En la presente edición de ECDL, la destacamos como una de las mejores actuaciones y/o obras del pasado 2011 por su excelente “Rosa brillando” al tiempo que también participaba de “Estado de ira”, también destacada como de las mejores del 2010. Vanesa Maja le cuenta al Caleidoscopio los pormenores de uno de los éxitos teatrales del 2011 y de toda su carrera.
– ¿Actríz que canta o cantante que actúa?
– Soy actriz que canta. Me defino claramente como actriz. Estudio actuación desde los trece años pero siempre con un gusto importante por el canto. Tomé clases de canto y siempre meché algunas cosas hasta que, en su momento, hice un espectáculo todo de canciones que era “Pequeñas veladas susurradas”. Ahí me saqué el gusto y me llamé “cantante” porque estaba cantando.
– Surge de un pedido, de una convocatoria de la Casa del Bicentenario a tomar material de una poetisa latinoamericana y hacer algo. Por mi lado, ya la tenía a Marosa en la cabeza y desde hace muchos años, vengo leyendo poesía (me gusta mucho) y siempre con ganas de ver como llevar a una poetisa a escena y ver como se labura el texto poético para una puesta. Me gustan mucho las poetas y la obra surge asi. Elegí a Marosa y dije “vamos a hacerlo”. Ahí lo convoco a Juan Parodi y le digo de hacer esto. Nos ponemos a trabajar y hacemos una gran selección y lectura de los textos. Ahí empieza a surgir la dramaturgia, cortando y pegando, sacando alguna parte pero si como un patchwork de palabras. Tanto Juan como yo tenemos mucho gusto por la palabra y nos divertía mucho hacer este trabajo.
-¿Siempre fue un unipersonal?
– Si. El tema de la música estaba. No íbamos a tener un guitarrista pero después nos pareció fundamental tener música en vivo y ahí convocamos a Gonzalo, con quien ya había trabajado antes. Su aporte fue fundamental en esto del sonido eléctrico y dulce. Después apareció también el retroproyector y junto con el texto y la música, se armó una triada que es la que hace «Rosa Brillando». Fue un gusto enorme trabajar con Juan y la manera en llevar a escena esas palabras. Es muy difícil llevar un material poético sin que sea solemne o reiterativo.
-Y como fue para vos, hacerte de esos textos y llevarlos hacia adelante?
– Fue muy natural. La poética de Marosa la conozco y la he leído. Me resultó muy invitativo y muy natural. Además, Juan me iba diciendo algunas cosas que tenían que ver con “el decir”. Esto me iba abriendo un mundo nuevo respecto a algo conciso. Desde el cómo decir la palabra, un gusto que empieza y termina, enmarcado en el decir de una palabra. Hay algo de ese decir que tiene que ver con el lenguaje, que empieza y termina. Por eso digo algo conciso. Tiene esas palabras que me llegan…y es tan natural…No me siento distanciada en absoluto. Me da mucho gusto decirlas y tener muchas imágenes al respecto. Es un material muy convocante y me resulta fácil y próximo. Son las palabras que tengo ganas de decir. Palabras muy hermosas y potentes asi como femeninas. Me llegan directamente.
-Femenina pero no excluyente…
– A las mujeres les pasa algo y a los hombres también! He visto a algunos hombres llorar incluso! Pero siempre hay un tipo de llegada especial. Por ejemplo, con las mujeres grandes, que se enganchan con recuerdos de su infancia, en un viaje alejado, de retrospectiva. Esta fue la devolución que recibí de gente más grande. Después hay mujeres que les pega por el lado del erotismo. También está que la mujer se copa más con la obra pero el hombre, cuando se copa, se copa muchísimo! Es eso.
-Hubo unanimidad con respecto a las críticas.
– Si, fue una sorpresa para todos. Esto había empezado muy sencillo, de a poquito. Le pusimos todo y empezamos con un par de funciones donde dijimos “tenemos un espectáculo”. Ahí lo volvimos a ensayar y le pusimos más cosas. Lo que pasó después fue muy mágico porque no esperábamos nada. Lo hicimos en Querida Elena, que está en La Boca, que está alejado de cualquier circuito teatral pero que es hermosísimo. Nos jugamos y lo hacemos acá. “Que pase lo que pase” pero nos parecía muy importante que se haga allí. Empezamos con las funciones, sin prensa ni nada y empezó a pasar algo con la gente. Venían y se generó un boca en boca, una respuesta muy generosa del público. En igual medida las notas que fueron saliendo y las críticas. La verdad es que no lo esperábamos. Yo había hecho unipersonales antes y se que es difícil, que hay que remarla un montón, con la fuerza del deseo que uno confía en que todo va a salir bien. Es todo un trabajo llevar adelante un equipo reducido porque en un unipersonal, más de cuatro personas no hay. Pero todo se desplegó con “Rosa brillando”, de un modo natural que sucedió.
