Darío Sztajnszrajber: “Siempre está bueno salirse de esos lugares de la generalización”

Llevó a la filosofía al punto máximo de popularidad pero sin bajar un ápice de la seriedad que conlleva la materia. La combinó con música, hizo televisión y teatro asi como escribió libros los cuales despertó la curiosidad acerca de distintos autores en gran cantidad de gente. Así, recibe a esta revista en su estudio de Villa Urquiza. Darío Sztajnszrajber tiene mucho por decir sobre la influencia del feminismo, su lucha contra las hegemonías, el poliamor y la significación de las palabras. Punzante y reflexivo en sus respuestas, éstas ameritan una reflexión que va más allá de la vuelta de tuerca, pero siempre, de fácil decodificación.

Entrevista realizada para la revista Proven y Vos, reproducida con su autorización.

Fotos: Cecilia Villarreal, Sensibilidad en Foco (https://sensibilidadenfoco.blogspot.com/)

-Primera y, quizás, obvia pregunta. ¿Por qué filósofo?

– De chiquito, tuve vocación por la curiosidad. Me recuerdo de chico, con muchas preguntas en la cabeza y después, con mucha lectura. Aunque parezca extraño, tuve una educación religiosa en la primaria que, aunque la religión –institucionalmente- tenga una variante fuertemente dogmática, sin embargo te abre el espacio para la indagación existencial. Tanto texto bíblico…hizo que, si queres por negación o para pelearme contra eso, me vi metido en el mundo de las grandes preguntas. Después fue una cuestión de darme cuenta que ese tipo de interrogación era algo que se podía estudiar. Cuando descubrí que existía que la carrera de Filosofía, no dude que era aquello a lo que me quería dedicar.

-Una influencia…

– En eso. La religión, lo que te provee, es escindirte de lo cotidiano y darle un espacio temporal –que en general, no lo hay- para tener determinado tipo de inquietud. El problema con las religiones institucionales es que, después, a esas inquietudes las cierran. En vez de potenciar esas aperturas, terminan dándote certezas que, de algún modo, traicionan esas preguntas originales.

-¿Crees que bajó el nivel en el debate de ideas?

– No creo en categorías de “bajar” o “subir”. Los debates son la expresión de una época. Lo que hay que analizar es que tipo de debate se forja en un mundo como el nuestro en relación a los condicionantes que hay. Por algo el debate es “este”. Tiene que ver con el modo en que los medios están insertos en la construcción de nuestra subjetividad. El tipo de urgencias materiales con las que vivimos. O la presencia actual de la tecnología en la vida diaria. No creo que haya debates de mayor o menor profundidad. Incluso, la idea de “profundidad” es hija de una época. ¿Qué significaba “ser profundo” cuando no existía la informática y que es serlo hoy, en un mundo hipertecnologizado? Los vericuetos que se van dando en el mundo de la informática, cambian la lógica espacio-metafísico para pensar que es lo profundo y que es lo superficial

-Al día de hoy, pareciera que,  hay que ser “respetuoso” de la idea del otro por más que este diciendo cualquier cosa….

– Desde la filosofía, siempre cuestionamos ese tipo de lecturas, que buscan encontrar comportamientos similares en diferentes ámbitos. No creo que haya una reunión de amigos que se repita en todos lados lo mismo. Hay temas de época que se van instalando. Las agendas mediáticas tienen esa fuerza. Después, frente a la instalación de ciertos temas, hay que ver las reacciones, a nivel popular. La Argentina es un país, como mucha de nuestras sociedades modernas, donde hay una hegemonía que se plasma como representativa del resto.

-¿Cómo esa hegemonía trabaja la cuestión del debate?

– Hay ciclos. Idas y vueltas. No es lo mismo pensarnos hace cuatro años que ahora; antes de la explosión del feminismo o en relación con Brasil con Lula o Dilma, que con Bolsonaro ahora. ¡Y pasaron muy pocos años! Cuando uno ve la asunción de Macri y lo que es el actual gobierno argentino -del que pasaron nada más que tres años-, más allá de los cambios económicos, sociales y políticos, también hubo un cambio del clima cultural. Hay palabras que, en otro momento, tenían una fuerza que hoy no tienen. Tal es el caso de la “otredad”, palabra que, desde lo público, fue perdiendo terreno. Quienes recuperan la categoría “otredad” –feminismo de por medio- fueron las manifestaciones sociales por fuera de lo que el Estado viene a proponer.

