tuvo, digamos, partes muy graciosas, y un poco de montaje. Allí, Gustavo decidió algunas cosas. Es fuerte esa imagen y todo lo que pasa con el muerto. Justamente, es la muerte de mi abuelo la que abre el camino a toda la indagación. Era decir “esta verdad la sabía y todo lo demás era silencio”. Después, fue ir encontrando las pistas que explican un poco ese ancho de espada que vos decís.

– La peli dura un poco más de una hora, ¿no?

– Si, como mucho. A ver…me tengo que fijar porque no estoy segura, pero diría que sí. Estamos por los 78 minutos.

– La duración cierra por completo. “Suena” como un disco, te diría.

– Ay, qué bueno lo que me decís porque te juro que es algo que me preocupaba. No se avanza linealmente, sino que va rodeando todo. Habla un poco de una cosa y de la otra, con esa mezcla de imágenes. A veces temo que sea tanta información que no se termine de anclar.

– La estrenaste hace poco en el BAFICI…

– En realidad, internacionalmente se estrenó en Chilava, en República Checa. Ahí ganó dos premios, uno a Mejor Montaje y otro, por el Jurado Joven. En Argentina la estrenamos en el BAFICI y ahora la vamos a estrenar en el cine Gaumont el jueves 15.

– ¿Cómo fue la recepción?

– En el BAFICI, para la primera proyección, estaba tan nerviosa que la pasé mal toda la película. Estaba muy poco sensible, en una situación muy distante. Las otras dos funciones, las pude disfrutar mucho más y el público cambió de función a función. Había muchas escenas que les causaban mucha gracia, como todos esos momentos donde de mi hijo se queja y se enoja, cuando aparecía la Familia Ingalls, Heidi o lo del muerto. Era un público que reía y era más participativo. En otra función, la sentí más como un túnel que aplaudieron cuando terminaron de pasar los créditos. Hubo una compenetración y no de “no se dieron cuenta que terminó”.

– ¡Qué bueno esto que contas!

– Si. La verdad es que la gente se moviliza mucho. Entiendo que hay rasgos comunes con la historia de la inmigración, la situación del feminismo y la identificación en esos iconos o con las particularidades de cada familia que, por ahí, no son esas, pero son otras. Si miramos a nuestras familias, todos tenemos un diario para escribir y ser realizado o puede quedar en lo que se va contando, de generación a generación. Siempre hay una historia, no necesariamente con el fascismo, pero sí de tensiones, silencios y enigmas que se van construyendo.

Lo primero es la familia

– ¿Cómo viviste la reacción de tu familia con respecto a correr este velo sobre el nono?

– Te diría que no fue de la misma manera. Una de mis tías, muy sensible y muy amorosa, la vio varias veces y quedó muy conforme con eso. Otra de las tías, que no vive ahora en Argentina, fue más distante. Entiendo que no le resulta fácil ver la historia de su padre tal como la cuento. No porque no la supiera o estuviese de acuerdo con su ideología, pero creo que quiere mantener una imagen un poco más al margen de todo.

Después, con mi familia nuclear, mi hijo más grande aceptó participar y que lo filme. Vino a la proyección y trajo sus amigos. Ahora va venir al Gaumont con gente de la facultad. Entiendo que hay algo de su identidad que se construye, que lo conforma y que le gusta. Mi hijo más chico…pensé que no le iba a gustar. En general, no le gustan mis películas porque se “re aburre”. Ahora tiene 18 años, y me dijo que le gustó. Hay algo de la edición, así fragmentada que, por una cuestión generacional, le resultó más fácil que otras pelis de planos más lentos que le muestro.

