Emilce Strucchi: «El Mundo Incinerado», entre Beckett y una mirada sobre el género humano.

Prolífica escritora, acaba de publicar su atrapante novela “El mundo incinerado”. Con precisión quirúrgica, no exenta de sensibilidad y reflexión crítica, Emilce Strucci da cuenta no solo de cómo concibió su última creación sino que brinda impresiones claras sobre la poesía, el rol de la tecnología y las consecuencias de la pandemia.
 

– Emilce, contame sobre como surge “El mundo incinerado”
– Tiene varias aristas. Una es la conmoción personal que me produjo leer “El Innombrable” de Samuel Beckett. Otro factor interviniente fue el período de revisión para reimprimir «Vivir duele», mi libro de ensayo sobre la vida y la obra de Clarice Lispector.
Justamente, Beckett me llevó, entre muchas reflexiones, a pensar si era posible escribir un texto a partir del derrame consciente (aunque parezca paradojal) del discurso siempre inasible. Algo así como constatar que el cerebro persigue e intenta atrapar las palabras en un movimiento que es consciente -al menos en este caso- pero que, por momentos, se pierde o “se deja perder” al encontrarse con ciertos recuerdos o trozos de realidad presente. Fue Beckett quien me reconectó con ese hondo sentir en que el discurso no se detiene así como el tiempo no lo hace; que es tan inasible como buscado y que la palabra no alcanza. Estamos solos. Lo dicen Lispector, Marguerite Duras, Joaquín Giannuzzi, Boccanera y tantos otros. También lo digo: parecemos sordomudos.
La revisión de “Vivir Duele” y la obra de Lispector me llevaron a preguntar si era factible construir un texto con un hilo conductor argumental de fuerte intensidad emocional que sostuviera una estructura caótica como el mundo externo y un mundo interno cooptado por ese caos.


-¿Y el proceso de escritura?
-Decidí escribir instalada en un lugar precario e incómodo, entre la salud y la demencia (cercanas a mi profesión). Resolví que, para facilitar esa tarea, sería bueno además apelar a una escritora protagonista (cercana a mi oficio) navegando entre la cordura y la locura. Esto brindaba la posibilidad del derrame de trozos de memoria y retazos de realidad externa casi como en un juego de espejos. A su vez, esa escritora buscaría una “otra” protagonista para poner en ella su afán de encontrar un mundo mejor. Más libre, más sano, en una suerte de salvación también propia. Una utopía, digamos.
Aún hay otros elementos en esa construcción. Trabajé con el vínculo paterno como representativo de una época donde la mujer tenía un rol muy secundario. De hecho, la madre de Teresita -el primer personaje creado- casi ni aparece.
La escritora protagonista se proyecta en Teresita y descarga en ella sus frustraciones. Trata de liberarse de las ataduras de su época a través de ella. Teresa se rebela contra el padre (¿la sociedad?) y la escritora, contra el pedido de unos editores algo fantasmales.
 
– Justamente, ¿quién es Teresa Alicia Dolosor?
-Es el personaje que crea la escritora protagonista (a modo de espejo a veces o como contracara otras ocasiones) para mostrar sus contradicciones, sus miedos, pasiones y luchas. Los obstáculos, alegrías y dolores que encuentra mientras diseña el argumento de una novela y a sus protagonistas, tanto como su vida.
El nombre completo de Teresita fue inspirado por algunas pacientes mías con características similares a ella.
 
– ¿Cuanto tiempo te llevó escribir la novela?
-Si cuento el tiempo de pensar una estructura atípica para mi escritura, más el tiempo de escribir y reescribir la novela, me llevó alrededor de tres años.
 
– ¿Tiene algo de catártica?
-Tal vez lo más catártico que encontré es que tanto la escritora que narra como el personaje principal que inventa, me facilitaron expresar una mirada desesperanzada con respecto al género humano que, mientras avanza en conocimientos técnicos y progresos científicos, parece involucionar en valores éticos. Los intereses económicos y políticos mundiales suelen estar muy alejados de las necesidades de las personas. 
Debo agregar además que mucho de lo que hay en Teresa y en la narradora poco o nada tienen que ver con Emilce, salvo el hecho de estar facilitando la escritura de este alocado mundolibro que es “El Mundo Incinerado”.
 
Poesía y tecnología
 
– Al día de hoy, ¿crees que hay un “prejuicio” con la poesía?
-Primero tengo que agregar algo que antes no dije y es que dentro de esta estructura diferente de libro, integré poemas de mi autoría vinculados con algunas de las temáticas planteadas. 
Respecto del prejuicio con la poesía, lo que puedo decir es que el porcentaje de personas que se acercan a mis talleres con intereses de lectura y escritura de poesía es bajo. A veces percibo como cierto temor o idea de “no soy capaz” para escribir poemas porque tampoco siento ganas de leerlos. En ocasiones lo que aparece es “la poesía no se entiende”. ¿Se puede decir que son prejuicios? En parte, sí. Puedo citar un ejemplo reciente con un grupo de mujeres que escriben cuentos o relatos hasta ahora. Algunos de esos textos son de prosa poética y me llevaron a proponer “leamos y comentemos poesía”. El nivel de motivación del grupo fue muy elevado. Hubo tantos comentarios y preguntas… Las cosas se complicaron un poco cuando la propuesta fue escribir. Sin embargo, hubo grandes descubrimientos tanto en la escritura como en el nivel de contacto con la interioridad.