-La mayoría de las críticas fueron además de hombres…
– Creo que con la obra se dio que es como “algo que se abre, que se despliega”. Descubrimos que apunta a los sentidos pero sin a priori quererlo, pero con ganas de investigar en algo más integral y latente, que tiene que ver con esa poética emergente. Eso sucedió e impacta desde ese lugar de ser partícipe de una experiencia. La música, las palabras, el lugar y la proximidad, los aromas y el susurro…Desde que llegas con el té y la bienvenida, es eso lo que sucede más allá de la función en si. Todo está muy cuidado para que sea una experiencia.
– ¿Cómo surge la idea del retroproyector?
– La idea del retroproyector es una idea de Juan por medio de una amiga suya que ya lo tenía visto con anterioridad. Ahí empezamos a probarlo y nos dimos cuenta que era fantástico. Se crea un mundo increíble y permite una significación poética manual y mecánica (por como se lo usa). Probamos muchas cosas y a veces vamos intercambiando elementos. Si encontramos un elemento que nos parece mejor, lo usamos. Las ramitas aparecieron en una función determinada. En el Festival de Rafaela, pasó que, cuando puse las ramitas, había un bichito caminando. No lo había visto y me iba caminando por todos lados y fue alucinante. El retratar esa forma viva es genial.
Intermedio: Vanesa llega puntual a la cita en el café “El Banderín”. Su cabellera enrulada y sus lentes oscuros le dan un aura de actriz por antonomasia. Simpática y con una risa contagiosa, degusta un cortado al tiempo que relata sus experiencias con “Rosa Brillando”. Vanesa habla con voz clara, fuerte y amable. Se explaya de manera didáctica con las respuestas. La charla va desde algunas visiones del teatro y sus futuros planes y deseos.
-¿Y “Estado de ira”?
– Me encanta hacerla y me divierte muchísimo hacerla. Ciro es un director genial. Hace mucho que estoy trabajando con él. Este proceso de trabajo fue muy largo, de casi dos años y medio de entrenamiento como grupo. En el medio hicimos otra pieza que se llamaba “Exhibición y desfile”. Por eso “Estado de ira” vino con un back up de un montón de cosas entrenadas y probadas y bastante conocimiento. En todo este proceso aprendí un montón y estoy muy contenta con que pueda seguir con la obra. También fue una sorpresa porque apenas estrenamos, no sabíamos que iba a funcionar del modo que funcionó y que la gente se iba a reir tanto. No pensábamos que se iba a reir la gente hasta convertirla en una comedia sino hasta ahí…un gag y ya está. La gente se rie mucho. Este es un trabajo en el que intentamos mantenernos todo el tiempo conectados, siempre adentro. Además, hubo mucha llegada a un público muy diverso. Hay algo de lo popular de eso que me parece que está buenísimo.
-Recién dijiste que la gente se rie demasiado cuando no sería para reírse. ¿Como tomás esa situación?
– La gente puede reírse de muchas cosas. En medio de la función decís “ríanse un poquito menos…” pero bueno, ¿qué vas a hacer? También está en vos el no engolosinarte y darle rosca para que se rian. Ese es un borde en el cual hay que tener cuidado porque nadie está inmune de caer en esa fragilidad de “estar haciendo la gracia”. Hay que tenerlo ahí, con las riendas pero tampoco digo “uh, que embole que se rian”. Está bueno pero desde adentro se viven las cosas de un modo especial. La gente reacciona de distintas maneras. Hay muchos que no están tan acostumbrados a ver teatro pero para mi, si la risa es genuina, es buenísimo.
– ¿Cómo fue el cambio del Sarmiento al Metropolitan?