– Me encantó cuando metiste al padre Eusebio…

– Eso es muy particular. Se nota un tono despreocupado en la película, tan ingenuo en la relación. Un día, mi mamá me dijo “Ah, sí, el padre Eusebio nos casó a todos nosotros”. Ni sabía quién era. Mi tía es la que me cuenta quién es pero ni recordaba que los había casado. La información estaba muy ahí, pero toda dispersa. Tenía que ver como se unían esos cabos. Además, recuerdo patente los cuadritos que se muestran en la peli, que es la parte más cercana -para mí- del padre Eusebio. Siempre se supo que eran suyos. Eso me lo dice mi tía “Ah, mira los cuadritos que teníamos” y mi mamá me dice, «Ah, sí, nos casó a todos.»

– La incorporación de tu hijo al relato, es como decir, “antes pasó esto con el nono; estas son las nuevas generaciones, nueva sangre, nuevas ideas”.

– Algo de eso hay. En un momento las imágenes de mi hijo en la marcha del orgullo estaban puestas al final de todo, después de esa escena tan cotidiana de “yo soy Toia, esta es mi historia”. La película empezaría así pero me parecía que era demasiado direccionado. Entonces, lo adelanté un poquito de modo que no sea el final-final de la película. Se percibe esa sensación de “bueno, hay otras posibilidades, hay otras ideas”, pero sin el peso de un ideal nuevo como fue el de mi hermano. Era proponerlo como una alternativa que trae el presente y que van en contra de esos otros ideales sobre los que se explaya la película sin tampoco instalarlo en un lugar de idealización. Pero si…. hay algo de cierta esperanza.

– En la película también hay una visibilización y reivindicación del rol femenino dentro de la familia. Decís que las mujeres eran testigos sumisas, pero permitieron que el relato continúe. Va por va por ahí, ¿no?

– Si. Hay como un análisis del machismo y del lugar que les toca a los hombres, que tampoco es un lugar que esté buenísimo o los deja a salvo. Todo lo contrario. Toda esa expectativa que había en ellos, se transforma en una exigencia en tanto tienen que comportarse de determinada manera. Era muy difícil ejercer esa masculinidad con un padre –lo digo en relación a mi papá- con uno –el nono-, desde mi punto de vista, tan poderoso y carismático. Era un gran patriarca al que le iba muy bien. Desde ese lugar, los hombres de la familia, a pesar de contar con un montón de recursos, quedaron bastante subestimados.

– ¿Si?

– Si. Por ejemplo, mis dos tías fueron médicas y mi papá y mi hermano, ingenieros. Las dos tuvieron estudios universitarios complejos y valorados. Pudieron ejercer y llegar a roles de mucha autoridad dentro de los hospitales donde trabajaban. En cambio, mi papá y mi tío terminaron trabajando en el campo de mi papá. Después, mi tía me cuenta que, cuando se recibió, mi abuelo le dijo, “Dio peras el olmo”. Mi tía se recibía de médica, después de haber venido de Italia, una situación muy compleja y la felicitación fue “Ah, bueno. No esperaba nada de vos”. De esa posición de mucho sufrimiento, es la que les permite no sufrir esa presión, esa exigencia y poder hacer sus vidas por otros caminos.

Por otra parte, mi papá y mi tío quedaron atrapados bajo la sombra de mi abuelo. A todo esto, la suerte quiso que los nietos varones corrieran un destino bastante trágico. Es más, yo, como la última mujer de la familia tomo el guante de eso para hacer una película con esos relatos que escuché de las mujeres. La verdad es que no vive ningún varón de la familia.

– En un momento de la película, decís que, con vos se acaba el apellido. ¿Cómo vivís esa situación?

– Te digo la verdad, para mí no tiene ninguna importancia en términos concretos. No está este apellido, pero están otros. Son decisiones de vida que uno va tomando. En mi caso, había tanto orgullo familiar con el apellido -incluso para mí- que, después de ir haciendo la película y viendo el recorrido, me alegré que mis hijos no fueran Bonino. Hay una posibilidad de que sus vidas sean distintas. Igualmente, creo que, porque ellos fueron inmigrantes y tenían una situación familiar muy unida, tipo “clan”, estaban todos muy contentos y orgullosos de la familia que tenían. Entonces, pensarlos a mis hijos por fuera de esas líneas masculinas me trajo un montón de alivio, te diría. Pero, volviendo…me daría igual si tuvieran doble apellido o no. Es una preocupación de otra época el tema del apellido.