-Inclusive la resignificación del color amarillo o la palabra “cambio”…

– Totalmente. En el caso de la palabra “cambio” es por demás, conflictiva. Aunque fue muy bien aprovechada y plasmada por el gobierno actual, es una palabra que, los que están en contra de este gobierno, no soltaron. No es que la asocian inmediatamente con el macrismo y por lo tanto, no la usan. Cosa que no sucede, lamentablemente, con la categoría “Derechos Humanos” que fue muy asociada al gobierno kirchnerista. Ahí todo el que sea antikirchnerista decide no usarla o estar haciendo una lectura muy crítica del campo de inserción de los derechos humanos. Está muy bueno como en los cambios de época, se van desplazando los significantes y las valoraciones que hay sobre ellos.

-La palabra “cambio” era de los grupos más progresistas, que la asociaban al progreso pero el macrismo la tomó y la resignificó a su manera.

– Quizás no asociaría tan directamente “cambio” a “progreso”, otro termino con muchas derivaciones. La palabra “progresista” misma es, en ese sentido, extraña. Hoy se la utiliza como un símbolo de ingenuidad o encubrimiento de intereses espurios. Como que ser progresista o progre es tener una mirada naif  o parte de un clima cultural asociado al kirchnerismo y asociado a un país corrupto.

-Un tanto peyorativa…

– Si, si. Como que el progre es alguien incoherente o de doble moral. Por un lado promueve valores de apertura y por el otro, solo está pensando en la acumulación propia del poder. Está asociada, directamente, al modo en que se cuestiona, desde el actual clima cultural, el derrotero del kirchnerismo.

Son palabras que hay que deconstruirlas y emanciparlas. No es ni una cosa ni la otra. Las palabras no tienen un sentido único. Es una pena que se las endilgue y enquiste en una única lectura. Creo que, igualmente, somos lenguaje y el lenguaje tiene un poco esta lógica. Va construyendo sentido en la intersección de intereses contrapuestos. Las palabras son siempre como efectos de una lucha y sin embargo, se presentan como representativas de algo real, cuando en realidad, la construcción de lo real supone esta especie de conflicto de interpretación.

Feminismo y deconstrucción

-Hablaste de “deconstrucción”, palabra que está muy en boga ahora por el feminismo. ¿Sería este el nuevo cambio de paradigma que nos atraviesa hoy en día?

-Primero que nada, no hay un solo feminismo. Hay feminismos muy diversos, con distintas formas de presentar su cuestionamiento. Se alinea dentro de un modo de plantear críticamente, el ejercicio del poder hegemónico, vislumbrando que hay un sector de la ciudadanía –la mujer- que históricamente ha sido sometida a prácticas de una violencia, no solo frontal sino también invisible. Es la naturalización de ciertas asimetrías. La mujer, históricamente, ha sido puesta en un lugar donde se cree que tiene una cantidad de obligaciones y derechos asimétricos con respecto al varón. En la medida en que se ha podido normalizar, generar cierto sentido común general, en el que se piensa que esas características de la mujer son innatas, entonces se postula esa desigualdad como algo propio.

Lo que hace el feminismo, alineándose a un montón de movimientos que salen a visibilizar el lugar del oprimido, es dar una pelea no solo teórica sino práctica. Eso molesta porque siempre que se pone el dedo en la llaga y se cuestionan esas hegemonías. A todo el mundo le cuesta soltar el lugar de privilegio que tenía. No solo el varón -que más claramente y de modo más responsable lo porta- sino también una comodidad existencial generalizada. Más allá de ser varón o mujer, todos venían muy tranquilos, existencialmente hablando, ocupando el lugar que tenían que ocupar. El feminismo viene a postular la necesidad de repensarlo desde un lugar distinto. Hay una faceta del ser humano muy conservadora que se visualiza a si mismo en la necesidad de esa apertura tan virulenta. Se pone muy a la defensiva y en el lugar del establishment.

-¿Cual debería ser la posición del hombre?

– Lo que se trata es que todos vayamos visualizando cuales son estas nuevas perspectivas que se van abriendo. No creo que haya una forma única de ser hombre. El varón, pensando en si mismo cual debe ser su situación, reproduce lo mismo que se cuestiona.  Cuando este tipo de esclarecimientos tan fuertes se dan, suceden dos cosas. Por un lado, reacciones que, inmediatamente, apoyan y se entregan a los cambios de época y otras, al revés. Se genera un fundamentalismo reactivo muy fuerte e importante. Hoy en día tenemos grupos que se autopromueven “patriarcales” o “ultraconservadores”. Actúan por reacción.