– Al principio pensábamos que iba a ser más complejo pero terminó funcionando. El Sarmiento tenía esos fondos que contaban mucho. Nunca vi la obra de afuera pero imagino que ese fondo decía mucho y para nosotros, en el recorrido interno también. Aca está más comprimido hacia los costados pero ya la siento más cómoda y no extraño tanto.
-Y “Pequeñas veladas susurradas”?
– Es un espectáculo al que le tengo mucho cariño. Quería hacer un espectáculo en el que quería cantar. Me junté con Gonzalo Gamallo aunque ya venía haciendo algunas cosas, en bares con escenario, una especie de minirecitales improvisados sabiendo que canciones iba a cantar pero sin saber de que iba a hablar. Tenía un personaje, que no era tan personaje sino que era también mucho “yo”, que era esta chica que recorría el mundo y tenía romances con los hombres que conocía pero siempre terminaba mal. Se iba sola con sus petates y todo. En esas funciones, ya tenía las canciones e iba improvisando los monólogos de esta optimista del amor, medio diva y medio romántica. En un momento quise hacerlo un espectáculo. Ahí llamé a una amiga que hace muchas cosas que tienen que ver con fotos y video. Con ella armamos el espectáculo y surge el tema de los fotomontajes. Relatar de esta manera los distintos viajes de Sisí (asi se llamaba el personaje) con los distintos novios y demás. Para mi fue este un mundo desconocido. El espectáculo era relatado con las fotos, las canciones y Gonzalo como el músico (Cheseline) de quien yo estaba enamorada, y él ni bola. Era muy gracioso. La hicimos un montón de tiempo y formó parte de esto de “hacer algo que uno siempre quiso hacer”. Me di el gusto de cantar que fue lo que más me interesó de la obra. Con Gonzalo hicimos versiones muy lindas de algunas canciones.
-¿Por qué hay más unipersonales femeninos que masculinos?
– No se bien. Quizás porque las mujeres somos más arrojadas. Eso me parece un poco. Hay que tener ganas de hacer un unipersonal ya que es muy divertido actuar con otras personas. Pero también está bueno bancársela sola. Es un acto de fe actuar pero en el unipersonal es más al vacio. No se, tal vez sea por el animarse, el arrojo y un poco más liberado. Además, el mundo femenino parece que tiene cosas más particulares, con mayor empatía. Una no está en el otro género….
-Retóricamente me pregunto si las chicas tiene más para contar que los chicos….
-Puede ser que pongan más en palabras las sensaciones y ahí si hay más para contar, sin tanto intermediario sino con mayor lectura del alma. Quizás hacen más stand up porque buscan más las cosas de reir. Las mujeres medio que hay una sensibilidad distinta. Tal vez sea el mundo oculto que salga más y se quiera compartir. Puede ser que tenga que ver con el compartir, que a las mujeres nos gusta más compartir.
-¿Cómo son los cinco minutos después de bajar del escenario?
– En “Rosa” y en general…no se como son. Me preguntaron un par de veces por Rosa, si me quedaba mucho enganchada con el texto y el personaje, y a veces digo “si pero no tanto”. Llego al camarín y le digo a Gonzalo, “Che, que onda?”. Al toque, hablamos de la función. En “Estado de ira” es más gente y sacarse el vestuario porque hace calor. Hay más ruido y más gente pero terminó la función y “bajamos”.
-Si por esta puerta entrase la Vanesa Maja, que recién empezaba a estudiar actuación, que le dirías?
– “Dale para adelante”. No le daría ningún consejo! Jajajajaj. A experimentar.
-Hay algo que te queda pendiente por hacer? Algún personaje?
– Si, muchos autores. Chejov, Shakespeare. Experimentar con directores y actores, trabajar en cine o tele. Este es un lenguaje muy distinto que me gustaría experimentarlo y aprenderlo. Tal como es todo lenguaje. O el cine, que también estuve poco pero me gustaría seguir aprendiéndolo.
-¿Qué tal estuvo trabajar en la película “Juan y Eva”?
– Buenísimo. El primer día estuve muy nerviosa, dura y a medida que fueron pasando los días de rodaje, sentí que fui haciendo un aprendizaje en pocos días. Fueron cinco días de rodaje y al quinto día, sentía que era otra historia. Terminé muy contenta y diciendo “estoy aprendiendo”. La peli quedó muy linda. Me encantó esta experiencia y ojalá que se vuelva a dar.