– ¿Qué te dijeron tus hijos del bisabuelo después de la peli, o de lo que ya sabían de su persona?

– Lo asumen, como mi hijo más grande, que es más crítico y está más involucrado, pero no dijeron demasiado. Entiendo que, para ellos es algo generacionalmente lejano. No hay algo efectivo que los una. En cambio, para mí sí. Esto tiene una potencia enorme. Yo lo adoro a ese abuelo. No niego todo lo que descubrí (que cuestiona la imagen que tengo suya) pero viví el afecto de él, en persona. Entiendo que les genere contraste.

Otros matices

– Cuando vi la peli me acordé de Eduardo «Tato» Pavlovsky con “Potestad”, “Galindez” y también con «La banalidad del mal», de Hannah Arendt. 

– El libro de Arendt me pareció fundamental, y lo relacioné con la idea de entender que era importante mantener esa imagen afectuosa de mi abuelo. Lo interesante estaba en ese contraste que ahora, por esta historia, no es solo una cosa, sino como el mal se manifiesta de manera más cotidiana, más banal e incluso, afectuosa. Es ver como conviven esas dos maneras. De hecho, alguien me dijo o leí. “Bueno, por ahí no se animó a meterse mucho con el abuelo y entonces lo disuelve en la idea del machismo”. En realidad, para mí lo interesante es mantener esa dualidad con el abuelo. Hay otra cosa, pero eso no anula lo que existió, digamos.

– ¿Eso que te dijeron fue en una crítica, una crónica, una persona amiga tuya?

– Me parece que lo leí en algún lado, pero la respuesta a eso es que hay una exigencia de que lo importante es el abuelo. Esa idea masculinizante sobre lo poderoso que era y lo que hizo. Eso está puesto en juego, pero lo que quiero rescatar es lo más pequeño y anecdótico de la situación. Es una mirada muy masculina de que lo importante es la política, el gobierno y las cosas que hizo (o no) y no mi decisión sobre que filmar. No iba a hacer una película histórica sobre el fascismo. Eso está subrayado en el relato que hacen las mujeres de esto, del cotidiano de esa ideología y de como ésta se va plasmando a lo largo del tiempo. Mientras el interés de alguno va por un lado, la película propone otra cosa.

– Con esto que decía esta persona, pareciera que toma al machismo como colectora para evitar hablar del fascismo, cuando vos estás mostrando las dos cosas. Si esta persona eligió y acentuó la palabra, eligió una en detrimento de otra…

– Me parece que habla más del lugar de enunciación, que elige una cosa más que de un déficit de la película. Está bien que cada uno pueda opinar y decir lo que quiera. No me molesta que a la película no le guste, que uno esté en contra o si uno dice “hay mucha información y no me parece emocionante”. Hay un montón de subjetividades que son válidas. Lo que no me gusta es cuando desde un lugar exterior se elige una parte diciendo “esto era lo importante y el resto lo diluyó”. Ya te digo, para mi habla más del lugar de enunciación que de la película. Se le está escapando “las pequeñas anécdotas cotidianas femeninas” y el modo de contar de otro modo. No lo aprecia.

– ¿Cómo sigue ahora la peli?

– La presentamos el jueves 15, viernes 16 y el sábado 17 la presentamos en el Gaumont. Después iremos viendo un poco a nivel internacional. Me la han pedido de dos festivales. Vamos a ver qué pasa con eso. Queremos estrenarla en algunos espacios INCAA y ver si puede participar en algunos otros festivales de Argentina que no exijan “presentación nacional” porque ya estuvo en el BAFICI. Sé que va a estar en “La mujer y el cine” y tal vez participemos en el Festival de El Palomar. 