-Los jóvenes empezaron a usar los pañuelos verdes…

– Es una práctica que se alinea dentro de una necesidad de poner sobre la mesa las distintas formas de reacción frente al statu quo del que hablamos. Hay una identificación con un nuevo modo de práctica política que busca diferenciarse de la tradicional. El feminismo, además de ser toda una filosofía y un movimiento que plantea la deconstrucción del género, también promueve la necesidad de repensarnos en nuestras prácticas políticas. Creo que el pañuelo verde viene a brindar una nueva representatividad. Me parece genuino el uso del pañuelo en sectores juveniles que viene a reemplazar íconos tradicionales que hoy no comulgan. Ves más pañuelos verdes que slogans de la política partidaria. En la juventud, la politización corre más por ese lado que por el lugar tradicional. En este sentido, me parece muy bienvenido.

-Además su transversalidad quedó de manifiesto en lo que fue el debate en diputados.

– Es transversal frente a las estructuras partidarias. Después es interesante la pregunta sobre el componente ideológico, que son las preguntas que hoy están bueno hacerse. Si es posible un feminismo de derecha o religioso. Está bueno salirse de los lugares fijos. Hay mucho movimiento religioso feminista….

-Católicas por el aborto…

-Claro… que, de algún modo, no comulgan con aquellos que detentan el poder institucional en la iglesia. La iglesia no se reduce solo a ese poder institucional. ¡Por suerte! Siempre está bueno salirse de esos lugares de la generalización. El descentramiento que se da en distintos lugares de la religión o de la derecha. Hoy asistimos, por primera vez, en años, a una reinvención de la derecha que es muy interesante como fenómeno. Podes postular la emancipación de la mujer pero mientras sigas sosteniendo una sociedad desigual, estas reproduciendo lo mismo que cuestionas. Esa desigualdad es la que termina generando que muchas mujeres mueran a la hora de hacerse un aborto en las peores condiciones. Me parece que ahí, está bueno abrir esos corrimientos, también está interesante el momento que está viviendo la llamada derecha.

Poliamor y redes sociales

-¿Tenes opinión sobre el poliamor?

– Hay un ideal del amor que llega hasta nosotros, que es como el de la verdad, la amistad, etc. Está buenísimo que uno pueda correrse, de costado y tratar visualizar con que otros conceptos se tejen relaciones. El ideal romántico del amor lo hace con categorías religiosas. Hay mucha gente que no cree en Dios pero cree en el amor. El amor –metafísicamente hablando-, termina ocupando ese lugar de una trascendencia o un absolutismo que busca darle a la vida un sentido más allá de lo fundamental. El tema es si lo cumple o no. El poliamor es una de las tantas formas que se plantean como diferenciales de la monogamia. Cualquier movimiento que hagas en términos vinculares demuestra el profundo enraizamiento de la monogamia con un paradigma mucho más amplio que estructura nuestra relación con el otro, con las cosas, con nuestro tiempo, nuestro cuerpo y nuestras energías.

-¿Cómo es tu relación con las redes sociales?

– Bien. Me gusta. Me siento, de algún modo, cómodo. Creo que es un formato propio de nuestra contemporaneidad que nos exige una reinvención en términos identitarios, profesionales y vocacionales.

-Te han definido como el filósofo “más mediático”. ¿Cómo te cae esa definición?

– Depende como definas “mediático”. Si lo definis como algo más neutro, con una fuerte presencia en los medios, hay que hacer la cuenta de cuanta presencia real tengo en los medios para hablar de “filósofo mediático”. No estoy haciendo televisión, tengo un programa en una radio alternativa como Futurrock, hago espectáculos teatrales en un circuito más bien off. O sea que, lo que es el circuito comercial de los medios, no estoy. Pero bueno, me convocan como el “filósofo mediático”. Ahora, si mediático es visto como algo peyorativo o vacuo, bueno, nada…Cada uno se relaciona con los términos y con lo que consume, de la manera que quiera.

-¿Te sorprendió la repercusión de “Filosofía en 11 pasos”?

– Si. Muchísimo. No me sorprende un poco por lo que apareció en la entrevista. Soy consciente de la masividad que se fue dando en muchas de las cosas que hago pero otra cosa es verlo plasmado en  un libro que implica una complejidad…inclusive técnica, porque si bien es de divulgación, no es un libro llano. Ver el caudal de ventas, superó las expectativas que tenía yo y la editorial. Supero todo. Pero bueno, ¡es bienvenido!

Un Darío íntimo

-¿Qué hubiera sido de tu vida, si no eras filósofo?