Este es un tema muy complejo y extenso ya que habría que incorporar la cuestión de escritura en las redes, de la que sólo conozco un poco por lo que me cuentan los jóvenes.
 
-¿Es posible escribir poesía y sentir su pulsión, su esencia, en medio de una vida atravesada por tanta tecnología?
-Considero esencial para el trabajo poético ese “viaje a la interioridad”, el contacto con las emociones, la transmisión de contenidos significativos y su expresión metafórica, sin olvidar la importante tarea de lograr cadencia, musicalidad. Esto nos exige modificar el ritmo en general acelerado de nuestros pasos. Hacer lecturas que no son de entretenimiento. Explorar fuera de nuestras áreas de confort más conocidas.
Creo también que este es un tiempo de “mercado” por excelencia, donde la regla es el consumo y somos empujados a algunos de éstos…La poesía no está dentro de “estos productos” desde hace ya varias décadas. Éste es otro tema extenso y por supuesto debatible. No estoy tan segura de que el factor condicionante central sea la tecnología, aunque tenga su incidencia.


 – ¿El e-book desplazará al papel?
-No creo. Son soportes distintos y todos tienen su público. Del mismo modo está repartido el interés en las nuevas generaciones o al menos eso es lo que yo veo.
 
– ¿Qué le brindó y qué le quitó la tecnología a la literatura?
-Me parece que facilitó el proceso de la escritura y su corrección, aunque no debemos olvidar aquella reflexión que hizo Abelardo Castillo con respecto a que tuviéramos cuidado porque la prolijidad de la computadora podría hacernos creer que “todo está bien escrito”. El acceso a internet permitió obtener información literaria (y de todo tipo) con mayor celeridad. No obstante existe el riesgo de acceder a datos incorrectos y tomarlos como verdaderos en los procesos de investigación.
Por otra parte considero que lo que más puede quitarle valor a la literatura es el ritmo acelerado de la vida cotidiana, el estrés que esto genera y la búsqueda de “distracciones más livianas”.
 
Covid y literatura
 
– ¿Cómo vivís la actual situación de pandemia?
-Lo mejor que puedo, como la mayoría supongo. Creo que si la vida nos pide la tarea permanente de procesar incertidumbre, la pandemia multiplica esta circunstancia vital como una enorme lupa.
 
– ¿Estuviste escribiendo en este tiempo?
-En este tiempo hice las últimas correcciones de “El Mundo Incinerado”  para editarlo y estoy planeando la presentación virtual para el 12 de diciembre próximo. También estoy escribiendo otra nouvelle y completando un nuevo libro de poesía.
 
– Hace poco salió un estudio que, con la pandemia, creció la lectura en un 45%. ¿Qué reflexión te merece? (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2020/08/por-la-cuarentena-crecio-mas-de-un-45.html)
-Con respecto al informe realizado por Ghostwriter Argentina, no hay duda de que muchas personas al tener más tiempo disponible y estar en sus casas, resolvieron encarar proyectos que tenían pendientes como por ejemplo la escritura y otras actividades. En cuanto a la lectura, así como muchos incrementaron la frecuencia de la misma, también en mi experiencia clínica encontré mayores dificultades en los niveles de atención y concentración para leer.
 
– Se dijo que esta pandemia “iba a sacar lo mejor de la gente”. Al día de hoy, ¿crees que el mundo “se está incinerando” o se está cocinando a fuego lento tanto a nivel social como individual?
-La pandemia, como toda situación límite o crítica, seguramente será tomada por algunas personas como oportunidad para cambiar para mejor. No obstante a nivel social, si tomamos en cuenta los comentarios antes referidos respecto de las políticas mundiales, para mí, el mundo “se está incinerando”.
 

Mirada interior
 
– ¿Cuál es tu sensación al terminar de escribir un libro?
-Aunque ya es el décimo que escribo, lo primero que siento al terminar de escribir un libro es alivio, satisfacción así como la sensación de “sacarme un peso de encima”. Días después experimento algo que se puede llamar vacío, cercano a la tristeza… y una especie de extrañamiento. Al final, siento alegría porque queda espacio para empezar otro texto.
 
-Si te preguntan por tu “profesión” en un formulario, ¿qué ponés?
– Si la pregunta se hace en el contexto de mi desempeño como psicóloga, eso diré. Si me consultan en el marco de mi oficio como escritora, diré que soy narradora y poeta. En cualquier otro ámbito, afirmaré que soy escritora.
 
– ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
-Son varios. La continuidad de los libros que tengo iniciados y el lanzamiento de nuevos seminarios sobre Clarice Lispector, autora sobre la que estoy investigando hace ya muchos años. Por otra parte, continúo con mis talleres de escritura expresiva y la atención de pacientes.
 
– Si por la puerta de tu casa, entrase la Emilce de dieciocho años, ¿qué le dirías? ¿Algún consejo, recomendación?
-Tal vez le recomendaría que abrace la pasión por su oficio de escritura más tempranamente. Que no le tema a los errores y que disfrute a pleno sus aciertos.
 
Emilce Strucci “El mundo incinerado” (Ediciones Ruinas Circulares)

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