Aquí y ahora

– ¿Cómo estás viendo la situación del cine nacional?

– ¿Qué te puedo decir? Creo que con el dato que, en este semestre, no se produjo ninguna película argentina con apoyo del Instituto, no hay ni posibilidad de opinar. O sea, no es que podemos decir “Ay, me parece esto”. Es muy certera y cruda la realidad que el Instituto de Cine Argentino no está financiando ninguna película. ¿Qué más podemos decir?

– Con la situación del cine al día de hoy, ¿te sorprende que siga habiendo gente de la cultura apoyando al gobierno? ¡Es como votar al propio verdugo!

– Me sorprende que mucha gente siga apoyando al gobierno, sea de la cultura o no. De la cultura en particular, uno podría decirlo, pero son muchos ámbitos. En la ciencia, con los recortes que están haciendo, tornan la situación a imposible. Lo mismo en la cultura y en la educación. Doy clases en la universidad pública y hace más de un año que no me aumentan el sueldo mientras que sí lo hicieron alquileres, la luz, el transporte. Me sorprende de cualquiera que lo siga apoyando.

-Te doy un formulario y dice, «Toia Bonino profesión”. ¿Qué pones?

– Sabes que muchas veces la pasé muy mal en ese momento. Era casi una pregunta de análisis te diría, de existencia. Estudié, por un lado, psicología. Ejercí muy poco tiempo y no me parecía bien poner “psicóloga”. Estudié Bellas Artes y pensaba que iba a poner “Artes visuales”. A veces ponía en profesión “docente”. No sé. Me parece un punto…no me sale poner “cineasta”. Está complejo el tema. Me tocas un punto sensible. Creo que, según el momento, completaba distintas cosas. O según lo que iba a hacer, ¿viste? Podía poner “docente”, “psicóloga”, “artista visual”, pero en ninguna de esas casillas me siento muy cómoda.

– ¿Ahora cuál pondrías?

– Hoy, días antes de estrenar la película podría poner “cineasta”. Por ahí, en dos meses, “docente”.

– Si no eras cineasta/psicóloga/docente, ¿qué hubiera sido de tu vida? ¿Te imaginás haciendo otras cosas?

– Siempre pienso que me encantaría ser arquitecta. No sé cómo me hubiera ido si empezaba a estudiar. También entiendo que, por ahí, en vez de psicología, hubiera estudiado filosofía.

– ¡Ah, mira!

– Hay una cercanía… Vivo en la provincia -Burzaco-, y acá cerca, hay un profesorado de filosofía. Ahora se estrena esta peli y estoy terminando otra que se me superpuso. No se si después voy a estudiar filosofía… Son esas cosas que después, por ahí en cuatro años nos cruzamos y no. Decidí estar un poco de vacaciones. Pero está bueno tener proyectos y ansias de buscar nuevos desafíos, nuevos horizontes.

. – Ahora sí, la última. Si por la puerta de tu casa en Burzaco tocan el timbre y aparece la Toia de 18 años. ¿Qué le decís a esa pequeña? ¿Algún consejo o recomendación?

– Creo que hay algo en relación al…no sé si al sufrimiento o al no poder decidir de esa época que es vista desde hoy…Te diría que, incluso un poco más grande que los 18, a los 20 estudiaba dos carreras, pero me imaginaba que iba a tener que trabajar de camarera toda la vida. Parecía que el destino iba a ser más dramático de lo que finalmente fue. Entonces, si pudiera, me daría algo de confianza. Le diría “está llevando tiempo, estudias una carrera no sabes bien para qué. Vas y venís, pero en algún momento, todo eso va a confluir”.

“L’Addio”. Cine Gaumont. Jueves 15 al miércoles 21 de mayo, a las 21 h.

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