– No sé. Depende de la fantasía que uno se haga en diferentes momentos. Cuando empecé a trabajar de esto, a los veintipico y treinta años, me levantaba temprano y me acostaba tarde porque daba de tres a cinco clases por día, en distintos lugares. Por ahí pensaba si la docencia era el camino. Hasta que punto uno puede desempeñarse bien con tanto trajín. Uno tiene la fantasía de haberse dedicado a otra cosa. En mi caso, hice carrera docente pero no académica o de investigación. Siempre mi primera duda fue el porqué no haberme dedicado a la investigación académica. No sé. Siempre me sentí cómodo en esto, del mundo de las ciencias sociales, el arte, la literatura. Es el mundo en el que me siento cómodo.

-¿Cómo te llevas con la popularidad?

– Bien. Tampoco es grosero. Surge todo del amor y el agradecimiento. Siempre muy contento que el reconocimiento venga desde el contenido. No es esa cosa frívola de “Che, saquémonos una foto que vos salís en la tele!”, sino que es “me gusta la filosofía”, “gracias por posibilitarme entrar en este mundo” o “me enganché con tal autor o tal temática”. Desde ese lugar, está buenísimo.

-Si por la puerta de este estudio entrase el Dario que estaba terminando el secundario, ¿qué le dirías?

– Uh…que pregunta. Si pudiese volver a hacer un desarrollo de lo que fui, sería otra cosa, porque esto ya lo viví. Ya sabemos lo que es la filosofía, la docencia, etc. Hacer una carrera empresarial, ser cura o irte de viaje para ser hippie. Le propondría muchas más cosas porque esto ya lo viví. Después, uno hace un balance de lo que vivió pero en esa pregunta de volverías a ser quien sos o quien fuiste, diría que no. Vos sos periodista. Imaginate todo lo que pudiste ser y no se te dio y no te da la vida para poder hacer.

Darío Sztajnszrajber en cuatro puntos

1-Nacido bajo el signo de Géminis un 16 de junio de 1968, Darío Gabriel Sztajnszrajber es filósofo, escritor y docente. Hincha de Estudiante de La Plata (pasión que comparte con su hermano, el periodista Darío Szeta), es licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Ejerció la docencia en todos los niveles educativos: primario, secundario, terciario, universitario y posgrado. Dictó clases en FLACSO en Posgrados presenciales y virtuales de las áreas de Comunicación y de Educación. Docente del CBC de la UBA en la materia “Introducción al Conocimiento de la Sociedad y el Estado”,  asi como del Seminario Rabínico Latinoamericano y en la Universidad Libre de Estudios Judaicos. Se ha desempeñado además como docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en el Colegio Tarbut y en el Colegio Pestalozzi. Dirigió el Profesorado de Historia del Instituto Braun Menéndez.

2- Entre sus libros se cuentan “Pensar lo judío en la Argentina del siglo XXI” (2011), en coautoría con Alejandro Dujovne y Daniel Goldman; “Para animarse a leer Platón” (2012), “¿Para qué sirve la filosofía?” (2013), “Problemas, estrategias y discursos sobre las políticas socioeducativas” (2015) y “Filosofía en 11 frases” (2018), con más de setenta mil ejemplares vendidos. Asimismo, fue compilador y editor de las obras Posjudaísmo (vols. 1 y 2),3​ donde cuestiona las formas tradicionales de definición del judaísmo

3- Su amplia versatilidad para el uso de la filosofía lo hizo partícipe de programas de televisión como “Mentira la verdad” y “El amor al cine” (ambos por Canal Encuentro), y de radio “Demasiado Humano” (Futurock.fm). Fue columnista en “Metro y Medio” (Radio Metro) y en “Tocala” (TyC Sports), donde conjuga filosofía y futbol.  Entre 2013 al 2015, realizó en Tecnópolis, “Salir de la caverna. Filosofía y Rock”, donde combinaba el discurso filosófico con el rock nacional. En la actualidad, protagoniza la obra “Desencajados: filosofía+música” (ND Teatro). Su pluma estuvo presente en diferentes medios gráficos del país tales como Clarin, Perfil, Tiempo Argentino, Revista Noticias, Revista Ohlalá y THC, entre otras. 4-Ha desarrollado también una extensa tarea en el ámbito de la gestión cultural. Fue gerente editorial de EUDEBA (Editorial de la Universidad de Buenos Aires) y coordinador del programa de Cultura Literaria de la Secretaría de Cultura de la Nación.​ Coordinó y asesoró proyectos en los Festivales de Cine Independiente y de Teatro de la Ciudad de Buenos Aires. Por su labor divulgativa de la filosofía, fue premiado por la Fundación Konex en 2017 en la disciplina de Divulgación.

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